miércoles, 9 de abril de 2014

LA FORMACIÓN DEL DISCURSO EMOTIVO: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

Las formación de las emociones, cualquiera que sea su generalidad, no es sólo el resultado de operaciones efectuadas por los individuos en el espesor de los hábitos colectivos; no constituyen el esquema descarnado de todo un trabajo oscuro, a través del cual las emociones afloran a través de las ilusiones, de los prejuicios, los errares y las tradiciones depositadas en la historia.

El campo emocional deja aparecer las regularidades y compulsiones discursivas que hacen posible la multiplicidad heterogénea de éstas, más allá de la abundancia de las creencias, de las representaciones a las que nos acostumbramos a dirigirnos cuando hacemos la historia de nuestras ideas y emociones.

En cuanto al análisis y exposición de las emociones entran en relación los diferentes dominios discursivos, algunas veces de una manera titubeante sin control metódico suficiente; ya que se trata de describir e interpretar la formación discursiva en todas sus dimensiones, y de acuerdo con sus características propias. En muchos casos, se intenta definir las reglas de formación de las emociones, de las modalidades enunciativas, de los conceptos, y de las elecciones cognitivas-emotivas.

El análisis de las formaciones emotivas se opone a muchas descripciones habituales. Pues se tiene la costumbre de considerar que los discursos y la ordenación emotiva no son otra cosa que el resultado de una elaboración largo tiempo sinuosa, en la que están en juego la lengua y el pensamiento, la experiencia empírica y las categorías, lo vivido y las necesidades ideales, la contingencia de los acontecimientos y el juego de las compulsiones formales de cada sujeto.

Detrás de la fachada visible del sistema de emociones se supone, por una parte, la rica incertidumbre del desorden; por otra, bajo la tenue superficie del discurso se presume toda una masa de un devenir en parte silencioso, un conjunto pre-sistemático que no está en relación con el orden del sistema; ya que proviene de un esencial mutismo. En este aspecto, el discurso emotivo se producirá en un conjunto complejo de reservas.

El discurso emocional brota a través de formulaciones manifiestas, que se esconden bajo lo que aparece y que secretamente se desdoblan; cada discurso oculta el poder de decir lo que dice, envuelve así una pluralidad de sentidos. En esta exuberancia de significados quiere establecer relación con un significante único, el sujeto objeto de emociones. El discurso vuelve aparecer como plenitud y riqueza indefinida.

Cada emoción tomada en consideración es admitida como la expresión de una totalidad a la que pertenece y la rebasa. De este modo, se sustituye la diversidad de las cosas dichas por una especie de gran texto homogéneo, no articulado hasta el momento; por medio del cual se va exponiendo lo que los sujetos han querido sentir. No sólo en sus palabras y textos, en sus discursos y escritos; sino en las instituciones, en las prácticas, las técnicas y los objetos que producen.

La connotación emotiva es una manera de reaccionar a lo enunciativo, de compensar la multiplicación del sentido; una manera de hablar a partir de ella y a pesar de ella. El tiempo de las emociones no es la traducción del tiempo oscuro del pensamiento. Es su aparente claridad que deslumbra.

Describir un conjunto de emociones o una formación emotiva, no con la intención de encontrar en ellas el momento del origen, sino de querer encontrar en éstas las formas específicas de una acumulación. Tal descripción no pone al día una interpretación, no descubre un fundamento, ni libera actos constituyentes, sino que ésta consiste en establecer una positividad. Trata de determinar el tipo o forma de positividad de un discurso, que lo caracteriza.

El análisis de las emociones individualiza y describe unas formaciones emotivas en una historia específica, no en una verdad. Busca compararlas y oponerlas unas a otras en la simultaneidad en que se presentan; distinguirlas de las que no tienen el mismo espacio-tiempo, ponerlas en relación con las prácticas discursivas y no discursivas que las rodean y les sirven de fundamento general.

El estudio se ejerce por medio de una multiplicidad de registros emotivos que recorren intersticios y desviaciones; que busca los dominios en donde las unidades se yuxtaponen, se separan, donde se fijan sus aristas, se enfrentan y establecen entre ellas espacios en blanco.


En este caso, la búsqueda se dirige a un tipo singular de discurso —el de las emociones—para establecer comparaciones entre sus límites cronológicos; asimismo busca describir y analizar un campo institucional en el cual éstas se fijan. Un conjunto de acontecimientos, de prácticas, un encadenamiento de procesos en los que figuran oscilaciones de diferentes niveles en los cuales tales emociones se van insertando paulatinamente de manera natural. Y también por una especie de aproximación lateral, que pone en funcionamiento varias positividades distintas, cuyos estados afines determinan y confrontan con otros tipos de discursos, del cual han tomado su lugar en una época determinada.

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