jueves, 13 de agosto de 2015

IDENTIDADES Y PLURICULTURALIDADES EN NUESTRO PENSAR-HACER: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

Al hablar de nuestros haceres en comunidades pluriculturales tenemos que plantearnos espacios de derechos y deberes mutuamente compartidos. Ya que en condiciones de justicia e igualdad podemos llegar a plantearnos la integración entre nuestras diversas posiciones o puntos de vistas; donde cada persona tiene la posibilidad de oponerse a la asimilación que, muchas veces, encierra la propia integración. En este sentido, el discurso de la integración es insuficiente.

Será más conveniente, entonces, plantearse la posibilidad de construir comunidades integradas e integradoras; y no la construcción de comunidades de integración que involucran personas o grupo social o cultural que no se integran. Esto implica re-definir nuestra visión personal e interpersonal, sea ésta social, laboral, económica…; consiste en re-definirnos los tipos de comunidades en la que actuamos y en la que queremos actuar. Cuando me refiero a comunidades, me refiero a los ámbitos en que nos desenvolvemos diariamente. 

Para una re­-definición adecuada debemos adquirir una plena idea de nuestras comunidades; ya que así tendremos la posibilidad de acceder a su contexto cultural e incidir culturalmente en ese contexto que habitamos. Esto es lo que Armengol denomina «democracia cultural»; donde se asegura a cada uno de nosotros seamos sujetos activos de producción cultural, y podamos ejercer esa producción con libertad, responsabilidad y autonomía. Esto es, donde cada uno de nosotros podamos conducir nuestra cultura y nuestra vida con respeto a nuestra propia identidad cultural; y por supuesto, con respeto por la identidad cultural de los otros. 

Lo opuesto, es cuando asumimos bienes culturales que son elaborados y proporcionados por otros, y que consideramos que son nuestros. Los cuales, muchas veces, son elaborados por otras relaciones de poder, que son comercializan y que nosotros demandamos por la constante acción publicitaria.

Cuando las relaciones pluriculturales son producto de nuestros haceres tendemos a considerar las comunidades como lugares de encuentro, de intercambio. Desde este punto de vista, vislumbramos nuestras comunidades como espacios de reflexión; donde la comunidad no es solo un lugar de adquisición, de clasificación, de contemplación. Ahora es un lugar de hacer e intercambio ciudadano, es decir, de producción personal y social.

Nuestras identidades y pluriculturalidades pasan a convertirse en elementos de aprendizajes, en el marco de un aprender permanente y pluricultural de primer orden; de este modo nuestras relaciones social se convierten en espacios de recreación estética. Nuestros patrimonios culturales son, a la vez, nuestros y de los otros; a todos nos pertenece, por lo cual participamos en su producción, promoción y gestión. Esto es importante tenerlo en consideración, ya que hay momentos en que nuestras identidades se pueden volver difusas, y asumir características diferenciadoras y excluyentes.

En este sentido, la participación socio-cultural fluye abiertamente al hacer uso del asociacionismo, lo que nos permite desarrollar labores de atención, de asesoramiento, de orientación, de acompañamiento mutuo. Debemos reconocer, que en la práctica, muchas veces esta asociación entre las personas carece de medios para alcanzar resultados a adecuados a sus propósitos generales; lo que no le permite resolver inicialmente sus asuntos cotidianos. Esto, por supuesto, requiere un aprendizaje cooperativo.

Plantearnos la cuestión de la participación social como formadora de nuestras identidades no es nada extraño, pues ya estamos ella. Nos desenvolvemos en diversos ámbitos durante  nuestra vida, y éstos son nuestras comunidades, las cuales van modelando nuestras identidades y éstas son pluriculturales. En estas comunidades formamos vínculos sociales, vínculos afectivos que presiden nuestras las relaciones mutuas y articulan nuestro de ser de afuera y de adentro.

Consideramos que nuestras identidades son formadas al compás de las comunidades a las que pertenecemos, y éstas son un espacio que propician nuestra participación cultural, son un elemento multiplicador de nuestro pensar-hacer. Creemos que esa pluriculturalidad reflexiva contribuye a generar la tolerancia, fomenta el respeto y la atención a la diversidad. Por lo cual, los diversos ámbitos en que nos desenvolvemos deben ser apreciados como espacios de aprendizaje multidisciplinario e intercultural.

El interés por nuestros ámbitos de vida debe estar en función de nuestras necesidades culturales, necesidades que debemos satisfacer y ser el resultado de una visión del mundo. De esta manera, conseguiremos que nuestra vida personal y social sea un importante factor de dinamización cultural en las comunidades en las cuales intercambiamos con el otro. En esos ámbitos debemos buscar nuestras identidades, nuestras raíces y la comprehensión del mundo que nos rodea. Esto es importante porque, en última instancia, nos acerca a nosotros mismos.

Somos una construcción intercultural susceptible de ser modificados. Es necesario producir comunidades con enfoques pluriculturales. Debemos comprender que tenemos referentes culturales, visiones del mundo, expectativas, creencias y significados diversos; en muchos casos, encontrados. Los cuales influyen en nuestro aprendizaje, en los procesos y en los resultados de nuestra vida.


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