jueves, 13 de diciembre de 2012

PLAN MONUMENTAL DE CARACAS: LA EDUCACIÓN EN EL LOPECISMO


El panorama educativo, en 1936, es desolador. Carece de principios que orienten el proceso educativo, de organización y de objetivos a corto y mediano plazo. La educación es asunto de ínfimas minorías, las grandes masas de la población permanecen excluidas de ésta. Está caracterizada por el elitismo y por la inutilidad práctica, es concebida en función de las clases acomodadas que tienen como único fin alcanzar el título universitario. Es una actividad ajena al desarrollo económico-social del país[1].

La escuela venezolana tiene un carácter marcadamente intelectualista y un énfasis en el aprendizaje de memoria, funda el aprendizaje en los instrumentos culturales, en la recitación de algunos libros escolares y en la audición y repetición de las palabras del maestro. Es una escuela autoritaria, donde el alumno es concebido como un ser pasivo[2].

Por estas razones, el gobierno de López Contreras toma la decisión de dar una nueva orientación a la política educativa del país aprobando, en 1940, la Ley de Educación, que impulsaría la renovación educativa y definiría el nuevo espíritu de la nación. “Esperamos iniciar -señala López Contreras- la revolución del sistema secular de nuestra enseñanza primaria, reemplazando el verbalismo académico y la tendencia privilegiada por la capacitación tecnológica del alumnado y su mayor democratización”[3]

La Ley de Educación establece:

El Estado venezolano considera la educación como un proceso integrador del individuo desde el punto de vista de su desarrollo biológico y de su desenvolvimiento mental y moral. Con fines primordiales el Estado venezolano asigna a la Educación Pública los de levantar progresivamente el nivel espiritual y moral de la nación venezolana, adiestrar a los ciudadanos para el desarrollo de su capacidad productora, intelectual y técnica y fortalecer los sentimientos de cooperación y solidaridad nacional[4]


Para Uslar Pietri, “la educación primaria constituye la clave, la esencia, y la condición necesaria de todo el sistema educacional. Con una escuela primaria deficiente o mal orientada se desnaturaliza y anula la eficacia de todas las otras ramas de la enseñanza, y lo que es peor se desnaturaliza y anula la capacidad latente del hombre en el niño”[5]. Además, la educación fundada en teorías y nociones abstractas cae en el desarraigo, en el olvido, en el abandono del medio y de los requerimientos específicos permaneciendo en lo conceptual abstracto[6]. Por lo cual,


La educación pública no puede ser un sistema que esté desconectado de la realidad circundante, sino que antes bien, debe estar inspirada en las necesidades de aquel a quien se pretenda educar… La educación pública oficial, y cualquier otra que discipline las facultades del individuo, no deben dejar a éste en los portales de la incompetencia, frente a la actividad cada día más apremiante de la vida social o ciudadana[7].


Se necesita, pues, una educación adecuada para una realidad histórica, social y económica, una educación para un ser real y no para un fantasma intelectual. Por tanto, la escuela venezolana tiene que ser preparación para la vida venezolana[8]. Para López, la “capacitación tecnológica es fundamentalmente necesaria en un país donde los programas de enseñanza se han basado siempre sobre el memorismo, con olvido notorio en todo lo que se relaciona con las profesiones manuales y las artes mecánicas”[9].

La reforma educativa tiene su fundamento en los postulados de la «Escuela Nueva». La cual se funda, desde finales del siglo XIX, en el ideal pedagógico esbozado por Montaigne, quién en los Ensayos indica que los maestros deben andar al ritmo de los alumnos; lo que determina el puerocentrismo escolar y la pedagogía funcional, para la cual cada fase y cada tarea de la educación responden a un ciclo vital[10]. La escuela es concebida como vida, en ella se aprende resolviendo problemas reales de la cotidianidad y no a través de transmisión de saberes, lo fundamental es la orientación dada al trabajo educativo, el cual tiene mayor importancia que la enseñanza de contenidos abstractos. La condición práctica de la educación se fundamentó en el pragmatismo de J. Dewey, quién postuló «learning by doing»[11].

En la «Escuela Nueva» predomina, a fines del siglo XIX, la tendencia representada por Herbert Spencer y la herbartiana de Ziller, Stoy, Rein[12]; la influencia de Augusto Comte es fundamental en el culto a la experiencia y la creencia en el progreso. En el siglo XX, predomina la tendencia de Jhon Dewey, Decroly en 1907, Montessori en 1909 y Kerschensteiner en 1912, quienes impulsaron las más importantes experiencias de ésta. Las bases fundamentales son el empirismo, el positivismo, el liberalismo, el pragmatismo y el existencialismo[13].

La pedagogía positivista no era nueva en Venezuela, ésta había entrado al sistema educativo venezolano cuando Gil Fortoul fue Ministro de Instrucción Pública (1912) Para ese entonces apareció en el programa educativo, por primera vez en Venezuela, la ciencia y la técnica como parte de la educación.

En 1932, en un nuevo intento de renovación educativa impulsado por Prieto Figueroa se retomó el arranque inicial del positivismo pedagógico, el cual se enfrentaba a la educación de «palmeta y memoria», y a los maestros formados en los conceptos herbartianos de la educación[14]. Luis Beltrán Prieto Figueroa es el principal propulsor de la «Escuela Nueva», no el gobierno de López Contreras. Prieto Figueroa sintió admiración por Claparède, Decroly y por la pedagogía social de Jhon Dewey[15].

La reforma educativa contó con el apoyo del lopecismo ya que ésta satisfacía los intereses democráticos y el nuevo orden político a que aspiraba López Contreras[16]; en este sentido, la reforma educativa tiene como objetivo la preservación de las normas y las instituciones del Estado. Tal objetivo se funda en la disciplina que inculca obediencia, respeto y principios éticos para con la familia, la sociedad y el Estado. Ya que, “cuando de las mentes en formación se apodera el frenesí de las ideas anárquicas y disolventes, cuando tal sucede, es porque la corrupción ha invadido todos los campos de la actividad social”[17]. Acciones propias de la parte irracional del hombre; las cuales deben eliminarse por medio de la disciplina educativa, que consiste en educar la sensibilidad domando los instintos primitivos y formando el carácter hacia esfuerzos armónicos para el logro “del bien y de justicia”[18], esto es, la instauración de la cordura como principio fundamental de la educación para la consecución del progreso social.

Para López, opuesto a las ideas «anarquistas y disolventes», considera que para alcanzar el progreso del hombre es fundamental “la forma evolutiva, que educa e incorpora al hombre a una categoría de pensante superior”[19]. El lopecismo, identificado con el evolucionismo spenceriano, confía en que a través del proceso evolutivo la sociedad alcance el progreso social; ya que las sociedades no se hacen sino que crecen[20]. La educación como parte necesaria de la evolución social tiene el fin de transformar al venezolano en un ciudadano democrático y liberal que apuntale el progreso del país, y cumple, de esta manera, el cometido histórico que el gobierno se ha impuesto[21]. Tal cometido histórico es la preservación y consolidación del Estado democrático liberal.

¿Cómo hacer compatible la antropología lopecista con los postulados de la reforma educativa? Si ésta tiene “como norte formar hombres virtuosos y capaces de hacer valer toda la riqueza potencial de nuestro territorio”[22], hombres racionales y emprendedores para el progreso. Algo ajeno, según el lopecismo, al venezolano.

La reforma educativa establece la interrelación entre las características físicas del país y el género de vida del venezolano al considerar el carácter racial, ambiental e histórico de éste. La reforma inserta en la visión evolutiva permitirá educar al venezolano “progresivamente para el ejercicio de los derechos políticos”[23]. No obstante, esperar el cumplimiento del ciclo evolutivo no despeja la duda de la incompatibilidad entre antropología y educación lopecista. Para Manuel Egaña es “indispensable realizar una enérgica y acertada política inmigratoria que es uno de los aspectos más provechosos de la política de educación”[24]. La confianza en la evolución spenceriana no era tan sólida; ésta debía acelerarse por medio de la inmigración.

La educación lopecista está dirigida formar el hombre positivo; éste sólo se atiene a los fenómenos y encarna en sí el principio de autonomía, de iniciativa, de responsabilidad y cooperación. Con la formación del hombre positivo se pretende lograr la eficacia en las ciencias, en consecuencia, el progreso del país.

Opuesto al hombre positivo está el criollo, en quien predominan “las facultades imaginativas sobre las analíticas”[25], tales facultades incapacitan al venezolano de tener una concepción moderna y dinámica del trabajo y de la riqueza. Las facultades imaginativas son rechazadas porque éstas no se apoyan ni en certezas ni en leyes científicas. Para Uslar y López lo que no puede ser sometido a los principios de la ciencia carece de valor y es visto con desagrado.

El lopecismo estableció (por medio de la Constitución Nacional[26]) una elite dirigente fundada en el hombre positivo capaz de llevar los destinos de la patria, con lo cual articula un régimen excluyente y de las minorías. La reforma educativa estuvo limitada por la naturaleza liberal del gobierno lopecista[27]. Lo que interesaba al lopecismo era el reconocimiento y la aceptación del Estado liberal; este es el fin primordial de la reforma educativa, a saber, el “anhelo de vivir en una República en donde la libertad sea un culto y el respeto a la autoridad un deber fundamental del ciudadano”[28]. En última instancia, la educación es un instrumento ideológico de sometimiento. En este sentido, López apela a la figura del Libertador.

Busqué refugio y consejo en las enseñanzas de los Padres de nuestra nacionalidad. Fulge con lumbre imperecedera en el vértice de esas enseñanzas el ideario bolivariano, que abarca desde la forma política de gobierno que más conviene a nuestra democracia, hasta las reglas de conducta pública que deben observar los ciudadanos. Ideario nacionalista, de paz y de justicia social, de respeto mutuo, de jerarquías disciplinadas, de igualdad ante las leyes, de libertad dentro del orden, y de pujanza patria, así en el país como fuera de sus fronteras[29].


Equipara, soterradamente, la figura del Libertador y de los Padres de la patria con la figura del Estado. Por tanto, se debe a éstos, es decir al Estado, sometimiento y respeto.



[1] Cfr. Alexis Marquez R. Doctrina y proceso de la educación en Venezuela, p. 105-107.
[2] Cfr. Lorenzo Luzuriaga. La Educación Nueva, Buenos Aires, editorial Losada, 1958, pp. 20-21.
[3] Eleazar López Contreras. Op. cit., pp. 249-250.
[4] Ley de Educación de 1940, Capitulo 1, Articulo Nº 1.
[5] Arturo Uslar Pietri (Ministro de Educación) “Gobierno y época del Presidente Eleazar López Contreras, El pensamiento político venezolano del siglo XX, Vol. 18, p. 214.
[6] Cfr. Arturo Uslar Pietri. “La escuela venezolana”, Educar para Venezuela, Madrid, Editorial Lisbona, tercera edición, 1982, p. 13.
[7] Eleazar López Contreras. “Gobierno y época del Presidente Eleazar López Contreras”, El pensamiento político venezolano del siglo XX, Vol. 17, p. 176.
[8] Cfr. Arturo Uslar Pietri. Op. cit., p. 17.
[9] Eleazar López Contreras. Op. cit., p. 249.
[10] Cfr. Rafael Fernández Heres. La educación venezolana bajo el signo de la Escuela Nueva (1936-1948) Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1996, p. 70.
[11] Cfr. Octavi Fullat. Filosofías de la Educación, Barcelona, Ediciones CEAC, 1978, p. 352.
[12] Cfr. Lorenzo Luzuriaga. La educación nueva, Buenos Aires, editorial Losada, 1958, pp. 20-21.
[13] Cfr. Octavi Fullat. Op. cit., pp. 337-348.
[14] Cfr. Guillermo Luque. Momentos de la educación y la pedagogía venezolana (entrevista a Gustavo Adolfo Ruiz) Caracas, U. C. V., 2001, p. 159.
[15] Cfr. Rafael Fernández Heres. La educación venezolana bajo el signo de la Escuela Nueva (1936-1948) Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1996, p. 70.
[16] Ibid., p. 36.
[17] Eleazar López Contreras. “Gobierno y época del Presidente Eleazar López Contreras”, El pensamiento político venezolano del siglo XX, Vol. 17, p. 91.
[18] Ibid., p. 185.
[19] Ibid., p. 407.
[20] Cfr. Herbert Spencer. Creación y Evolución, Buenos Aires, Editorial Tor, s.f., p. 19.
[21] Cfr. Arturo Uslar Pietri. “Memoria y Cuenta de 1941”, Educar para Venezuela, Madrid, Editorial Lisbona, tercera edición, 1982, p. 251.
[22] Arturo Uslar Pietri (Ministro de Educación) “Gobierno y época del Presidente Eleazar López Contreras”, El pensamiento político venezolano del siglo XX, Vol. 23, p. 110.
[23] Eleazar López Contreras. “Gobierno y época del Presidente Eleazar López Contreras”, El pensamiento político venezolano del siglo XX, Vol. 17, p. 407.
[24] Manuel R. Egaña (Ministro de Fomento) “Gobierno y época del Presidente Eleazar López Contreras”, El pensamiento político venezolano del siglo XX, Vol. 18, p. 373.
[25] Arturo Uslar Pietri. Venezuela necesita inmigración, Caracas, publicado en el Boletín de la Cámara de Comercio de Caracas, 1937, p. 13.
[26] Constitución de los Estados Unidos de Venezuela de 1936. Titulo IV, Artículo 40.
[27] Cfr. Guillermo Luque. “Estado y educación en la Venezuela del siglo XX: Una síntesis para la reflexión y la polémica”, La educación venezolana historia, pedagogía y política, Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1996, p. 245.
[28] Eleazar López Contreras. Op. cit., p. 337.
[29] Ibid., p. 282.

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