martes, 25 de febrero de 2014

EL AMPARO DE MÍ MISMO: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

La idea de la salvación de uno mismo y de los otros tiene un sentido técnico, esto es,  permite pasar de la muerte a la vida. Esta idea es un sistema de dos elementos que se sitúa en medio de la vida y la muerte, en medio de la mortalidad y la inmortalidad, en medio del mal y el bien, en medio de este mundo y el otro.

Tal idea es conformada como operador de paso y ligada a la dramatización de la temporalidad y la eternidad. La salvación es una operación compleja que requiere la presencia del otro, en tanto éste funge como operador de la salvación de uno mismo. Es una idea religiosa o influenciada por la religión.
           
No obstante, esta idea de salvación funciona como noción filosófica en el propio campo del hacer filosófico. Ya que aparece como una meta y objetivo de la práctica y de la vida filosófica. El que se salva es quien está en un estado de alerta, de resistencia, de dominio, y de soberanía de sí mismo. Esto le permite rechazar los ataques y los asaltos a que es sometido.

En este sentido, salvarse a uno mismo significa liberarme de aquella coacción que me amenaza, con lo cual vuelvo a gozar de mis derechos propios, es decir, me encuentro con mi propia libertad e identidad. Significa que me mantengo en un estado continuo de dominio de mí mismo, dominio ante cualesquiera que sean los sucesos que me acontezcan.

Al salvarme constituyo la posibilidad de acceder a bienes que no poseía en un principio; me beneficio y disfruto de un bienestar que me otorgo a mí mismo, y que soy yo mismo quien se lo procura. Al salvarme aseguro mi propia felicidad, mi tranquilidad y mi serenidad.

Salvarse posee significaciones favorables a mi vida, no envía a la dramatización de un suceso que me permite pasar de lo desfavorable a lo favorable de mi vida. El término salvación sólo envía a la vida misma. Uno no se salva con relación a un suceso dramático. La salvación es una actividad que desarrollo a lo largo de toda mi vida, y el único agente de tal acción es el propio sujeto, esto es, yo.

La salvación de mi mismo contiene dos temas, por una parte, la ataraxia o ausencia de preocupaciones, por la otra, la autarquía o la autosuficiencia que hace que no tenga necesidad de nadie más que de mí mismo. Éstas constituyen la recompensa por la actividad de salvación que uno ha desarrollado durante toda su vida.

La salvación de mi mismo es una actividad permanente sobre mí mismo; en la que encuentro mi recompensa en una relación de mí mismo, la cual está caracterizada por la ausencia de conflictos y por una satisfacción que no necesita de nadie más que de mí mismo.

Ésta es una forma vigilante, continua y acabada de la relación de mí mismo, y que se cierra sobre sí misma. Uno se salva por sí y para sí. Uno se salva para llegar a ser uno mismo. En esta salvación, de carácter helenístico y romano, yo constituyo la finalidad de mi salvación. Esta idea de salvación asegura el acceso a mí mismo; un acceso que es indisociable del tiempo y de la vida de trabajo que yo realizo sobre mí mismo.

A partir de esta idea de salvación se plantea la siguiente interrogante: ¿Qué precio tengo que pagar para tener acceso a mi salvación? El precio, en cuestión, está inscrito en el sujeto mismo, bajo la forma de: ¿Qué trabajo debo realizar sobre mí mismo? ¿Qué elaboración debo de hacer de mí mismo?  ¿Qué modificación del ser debo efectuar para poder acceder a mi salvación?

Platón plantea al respecto el concepto de epistrofé. En éste se distinguen cuatro elementos, a saber: Alejarse de las apariencias; volver sobre sí comprobando la propia ignorancia; realizar actos de reminiscencia; y retornar al territorio ontológico, esto es, al lugar de las esencias, de la verdad y del ser.

Los estoicos romanos transformaron la épistrofe en conversión. A diferencia de la épistrofe platónica, en la conversión estoica se trata, en particular, de liberarse de aquello de lo que dependemos, de aquello que no controlamos; más que de liberarse del cuerpo, en tanto que centro fijo de una relación cerrada y completa de uno para consigo mismo. También podemos entender la noción de conversión como una noción contrapuesta a la de procesión, en particular como lo ha expuesto Plotino.


La conversión es un proceso largo y continuo, un proceso de auto-subjetivación. Y se plantea la siguiente pregunta: ¿Cómo establezco una relación adecuada y plena para conmigo mismo, si me he fijado a mi mismo como objeto de esta relación?

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