martes, 26 de mayo de 2015

TRAS LA BÚSQUEDA DE NUESTRO PENSAR: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

Pensamos en las cosas y a partir de allí elaboramos ideas sobre ellas. Es ésta una exigencia elemental, pero que no siempre realizamos. Se nos ocurren pensamientos acerca de muchas y éstos poseen diversos grados de certeza; van desde los pensamientos más comunes a los más elaborados, que llegan a ser «verdades o teorías científicas» de una época. Unos u otros, como señala Ortega y Gasset, son «ocurrencias» que surgen en nosotros.

El sujeto está antes de que se le ocurran estas ideas. Estamos antes con respecto estas ideas, pensamientos u ocurrencias. Nuestros pensamientos aparecen en una vida que ya preexiste, y se enfrentan con ella.  Llegamos a esas ideas por un acto particular de pensar; son pensamientos que producimos por una elaboración lógica que llamamos razonamientos. Estos pensamientos no son nuestro mundo ni nuestro ser, porque se nos han ocurrido.

Los pensamientos o «ideas-ocurrencias» las producimos nosotros, a éstas las interpretamos, las discutimos, las propagamos, planteamos en sus pros y sus contras. Porque la verdad en que se sustentan nos resulta relativo, y han sido planteadas en un horizontes de diversas perspectivas. Pero no vivimos de ellas, ya que no son un fenómeno vital.

Estas ideas son obra de nuestro pensar; éstas no son parte de nuestro sustrato de vida. Con ellas nos encontramos o las elaboramos en el decurso de nuestra vida. Es el resultado de nuestro hacer intelectual. Llegamos a estos pensamientos por medio del trabajo de nuestro entendimiento. Nuestras ideas, pensamientos solo existen mientras las pensamos, por eso necesitan ser formulados. No están allí esperándonos, nosotros estamos antes.

Nuestros pensamientos tienen una realidad problemática. Podemos postergar para luego seguir pensando en una cosa. Incluso no tenemos certeza de eso que pensamos, es lo más común fluctuar en esa incerteza cuando pensamos. El pensar siempre nos depara una violenta sorpresa. Es siempre un interrogar, un cuestionar. Ya que no contamos con nada, todo tenemos que producirlo. Este pensar es lo menos eficiente de nuestra vida, por las implicaciones que tiene en nuestra actividad intelectual, nos detiene mucho. Tal vez por eso últimamente aconsejan tanto que no pensemos. 

Al fluctuar en este mundo de ideas vivimos en un azoramiento con respecto al mundo. Un azoramiento que para muchos es preferible evitar, incluso ya no desean confiar en la razón. Como si ésta fuese una especia de peste medieval. Pero en la palabra que dice cualquier cosa dicen otra cosa. Por el contrario, al pensar tenemos conciencia de nosotros y de lo que nos rodea; de nuestros fantasmas, de nuestros imaginarios. Dejamos de actuar de manera latente.      

Los pensamientos que producimos sobre las cosas, sean nuestros o que hemos asumidos, no poseen un valor de verdad, ni de realidad permanente. Actuamos con ellos sabiendo que son formas de interpretar al mundo. Hacemos uso de éstos de acuerdo a las circunstancias en que nos encontramos. La certeza de un pensamiento corresponde a la interpretación que tenemos de la realidad particular.

Insertamos nuestros pensamientos en una realidad conformada por creencias. Con  nuestro pensar tenemos que aprender, circunstancialmente, a conseguir claridad sobre qué atenernos en el mundo.  No sabemos qué hacerse con nuestras ideas, con nuestro pensar. Ignoramos cuál es nuestro oficio auténtico. Tenemos que aprender a integrar nuestra vida intelectual. Que en otros artículos he dicho es una apasionada-razón o una razón-apasionada.

Tenemos que ponernos a pensar en los asuntos que nos conciernen. Tenemos que pensar para develar la realidad constitutiva de nuestra vida; develar nuestras adhesiones automáticas. Está en nuestras manos hacerlo, es algo que depende de nuestra voluntad de poder.      

Nuestros pensamientos solo los ejercemos sobre lo que es cuestionable. Nuestras ideas se nutren de lo cuestionable. El pensar necesita de la crítica. Se sostiene, se afirma al apoyarse en otras ideas que son cuestionables, y entre las cuales se forma una pegajosa tela de araña. Así podemos estructurar un mundo integrado por ideas, por críticas de las que nos sabemos productores y responsables.

No hay ideas inmutables. Éstas se reducen a las interpretaciones y a las referencias a otras ideas. Eso es todo nuestro pensar, de allí su dificultad. Lo que podemos es contrastar nuestras ideas con las de los demás. No podemos erigirlas como verdades. La verdad es excluyente, así como los dioses. Dos dioses no caben en un mismo templo.

Nuestros pensamientos nos hacen necesitados de los otros. Por ello, la filosofía es menesterosa. Ya lo dijo el divino Platón. En esto somos combinaciones, aleaciones, búsquedas intelectuales. Entre nosotros y nuestros pensamientos hay la distancia infranqueable de la búsqueda. Una búsqueda que nos da independencia, porque podemos superar nuestras ideas, nuestros pensamientos. Recordemos que sobre sus productores.

Podemos ponernos serios o reírnos de nuestros pensamientos; comportarnos de acuerdo a lo que pensamos. No estamos obligados a creer en nuestros pensamientos; ya que presentimos en ellos el riesgo de fiarnos ciegamente a nuestras ideas. Podemos ser consecuentes o no con nuestras ideas. Abandonarlas en el camino por otras. Por esta razón, corregimos y modificamos nuestras ideas. Nuestra relación con las ideas, con el mundo intelectual es una relación que nosotros construimos. Y esta relación no es de fe, sino de incertezas.  


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Escucha: «PASIÓN Y RAZÓN» por WWW.ARTE958FM.COM y WWW.RADDIOS.COM/2218-ARTE  (todos los martes desde las 2:00 pm, hora de Caracas)

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