sábado, 17 de febrero de 2018

EL MARCO DE LA CULPA: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA


El tercer error que cometemos en nuestras conversaciones del ¿qué pasó? tiene que ver con enmarcar a la otra persona en la culpa. Por ello, en la mayor parte de nuestras conversaciones difíciles nos concentramos en ver ¿quién tiene la culpa del problema en que estamos metidos? ¿Quién es el culpable de esta situación? Y, por supuesto, la culpa siempre será del otro, nosotros inocentes.

En esto se nos va la mayor parte de nuestra energía. En descubrir o más que descubrir en achacar a la otra persona la culpa de lo que estamos viviendo. Nos concentramos en la culpa, y no en la solución. Porque la primera es más fácil de abordar; la segunda requiere inversión y esfuerzo, entre otras cosas.

En este señalar quien tiene la culpa perdemos o gastamos mucho tiempo. Es un derroche de energía y tiempo, además de ser una acumulación de malestares y rabias. Entramos en vórtice de desorden emocional, en un estado de supervivencia de nuestra identidad, de nuestra relación interpersonal. Somos caóticos en este echar la culpa a otros u otros. Esta actitud es tóxica y si perseveramos en ella lo es mucho más.

El echarle la culpa al otro produce desacuerdos, negación y deja poco que aprender. E incluso si nos echamos la culpa a nosotros mismos igualmente nos colocamos en una posición de negación, la cual deja poco que aprender. La culpa cierra los caminos al aprendizaje, a la interacción porque se basa en desacuerdos que no se buscan resolver. La culpa es una acusación directa, que nos descarga de la búsqueda de alternativas de solución. 


La culpa contiene en sí el temor al castigo o la imputación de un castigo; por ejemplo, eres culpable te dejo de hablar o no tendrás merienda hoy. Si soy culpable temo el castigo que recibiré, si el otro es culpable impondré sobre él castigo que se merece. La culpa observa nuestra parte más primitiva, la que pone en riesgo nuestra supervivencia física o emocional.

Por otra parte, la culpa está dirigida a una respuesta: blanco o negro. Dos extremos que se excluyen. Me quieres o no me quieres. En la culpa no hay punto medio; el equilibrio supuestamente se salda con una respuesta extrema. Te castigo o te ignoro. La culpa arraiga en lo más hondo del individuo, por eso es de larga duración y de consecuencias aterradoras.

Ninguno de nosotros queremos que nos culpen, pues la culpa se convierte en un estigma. Y a veces, quien nos culpa la esgrime como un trofeo que puede mostrar a los otros, con lo cual nos hace más daño.

En el hecho de no sentirnos culpables o evitar que alguien nos culpe invertimos mucha energía, mucha disposición para evitarlo. Si alguien nos culpa ponemos nuestra máxima energía en defendernos, por cuanto nos sentimos amenazados. Y al defendernos cerramos toda otra opción, solo nos concentramos en la defensa, ya que ésta no permite distracción.

Por ello, cuando entramos en el marco de la culpa quedamos impedidos de poder averiguar ¿por qué resultaron mal las cosas? y ¿cómo podemos corregirlas? La culpa excluye el aprendizaje, excluye la indagación constructiva. Porque o asumimos un estado de defensa o una posición de acusador. En el primer caso, no hay apertura solo defendemos nuestra supervivencia; en el segundo, el acusador esgrime la culpa como una verdad.

Para poder darle solución a las conversaciones difíciles es necesario, en primer término, suspender el juicio de la culpa. Éste nos conduce a un atolladero, a un camino sin salida. Nos encontramos con muros de contención. Por un lado, la defensa; por el otro, la verdad absoluta.

En segundo lugar, al suspender el juicio de la culpa tenemos la apertura para enfocarnos en la comprensión del «sistema de contribución». Que por una lado, pueden «contribuciones inadecuada o negativas» y por otro «contribuciones adecuadas o positivas». El análisis de este sistema de contribuciones nos permite conocer las causas reales del problema y trabajar en ellas para corregirlas.

La suspensión del juicio de culpa y la apertura al sistema de contribución implica una actitud de aprendizaje importante, en nuestra capacidad de buscar soluciones a las conversaciones difíciles. Por lo que es necesario explorar ambos aspectos.

Referencias:
Twitter: @obeddelfin

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