martes, 19 de mayo de 2015

DE LA NECESIDAD E IMPORTANCIA DE NUESTRAS CREENCIAS: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

Como bien dice Ortega y Gasset en nuestras creencias estamos. Contamos con nuestras creencias para andar por la vida.  Por ello, para en entender a una persona tenemos que saber cuáles son sus creencias. Por el contrario, estaremos observando a una persona que no es ella, lo que nos impide tener cierta claridad sobre ella.   

Todos nosotros estamos constituidos por creencias; y de una u otra formas tenemos nuestra vida puesta sobre ellas. Nuestro vivir es un constante tener que interactuar con algo, esto es, con nuestro mundo y con nosotros mismos. Y en este interactuar nos encontramos bajo un conjunto de interpretaciones que nos anteceden; de formas de ver el mundo e incluso de vernos a nosotros.

En este nuestro vivir nos ponemos, sin saberlo, sobre un sustrato de pareceres que vamos adoptando poco a poco.  Estas son nuestras creencias. Las creencias no nos surgen así de improviso, no llegamos a éstas a través de nuestro pensar.  Las creencias son verdades que nos permiten vivir de manera segura. Sin ellas nada seríamos. Por eso nuestras creencias son el continente donde habitamos. Y nuestro habitar habita en ellas.

 Las creencias tienen en nuestra vida contenidos generales. Por ello, nosotros somos creencias: y éstas terminan confundiéndose con la misma realidad porque, como dice Ortega y Gasset, «son nuestro mundo y nuestro ser». Las creencias no se nos ocurren, ni forman parte de nuestros pensamientos, solo los determinan. Cuando entendemos lo que son las creencias   caemos en cuenta el papel que éstas juegan en nuestra vida; y el sentido funcional que poseen.

Las creencias suponen nuestra vida, no podemos vivir sin ellas; porque suponen y soportan nuestra vida, que se asienta en creencias que nunca llegamos a producir. Las creencias no las formulamos nosotros ni las discutimos; eso sí las propagamos y las sostenemos. En las creencias «simplemente estamos en ellas», y siempre estamos en ellas. Incluso las tenemos, son nuestra propiedad, tal vez, la más valiosa propiedad. Por esta razón, siguiendo a Ortega y Gasset «la creencia es quien nos tiene y sostiene a nosotros». Sin ellas nada somos, o tal vez solo somos un sueño o una pesadilla.

En las creencias nos encontramos, nos reconocemos. Están allí mucho antes que nos ocupemos de pensar-hacer. Las creencias tienden a ser permanentes, porque hacen ser nuestra identidad. Estamos dentro de éstas. Las creencias son nuestro en nuestro fondo y en él operan  cuando pensamos-actuamos sobre algo. Aludimos a ellas como lo hacemos con la realidad, con nuestro entorno. Las creencias no las pensamos, las vivimos. Ocupan el primer lugar en nuestro existir, siempre contamos con ellas y lo hacemos sin pausa ni reflexión.

No nos damos cuenta de nuestros motivos, de la resolución que hemos adoptado, de la ejecución de las acciones con que hacemos las cosas. No nos cuestionamos, ni por un momento, nuestro pensar-hacer. ¿Por qué? Porque la creencia existe y nos antecede. Ella es lo más importante de todo; ella es el supuesto en que asentamos toda nuestra vida. De este modo, contamos con las creencias y no pensamos. Cuando no pensamos algo es porque ya contamos con eso; y así se dan las creencias en nuestra vida.

La mayor eficacia en nuestra vida se da por todas aquellas creencias con que contamos, y porque contamos con ellas no pensamos. Hacer nuestro inventario personal desde las creencias con que contamos, será re-construir nuestra historia y esclarecer nuestra vida desde el sustrato de nuestra narrativa. Las creencias constituyen las bases fundacionales de nuestra vida, sobre las que acontece nuestro devenir. Éstas nos ponen en frente lo que es nuestra realidad.

Todo nuestro pensar-hacer depende de nuestro sistema de creencias. En ellas «vivimos, actuamos y somos». Por lo general, no tenemos conciencia plena de nuestras creencias; ya que  no las pensamos, a través de ésta actuamos, hacemos y pensamos. De ahí que, cuando creemos en una cosa siempre «contamos con ella» como una verdad inmutable. Esto nos hace realizar una «vida viviente» como diría Ortega y Gasset.

Nosotros no podemos evitar reconocer la creencia como una verdad; nos adherimos automática y mecánicamente a ella. Esta imperiosa realidad se convierte en algo a lo cual dependemos, con lo que contamos, queramos o no. En este sentido, la creencia es nuestra contra-voluntad; aquello con que nos topamos en su completitud. Y son incuestionables, por ello son una verdad. «Con nuestras creencias estamos inseparablemente unidos», señala Ortega y Gasset; por eso somos creencias.

Somos crédulos. Por eso el sustrato de nuestra vida, formado por creencias, es el que sostiene toda nuestro pensar-hacer. Éstas son el continente firme en el cual nos afanamos a diario. Ahora bien, entre las creencias que tenemos una de ellas es la creencia en nuestra razón, en nuestra inteligencia. Con todo lo sucedido, esta creencia subsiste; pues seguimos creyendo en la eficiencia de nuestro intelecto como una de las realidades existentes, y que integran nuestra vida. Sin embargo, tenemos que atender que una cosa es nuestra fe en la inteligencia y otra es nuestra creencia en las «ideas» que nuestra inteligencia configura. En la primera se cree a píe juntillas, en la segunda no tanto. No obstante, nos servirá para re-configurar nuestro pensar-hacer, nuestro mundo, nuestra vida.


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Escucha: «PASIÓN Y RAZÓN» por WWW.ARTE958FM.COM y WWW.RADDIOS.COM/2218-ARTE  (todos los martes desde las 2:00 pm, hora de Caracas)

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