miércoles, 5 de agosto de 2015

NUESTRO PENSAR-HACER Y LA TEORÍA DE LAS VENTANAS ROTAS: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

Establecer relación entre nuestro pensar-hacer y la teoría de las ventanas rotas es importante, porque nos lleva a considerar permanentemente la responsabilidad que tenemos de este ser que somos. Como es bien sabido, la «teoría de las ventana rotas» apunta al hecho que cuando no se atienden las cosas cotidianas éstas se deterioran y este deterioro produce, a su vez, un efecto de cascada sobre el entorno.

            Cuando en nuestro pensar-hacer cotidiano comenzamos a descuidar o no atender las cosas de cada día, iniciamos un alud de acontecimientos en nuestro entorno que terminaremos por estar en las consecuencias acotadas por la teoría de la ventana rota. Esto lo podemos hacer por descuido, hastío o por cualquier otra razón, pero los efectos serán los mismos; es decir, nuestro pensar-hacer y nuestro entorno se convertirán en algo deteriorado.       

            Nuestra «ventana rota» o «ventanas rotas» tienen muchas maneras de manifestarse, algunas comienzan por causas exógenas a nuestro pensar-hacer, éstas nos cuesta percibirlas. Ya que, somos empujados por diversos sujetos o factores a actuar en un estado de abandono y caótico. Son de consecuencias catastróficas, por decir lo menos. Por ejemplo, los entornos familiares que atropellan a los sujetos que en ella hacen vida, y causan todas esas ventanas rotas; los ámbitos gerenciales y corporativos mezquinos y altamente tóxicos que producen sujetos devastados.

            Otras «ventanas rotas» las producimos nosotros por causas endógenas. Éstas dependen de nuestra responsabilidad y no podemos andar achacándoselas a otros. A este tipo de «ventanas rotas» abocaré este artículo, porque competen a nuestras decisiones y actitudes ante la vida. En muchos casos, en nuestra adolescencia comenzamos un proceso de «ventanas rotas», la cual considero muy propias de esta etapa existencial e incluso necesaria. Pero que no pueden convertirse o arraigarse en actitudes permanentes. En la adolescencia descuidamos nuestros haceres, nos importan poco es verdad. Pero ya más entrados en la vida, esta actitud no puede continuar, porque generamos diversas relaciones externas; sean éstas sentimentales, laborales, familiares…

            Y en este conjunto de relaciones que vamos tejiendo nuestro pensar-hacer está plenamente implícito. Relaciones para con nosotros mismos y con  los otros. A veces permanecemos en actitudes de «ventanas rotas». Ya que no mostramos interés, por ejemplo, en los estudios y descuidamos ese hacer dando diversas razones para no asumir nuestra responsabilidad; o en el ámbito de trabajo achacamos nuestra irresponsabilidad aduciendo que nos pagan muy poco y por esa paga para que vamos hacer bien el trabajo que nos corresponde.     

            Estas «ventanas rotas» se van ampliando a nuestra vida intelectual, emocional, de relaciones interpersonales; y en éstas últimas las consecuencias son cooperativas, pues arrastramos a otros en el derrumbe y deterioro de nuestro entorno. En esa intrínseca relación entre lo individual y lo social, las «ventanas rotas» van deteriorando nuestra vida y la de los otros. Porque somos muchas gentes, como bien dice Rodolfo Páez.

            La desatención de nuestra vida y de nuestro entorno existencial es la causa de la proliferación de nuestras «ventanas rotas». Nos parece tan normal ese descuido que, muchas veces, hacemos alarde de tal. En otros casos, lo aupamos como una actitud favorable en función de nuestro pensar-hacer; luego no sabemos por qué las relaciones no funcionaron y fueron desastrosas, o por qué nuestra vida va en una constante caída.

            Nuestra vida se va «vandalizando» en la medida que incrementamos esa nuestra actitud destructiva de ventanas. En la medida que asumimos nuestro pensar-hacer con vista a un fin desfavorable a la vida personal y social, convertimos éstas en un vertedero de desastres. En el peor de los casos, cuando esta etapa destructora se incrementa llegamos a la violencia interpersonal con aquellos que hacemos vida; o tal vez sea mejor decir con aquellos con quienes estamos arrojados al des-vivir.

            En esta actitud hacemos de nuestro habitar una pesadilla. Pues ya no habitamos; solo somos un algo, un desinterés, una despreocupación. En este pensar-hacer reafirmamos y multiplicamos este tipo de anti-vida, que más que vida es ausencia de tal. Y la profecía auto-cumplida se hace realidad, nuestra existencia como lo habíamos pensados se materializa irremediablemente. Nos hemos atrapado en esas roturas y, aparentemente, cuando ya hemos roto la primera ventana seguimos sin darnos cuenta.

            Es necesario que nos demos cuenta que no podemos acumular ventanas rotas, ya que estoy genera deterioro en nuestras vidas. Así mismo, debemos ser conscientes que siempre las romperemos, ya que no somos perfectos. Debemos tratar de minimizar los daños y aprender, permanente, a reconstruir los efectos de tales roturas. Ya que siempre vamos a estar en esta dinámica del caos, porque debemos recordar que éste se realiza más rápidamente que el orden, es la entropía en la cual nos desenvolvemos. No obstante, es nuestra responsabilidad cuál actitud y acciones elegimos llevar a cabo.          


PD. En facebook: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA OBED DELFÍN

Escucha: «PASIÓN Y RAZÓN» por WWW.ARTE958FM.COM y WWW.RADDIOS.COM/2218-ARTE  (todos los martes desde las 2:00 pm, hora de Caracas)

No hay comentarios:

Publicar un comentario