domingo, 2 de diciembre de 2012

PLOTINO: LA ESTRUCTURA DE LA REALIDAD


La estructura de la realidad, según Plotino, está organizada por dos movimientos. A saber:
§  Movimiento de emanación
§  Movimiento de conversión

A través de la emanación, que parte de Lo Uno, se generan todas las cosas. Ésta va, en sentido cualitativo, de lo superior a lo inferior. En este sentido, el ser se aleja de la unidad hasta arribar a la multiplicidad del mundo. Además, ordena el cosmos jerárquicamente en cosmos superior e inferior.
Tenemos:
§  Cosmos superior
§  Cosmos inferior.

Con respecto al cosmos superior, éste está constituido por las hipóstasis divinas[1]. Primero, Lo Uno (To Hen), que se contempla a sí mismo, es la unidad absoluta, permanece inmóvil y está más allá de todas las cosas. Segundo, la Inteligencia  (Nous), segunda hipóstasis, contempla Lo Uno y a sí misma; ya en ésta por la contemplación no se da la unidad absoluta. Tercero, el Alma universal (Psyqué), tercera hipóstasis; ésta, a su vez, se divide en alma superior y alma inferior. La superior contempla Lo Uno y a la Inteligencia; la inferior a la naturaleza o cosmos inferior, al cual le da vida[2]

Siendo perfecto (lo Uno) es igualmente sobreabundante y su misma sobreabundancia le hace producir algo diferente a Él. Lo que Él produce retorna necesariamente hacia Él y, saciado de Él y de su contemplación, se convierte entonces en Inteligencia… Pero la Inteligencia, semejante como es a lo Uno, produce lo mismo que Él esparciendo su múltiple poder. Lo que produce es una imagen de sí misma, al desbordarse de sí igual que lo ha hecho el Uno, que es anterior a ella. Este acto que procede del ser es lo que llamamos el Alma… Pero el Alma, en cambio, no permanece inmóvil en su acto de producción, sino que se mueve verdaderamente para engendrar una imagen de ella… y al avanzar con un movimiento diferente y contrario, engendra esa imagen de sí misma que es la sensación, no sólo en la naturaleza sino también en las plantas… He aquí, pues, que la marcha hacia adelante se realiza del primero al último término, pero permaneciendo siempre cada cosa en el lugar que le corresponde[3]


A saber:
§  Estructura de la realidad
§  Cosmos Superior
§  Hipóstasis divinas
§  Lo Uno
§  La Inteligencia
§  El Alma
§  El alma superior
§  El alma inferior
§  Cosmos inferior

El cosmos inferior está constituido por seres animados e inanimados; posee una estructura cualitativamente jerárquica. Primero, están los dioses, que son almas puras. Segundo, el hombre, compuesto dual conformado por la triple dimensionalidad del alma[4] y el cuerpo. En orden descendente están los seres irracionales, los vegetativos y los inanimados. La Materia ocupa el último lugar, es un sustrato amorfo, es el no-ser, sinónimo del mal[5].
Como apreciamos a través del proceso de la emanación se despliega el cosmos todo. Es el alejamiento del ser hasta el no-ser. El  distanciamiento de la unidad absoluta hasta la ausencia de ser. Va de la unidad a la multiplicidad.

La estructura de la realidad está conformada del siguiente modo:
§  Estructura de la realidad
§  Cosmos Superior
§  Hipóstasis divinas
§  Lo Uno
§  La Inteligencia
§  El Alma
§  El alma superior
§  El alma inferior
§  Cosmos inferior
§  Seres animados
§  Los dioses
§  Animados racionales
§  Compuesto alma-cuerpo
§  Triple dimensión del alma
§  Alma intelectiva
§  Alma irascible
§  Alma apetitiva
§  Cuerpo
§  Animados irracionales
§  Compuesto alma-cuerpo
§  Doble dimensión del alma
§  Alma irascible
§  Alma apetitiva
§  Cuerpo
§  Animados vegetativos
§  Compuesto alma-cuerpo
§  Uni dimensionalidad del alma
§  Alma vegetativa
§  Cuerpo
§  Seres inanimados
§  La materia (sustrato último)

El movimiento de conversión, por su parte, es movimiento del alma. A través de éste, el alma retorna a la unidad, y máximamente a lo Uno, causa-principio de todas las cosas. La conversión se realiza sólo en la medida que el alma se purifica. Es introspección del la dimensión intelectiva del alma[6]. Es renuncia a la multiplicidad. Búsqueda de la libertad y lo bello.
A través de la conversión la triple dimensionalidad del alma se hace una en el Alma, ésta  a su vez Inteligencia, y la Inteligencia se une a lo Uno. El alma retorna a la unidad originaria.
Emanación y conversión determinan los grados cualitativos de la realidad. Constituyen la vía espiritual que fundamenta la filosofía plotiniana.
Este doble movimiento expresa la doble preocupación de Plotino. La primera consiste en determinar la estructura de la realidad, que ya hemos expuesto, considerando la particular sustancia de cada ser a partir de lo Uno.

Todas las cosas son y no son el Primero. Lo son, en verdad, porque provienen de Él, y no lo son porque éste subsiste en sí mismo y lo que hace es darles la existencia. Todas las cosas son como una larga vida que se extiende en línea recta. En esta línea todos los puntos son diferentes, pero la línea misma no deja por ello de ser continua. Y la diferencia que mantiene cada punto entre sí no implica la consunción del anterior en el siguiente[7]


La segunda preocupación, es la necesidad de superar la condición múltiple del alma por medio de la actividad racional hacia el retorno a lo Uno[8].



[1] Las hipóstasis son las tres sustancias principales de toda la realidad plotiniana. Éstas son: lo Uno, la Inteligencia y el Alma. Véase al respecto, Enéada III 4, 1 y Enéada V 1.
[2] Cfr. Plotino. Enéada V 1, 6, pp. 59-61, edición Aguilar. Con respecto a las Enéadas V y VI indicaré el número de página del texto, ya que esta la edición Aguilar no tiene la numeración de las líneas.
[3] Plotino. Enéada V 2, 1-2, pp. 72-73.
[4] Cfr. Plotino indica como alma tripartita, está conformada por: el alma racional, irascible y apetitiva. Cfr. Plotino. Enéada I 1. Ver, además, Jesús Igal. “Introducción general”, Enéadas, Madrid, Editorial Gredos, 1985, p.84. María I. Santa Cruz. “Filosofía y Dialéctica en Plotino”, Cuadernos de Filosofía, Nº 39, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, 1993, p. 6.
[5] Cfr. Plotino. Enéada II 4, passim.
[6] Cfr. Plotino. Enéada I 1, 8, 1-10.
[7] Plotino. Enéada V 2, 2, p.75.
[8] Cfr. María I. Santa Cruz. “Plotino y el Neoplatonismo”, Historia de la Filosofía Antigua, Madrid, Editorial Trotta, 1997, p. 356.

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