El panorama educativo, en
1936, es desolador. Carece de principios que orienten el proceso educativo, de organización
y de objetivos a corto y mediano plazo. La educación es asunto de ínfimas
minorías, las grandes masas de la población permanecen excluidas de ésta. Está caracterizada
por el elitismo y por la inutilidad práctica, es concebida en función de las
clases acomodadas que tienen como único fin alcanzar el título universitario. Es
una actividad ajena al desarrollo económico-social del país[1].
La escuela venezolana
tiene un carácter marcadamente intelectualista y un énfasis en el aprendizaje
de memoria, funda el aprendizaje en los instrumentos culturales, en la recitación
de algunos libros escolares y en la audición y repetición de las palabras del
maestro. Es una escuela autoritaria, donde el alumno es concebido como un ser
pasivo[2].
Por estas razones, el
gobierno de López Contreras toma la decisión de dar una nueva orientación a la
política educativa del país aprobando, en 1940, la Ley de Educación, que impulsaría
la renovación educativa y definiría el nuevo espíritu de la nación. “Esperamos
iniciar -señala López Contreras- la revolución del sistema secular de nuestra
enseñanza primaria, reemplazando el verbalismo académico y la tendencia
privilegiada por la capacitación tecnológica del alumnado y su mayor
democratización”[3]
El Estado venezolano considera la educación
como un proceso integrador del individuo desde el punto de vista de su
desarrollo biológico y de su desenvolvimiento mental y moral. Con fines
primordiales el Estado venezolano asigna a la Educación Pública
los de levantar progresivamente el nivel espiritual y moral de la nación
venezolana, adiestrar a los ciudadanos para el desarrollo de su capacidad
productora, intelectual y técnica y fortalecer los sentimientos de cooperación
y solidaridad nacional[4]
Para Uslar Pietri, “la
educación primaria constituye la clave, la esencia, y la condición necesaria de
todo el sistema educacional. Con una escuela primaria deficiente o mal
orientada se desnaturaliza y anula la eficacia de todas las otras ramas de la
enseñanza, y lo que es peor se desnaturaliza y anula la capacidad latente del
hombre en el niño”[5].
Además, la educación fundada en teorías y nociones abstractas cae en el
desarraigo, en el olvido, en el abandono del medio y de los requerimientos
específicos permaneciendo en lo conceptual abstracto[6]. Por
lo cual,
La educación pública no puede ser un sistema
que esté desconectado de la realidad circundante, sino que antes bien, debe
estar inspirada en las necesidades de aquel a quien se pretenda educar… La
educación pública oficial, y cualquier otra que discipline las facultades del
individuo, no deben dejar a éste en los portales de la incompetencia, frente a
la actividad cada día más apremiante de la vida social o ciudadana[7].
Se necesita, pues, una
educación adecuada para una realidad histórica, social y económica, una
educación para un ser real y no para un fantasma intelectual. Por tanto, la
escuela venezolana tiene que ser preparación para la vida venezolana[8]. Para
López, la “capacitación tecnológica es fundamentalmente necesaria en un país
donde los programas de enseñanza se han basado siempre sobre el memorismo, con
olvido notorio en todo lo que se relaciona con las profesiones manuales y las
artes mecánicas”[9].
La reforma educativa
tiene su fundamento en los postulados de la «Escuela Nueva». La cual se funda,
desde finales del siglo XIX, en el ideal pedagógico esbozado por Montaigne,
quién en los Ensayos indica que los
maestros deben andar al ritmo de los alumnos; lo que determina el puerocentrismo escolar y la pedagogía
funcional, para la cual cada fase y cada tarea de la educación responden a un
ciclo vital[10].
La escuela es concebida como vida, en ella se aprende resolviendo problemas
reales de la cotidianidad y no a través de transmisión de saberes, lo
fundamental es la orientación dada al trabajo educativo, el cual tiene mayor
importancia que la enseñanza de contenidos abstractos. La condición práctica de
la educación se fundamentó en el pragmatismo de J. Dewey, quién postuló «learning by doing»[11].
En la «Escuela Nueva»
predomina, a fines del siglo XIX, la tendencia representada por Herbert Spencer
y la herbartiana de Ziller, Stoy, Rein[12]; la
influencia de Augusto Comte es fundamental en el culto a la experiencia y la
creencia en el progreso. En el siglo XX, predomina la tendencia de Jhon Dewey,
Decroly en 1907, Montessori en 1909 y Kerschensteiner en 1912, quienes impulsaron
las más importantes experiencias de ésta. Las bases fundamentales son el
empirismo, el positivismo, el liberalismo, el pragmatismo y el existencialismo[13].
La pedagogía positivista no
era nueva en Venezuela, ésta había entrado al sistema educativo venezolano
cuando Gil Fortoul fue Ministro de Instrucción Pública (1912) Para ese entonces
apareció en el programa educativo, por primera vez en Venezuela, la ciencia y
la técnica como parte de la educación.
En 1932, en un nuevo
intento de renovación educativa impulsado por Prieto Figueroa se retomó el
arranque inicial del positivismo pedagógico, el cual se enfrentaba a la
educación de «palmeta y memoria», y a los maestros formados en los conceptos
herbartianos de la educación[14]. Luis
Beltrán Prieto Figueroa es el principal propulsor de la «Escuela Nueva», no el
gobierno de López Contreras. Prieto Figueroa sintió admiración por Claparède,
Decroly y por la pedagogía social de Jhon Dewey[15].
La reforma educativa
contó con el apoyo del lopecismo ya que ésta satisfacía los intereses
democráticos y el nuevo orden político a que aspiraba López Contreras[16]; en
este sentido, la reforma educativa tiene como objetivo la preservación de las
normas y las instituciones del Estado. Tal objetivo se funda en la disciplina
que inculca obediencia, respeto y principios éticos para con la familia, la
sociedad y el Estado. Ya que, “cuando de las mentes
en formación se apodera el frenesí de las ideas anárquicas y disolventes,
cuando tal sucede, es porque la corrupción ha invadido todos los campos de la
actividad social”[17].
Acciones propias de la parte irracional del hombre; las cuales deben eliminarse
por medio de la disciplina educativa, que consiste en educar la sensibilidad domando los
instintos primitivos y formando el carácter hacia esfuerzos armónicos para el
logro “del bien y de justicia”[18],
esto es, la instauración de la cordura como principio fundamental de la
educación para la consecución del progreso social.
Para López, opuesto a las
ideas «anarquistas y disolventes», considera que para alcanzar el progreso del
hombre es fundamental “la forma evolutiva, que educa e incorpora al hombre a
una categoría de pensante superior”[19]. El
lopecismo, identificado con el evolucionismo spenceriano, confía en que a
través del proceso evolutivo la sociedad alcance el progreso social; ya que las
sociedades no se hacen sino que crecen[20]. La
educación como parte necesaria de la evolución social tiene el fin de
transformar al venezolano en un ciudadano democrático y liberal que apuntale el
progreso del país, y cumple, de esta manera, el cometido histórico que el
gobierno se ha impuesto[21]. Tal
cometido histórico es la preservación y consolidación del Estado democrático
liberal.
¿Cómo hacer compatible la
antropología lopecista con los postulados de la reforma educativa? Si ésta
tiene “como norte formar hombres virtuosos y capaces de hacer valer toda la
riqueza potencial de nuestro territorio”[22], hombres
racionales y emprendedores para el progreso. Algo ajeno, según el lopecismo, al
venezolano.
La reforma educativa establece
la interrelación entre las características físicas del país y el género de vida
del venezolano al considerar el carácter racial, ambiental e histórico de éste.
La reforma inserta en la visión evolutiva permitirá educar al venezolano “progresivamente
para el ejercicio de los derechos políticos”[23]. No
obstante, esperar el cumplimiento del ciclo evolutivo no despeja la duda de la
incompatibilidad entre antropología y educación lopecista. Para Manuel Egaña es
“indispensable realizar una enérgica y acertada política inmigratoria que es
uno de los aspectos más provechosos de la política de educación”[24]. La
confianza en la evolución spenceriana no era tan sólida; ésta debía acelerarse
por medio de la inmigración.
La educación lopecista
está dirigida formar el hombre positivo; éste sólo se atiene a los fenómenos y
encarna en sí el principio de autonomía, de iniciativa, de responsabilidad y
cooperación. Con la formación del hombre positivo se pretende lograr la
eficacia en las ciencias, en consecuencia, el progreso del país.
Opuesto al hombre
positivo está el criollo, en quien predominan “las facultades imaginativas
sobre las analíticas”[25],
tales facultades incapacitan al venezolano de tener una concepción moderna y
dinámica del trabajo y de la riqueza. Las facultades imaginativas son rechazadas
porque éstas no se apoyan ni en certezas ni en leyes científicas. Para Uslar y
López lo que no puede ser sometido a los principios de la ciencia carece de
valor y es visto con desagrado.
El lopecismo estableció (por
medio de la Constitución Nacional[26]) una
elite dirigente fundada en el hombre positivo capaz de llevar los destinos de
la patria, con lo cual articula un régimen excluyente y de las minorías. La
reforma educativa estuvo limitada por la naturaleza liberal del gobierno
lopecista[27].
Lo que interesaba al lopecismo era el reconocimiento y la aceptación del Estado
liberal; este es el fin primordial de la reforma educativa, a saber, el “anhelo
de vivir en una República en donde la libertad sea un culto y el respeto a la
autoridad un deber fundamental del ciudadano”[28]. En
última instancia, la educación es un instrumento ideológico de sometimiento. En
este sentido, López apela a la figura del Libertador.
Busqué refugio y consejo en las enseñanzas de
los Padres de nuestra nacionalidad. Fulge con lumbre imperecedera en el vértice
de esas enseñanzas el ideario bolivariano, que abarca desde la forma política
de gobierno que más conviene a nuestra democracia, hasta las reglas de conducta
pública que deben observar los ciudadanos. Ideario nacionalista, de paz y de
justicia social, de respeto mutuo, de jerarquías disciplinadas, de igualdad
ante las leyes, de libertad dentro del orden, y de pujanza patria, así en el
país como fuera de sus fronteras[29].
Equipara, soterradamente,
la figura del Libertador y de los Padres de la patria con la figura del Estado.
Por tanto, se debe a éstos, es decir al Estado, sometimiento y respeto.
[1] Cfr. Alexis Marquez R. Doctrina
y proceso de la educación en Venezuela, p. 105-107.
[2] Cfr. Lorenzo Luzuriaga. La Educación Nueva ,
Buenos Aires, editorial Losada, 1958, pp. 20-21.
[3] Eleazar López Contreras. Op.
cit., pp. 249-250.
[4] Ley de Educación de 1940,
Capitulo 1, Articulo Nº 1.
[5] Arturo Uslar Pietri (Ministro
de Educación) “Gobierno y época del Presidente Eleazar López Contreras”, El pensamiento político venezolano
del siglo XX, Vol. 18, p. 214.
[6] Cfr. Arturo Uslar Pietri. “La
escuela venezolana”, Educar para Venezuela, Madrid, Editorial Lisbona, tercera
edición, 1982, p. 13.
[7] Eleazar López Contreras.
“Gobierno y época del Presidente Eleazar López Contreras”, El pensamiento
político venezolano del siglo XX, Vol. 17, p. 176.
[8] Cfr. Arturo Uslar Pietri. Op.
cit., p. 17.
[9] Eleazar López Contreras. Op.
cit., p. 249.
[10] Cfr. Rafael Fernández Heres. La educación
venezolana bajo el signo de la
Escuela Nueva (1936-1948) Caracas, Academia Nacional de la Historia , 1996, p. 70.
[11] Cfr. Octavi Fullat. Filosofías de la Educación , Barcelona,
Ediciones CEAC, 1978, p. 352.
[12] Cfr. Lorenzo Luzuriaga. La educación nueva,
Buenos Aires, editorial Losada, 1958, pp. 20-21.
[13] Cfr. Octavi Fullat. Op. cit., pp. 337-348.
[14] Cfr. Guillermo Luque. Momentos de la
educación y la pedagogía venezolana (entrevista a Gustavo Adolfo Ruiz) Caracas,
U. C. V., 2001, p. 159.
[15] Cfr. Rafael Fernández Heres. La educación
venezolana bajo el signo de la
Escuela Nueva (1936-1948) Caracas, Academia Nacional de la Historia , 1996, p. 70.
[16] Ibid., p. 36.
[17] Eleazar López Contreras. “Gobierno y época
del Presidente Eleazar López Contreras”, El pensamiento político venezolano del
siglo XX, Vol. 17, p. 91.
[21] Cfr. Arturo Uslar Pietri. “Memoria y Cuenta
de 1941” ,
Educar para Venezuela, Madrid, Editorial Lisbona, tercera edición, 1982, p.
251.
[22] Arturo Uslar Pietri (Ministro de Educación)
“Gobierno y época del Presidente Eleazar López Contreras”, El pensamiento
político venezolano del siglo XX, Vol. 23, p. 110.
[23] Eleazar López Contreras. “Gobierno y época
del Presidente Eleazar López Contreras”, El pensamiento político venezolano del
siglo XX, Vol. 17, p. 407.
[24] Manuel R. Egaña (Ministro de Fomento)
“Gobierno y época del Presidente Eleazar López Contreras”, El pensamiento
político venezolano del siglo XX, Vol. 18, p. 373.
[25] Arturo Uslar Pietri. Venezuela necesita
inmigración, Caracas, publicado en el Boletín de la Cámara de Comercio de Caracas, 1937, p. 13.
[26] Constitución de los Estados Unidos de
Venezuela de 1936. Titulo IV, Artículo 40.
[27] Cfr. Guillermo Luque. “Estado y educación en
la Venezuela
del siglo XX: Una síntesis para la reflexión y la polémica”, La educación
venezolana historia, pedagogía y política, Caracas, Universidad Central de
Venezuela, 1996, p. 245.
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