sábado, 22 de febrero de 2014

CAMBIOS Y RESISTENCIAS BÚSQUEDA DE UN ESTADO PRODUCTIVO DE TENSIÓN: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

Una expresión, ya común, en el ámbito organizacional y gerencial es que «la gente no se resiste al cambio, sino que se resiste a ser cambiada». De allí que cuando se desea realizar un cambio personal, organizacional o empresarial siempre existirá una resistencia al cambio. Tal resistencia es normal, y es esperada por quienes deben equilibrar las relaciones entre generar cambios y asimilar los cambios surgidos desde los mandos gerenciales. Pues deben contribuir a que los grupos o equipos de trabajo asimilen las nuevas ideas.

La resistencia, en términos generales, es cualquier fuerza que retarda, detiene o deforma una acción que tiende a variar o paralizar la forma de un sistema. La resistencia no es, necesariamente, una fuerza excluyente ni negadora. La resistencia es una tendencia que busca equilibrar fuerzas emotivas y racionales en un nuevo sistema social dado, sea éste el resultado de un proceso planificado o espontáneo.

Las personas se resisten por un propósito, pues tienen una voluntad. Si alguien acepta todo lo que viene del exterior sin oponer resistencia se estaría comportando como un ser sin voluntad, como algo que puede ser moldeable libremente. La resistencia, entonces, es parte de la personalidad. En este sentido es una actitud generadora. Lo que no se espera es que siempre quiera permanecer como sí misma, como negación de todo lo otro, esto es, del cambio que por naturaleza también le pertenece.   

  La persona que quiere impulsar un cambio y aquella que plantea que no es apropiado están ligadas bajo un mismo denominador común: el instinto de conservación. Por una parte, muchas personas consideran que el sacrificio personal y social en el proceso de cambio es superior a los resultados que se pudieren obtener de él; de ser cierto esto sería un sacrificio, sin embargo si los resultados son superiores sería una inversión beneficiosa, no hay tal sacrificio. Por otra parte, muchas personas piensan que el nuevo orden quebrantará algún principio de privilegio que hayan obtenido; esta será una postura egoísta de conservación de lo que se ha alcanzado condicionada por la conservación.

La resistencia es parte inevitable y natural ante todo cambio que no proviene de mi mismo. Tal resistencia está enraizada en mi parte afectiva, en la estructura de mi carácter, que ha sido moldeada por todas las circunstancias sociales y culturales; de modo tal a las primeras de cambio siento la necesidad de hacer lo que tengo que hacer a partir de aquellas condicionantes que me constituyen.

Como toda sociedad y todo individuo son mutables es necesario determinar que fuerzas son requeridas para encontrar un equilibrio, que sea lo suficientemente elástico para construir, dentro del proceso de cambio, un estado productivo de tensión. Tales fuerzas de cambios pueden provenir, por una parte, desde el ámbito externo o cambios en el modelo social; por la otra, desde el ámbito interno de la organización, de la persona, de la empresa. Si en una organización o empresa, las ideas de cambios son sólo generadas desde el contexto exterior el compromiso de las personas involucradas será relativo, y el aprendizaje carecerá de desarrollo e imaginación.

La resistencia es una fuerza imperativa, ya hemos percibido. Así cuando una organización o una persona enfrenta un proceso de cambio con el sólo propósito de utilizar recursos y procesos, pero no define ni obtiene resultados relevantes, los estímulos para el cambio pierden efectividad y la credibilidad disminuye. En este caso, la resistencia se da como una fuerza restrictiva. Por el contrario, cuando en un proceso de cambio se plantean propósitos, se definen resultados y se obtienen, entonces se adquiere efectividad y credibilidad, la resistencia, en este caso, actúa como una fuerza propulsora.

Cada organización, cada empresa y cada individuo convierten sus ideas y pensamientos en modos perennes, no susceptibles a cuestionamientos, es lo natural. Toda vida está constituida por asentimientos básicos, que se terminan constituyendo en creencias; y asentadas sobre tales creencias esta el mundo que aparece como una interpretación dada, una idea que se tiene sobre el mundo y sobre mis mismas ideas.

Cuando esta interpretación del mundo es inamovible, cuando está cosificada la posibilidad de generar o adoptar cambios se hace difícil, lo que provoca un antagonismo irreversible. Para que los procesos de cambio tengan sentido y la resistencia sea una fuerza propulsora, es necesario pensar en el tipo de interpretación que tengo del mundo y de mi mismo, para que los cambios puedan llevarse adelante debo concebir éstos como criterio de hacer general, y no de excepción. Es decir, el cambio debe concebirse como algo incito en la naturaleza de la persona, de la empresa u organización.

El cambio debe operar en forma permanente en las organizaciones, en forma discreta sería recomendable, con interrupciones en los cambios, de forma intencional, para permitir a las personas en estos espacios de aparente interrupción reflexionar para aprender. Si el proceso de cambio es metódico y analítico, sin detrimento de las intuiciones, éste será continuo y esperado y, en algunos casos, será tal cambio será demandado por las mismas personas que ya se han habituado a tales cambios.


Si el cambio, por el contrario, se plantea como un hecho aislado, no planificados sólo servirá para condicionar un ambiente de hipocresía colectiva, de actitudes negadoras, la resistencia actuará como una fuerza restrictiva. Fomentará actitudes que mostrarán que el tiempo y los esfuerzos dirigidos hacia los resultados fracasarán. Lo peor de tal situación no es el fracaso, sino su justificación. Allí radicará el triunfo de la resistencia restrictiva.

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