Las formación
de las emociones, cualquiera que sea su generalidad, no es sólo el resultado de
operaciones efectuadas por los individuos en el espesor de los hábitos
colectivos; no constituyen el esquema descarnado de todo un trabajo oscuro, a
través del cual las emociones afloran a través de las ilusiones, de los
prejuicios, los errares y las tradiciones depositadas en la historia.
El campo
emocional deja aparecer las regularidades y compulsiones discursivas que hacen
posible la multiplicidad heterogénea de éstas, más allá de la abundancia de las
creencias, de las representaciones a las que nos acostumbramos a dirigirnos cuando
hacemos la historia de nuestras ideas y emociones.
En cuanto al
análisis y exposición de las emociones entran en relación los diferentes
dominios discursivos, algunas veces de una manera titubeante sin control
metódico suficiente; ya que se trata de describir e interpretar la formación
discursiva en todas sus dimensiones, y de acuerdo con sus características
propias. En muchos casos, se intenta definir las reglas de formación de las emociones,
de las modalidades enunciativas, de los conceptos, y de las elecciones cognitivas-emotivas.
El análisis de
las formaciones emotivas se opone a muchas descripciones habituales. Pues se
tiene la costumbre de considerar que los discursos y la ordenación emotiva no
son otra cosa que el resultado de una elaboración largo tiempo sinuosa, en la
que están en juego la lengua y el pensamiento, la experiencia empírica y las
categorías, lo vivido y las necesidades ideales, la contingencia de los
acontecimientos y el juego de las compulsiones formales de cada sujeto.
Detrás de la
fachada visible del sistema de emociones se supone, por una parte, la rica
incertidumbre del desorden; por otra, bajo la tenue superficie del discurso se
presume toda una masa de un devenir en parte silencioso, un conjunto
pre-sistemático que no está en relación con el orden del sistema; ya que proviene
de un esencial mutismo. En este aspecto, el discurso emotivo se producirá en un
conjunto complejo de reservas.
El discurso
emocional brota a través de formulaciones manifiestas, que se esconden bajo lo
que aparece y que secretamente se desdoblan; cada discurso oculta el poder de
decir lo que dice, envuelve así una pluralidad de sentidos. En esta exuberancia
de significados quiere establecer relación con un significante único, el sujeto
objeto de emociones. El discurso vuelve aparecer como plenitud y riqueza
indefinida.
Cada emoción
tomada en consideración es admitida como la expresión de una totalidad a la que
pertenece y la rebasa. De este modo, se sustituye la diversidad de las cosas
dichas por una especie de gran texto homogéneo, no articulado hasta el momento;
por medio del cual se va exponiendo lo que los sujetos han querido sentir. No
sólo en sus palabras y textos, en sus discursos y escritos; sino en las
instituciones, en las prácticas, las técnicas y los objetos que producen.
La connotación
emotiva es una manera de reaccionar a lo enunciativo, de compensar la
multiplicación del sentido; una manera de hablar a partir de ella y a pesar de
ella. El tiempo de las emociones no es la traducción del tiempo oscuro del
pensamiento. Es su aparente claridad que deslumbra.
Describir un
conjunto de emociones o una formación emotiva, no con la intención de encontrar
en ellas el momento del origen, sino de querer encontrar en éstas las formas
específicas de una acumulación. Tal descripción no pone al día una
interpretación, no descubre un fundamento, ni libera actos constituyentes, sino
que ésta consiste en establecer una positividad. Trata de determinar el tipo o
forma de positividad de un discurso, que lo caracteriza.
El análisis de
las emociones individualiza y describe unas formaciones emotivas en una
historia específica, no en una verdad. Busca compararlas y oponerlas unas a
otras en la simultaneidad en que se presentan; distinguirlas de las que no
tienen el mismo espacio-tiempo, ponerlas en relación con las prácticas discursivas
y no discursivas que las rodean y les sirven de fundamento general.
El estudio se
ejerce por medio de una multiplicidad de registros emotivos que recorren
intersticios y desviaciones; que busca los dominios en donde las unidades se
yuxtaponen, se separan, donde se fijan sus aristas, se enfrentan y establecen
entre ellas espacios en blanco.
En este caso, la
búsqueda se dirige a un tipo singular de discurso —el de las emociones—para
establecer comparaciones entre sus límites cronológicos; asimismo busca describir
y analizar un campo institucional en el cual éstas se fijan. Un conjunto de
acontecimientos, de prácticas, un encadenamiento de procesos en los que figuran
oscilaciones de diferentes niveles en los cuales tales emociones se van
insertando paulatinamente de manera natural. Y también por una especie de
aproximación lateral, que pone en funcionamiento varias positividades
distintas, cuyos estados afines determinan y confrontan con otros tipos de
discursos, del cual han tomado su lugar en una época determinada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario