lunes, 10 de diciembre de 2012

PLATÓN: SIMULACRO Y REPETICIÓN


Simulacro (del lat. simulacrum) es imagen hecha a semejanza de algo. La imagen tiene tres acepciones afines entre sí. A saber:

           En primer lugar, imagen es la representación de una cosa. La representación de una cosa por medio de un signo o imagen, a través de la cual se mantiene una relación interactiva entre ella y lo representado. “Ahora imaginemos que colocamos junto a él la imagen del justo, un hombre simple y noble, dispuesto, como dice Esquilo, no a parecer bueno, sino a serlo”[1].

           Segundo, constituye la réplica o simulacro de una cosa. Como una representación sustantivada que compite ontológicamente con lo representado, lo sobrepuja, elimina y sustituye finalmente, para convertirse en el único ser objetivamente real. “Aquel presentimiento que referíamos de que, una vez que empezáramos a fundar nuestra ciudad, podríamos, con la ayuda de algún dios, encontrar un cierto principio e imagen de la justicia”[2].

            La primera y segunda acepción está relacionada con la producción y reproducción de imágenes: iconos, ídolos o representaciones; ilusión ontológica. Que es la fuente de la identidad, la cual asegura la continuidad y la permanencia, la legitimidad, la moral y la aceptación por parte de los habitantes de la polis.

            Tercero, comprende una ilusión que confunde la réplica o el simulacro convirtiendo ésta en una ficción. Como el atributo expositivo que le confiere su carácter de reduplicación de la realidad. “Que se da con palabras una falsa imagen de la naturaleza de dioses y héroes, como un pintor cuyo retrato no presentara la menor similitud con relación al modelo que intentara reproducir”[3]. En este aspecto, el simulacro como reino de la falsa apariencia; de la falsa imagen, de la representación de la irrealidad convertida ésta en el espejo de una indefinida reproducción. El simulacro que considera al mundo como un gran teatro.

            La ciudad platónica es fundada aparentemente sobre un papel en blanco. No obstante, ésta identifica la relevancia del acto de fundación. Puesto que,

“Como nosotros no entendemos de estas cosas, al fundar la ciudad no obedeceremos a ningún otro, si es que tenemos seso, ni nos serviremos de otro guía que el propio de nuestros padres; y sin duda, este dios, guía patrio acerca de ello para todos los hombres, los rige sentado sobre el ombligo de la tierra en el centro del mundo”[4].

            La polis, tanto de República como de Leyes, es ya un palimpsesto, sobre el cual se vuelve a escribir otra página que no es del todo nueva, no está en blanco por lleva en sí toda la tradición de las leyes, normas y religión, que se expresan en imágenes urbanísticas que conforman la polis.

            La polis de República y Leyes es una composición imágenes, que como tal es un diálogo que se despliega a sí mismo; el cual necesita de interpretación y discusión, y en éstas el habitante está implicado, lo quiera o no. Porque la ciudad muestra su propio sentido, su significado.

            La ciudad, en tanto logos, está relacionada con la producción y reproducción de imágenes, fija los límites de la reproducción del mirar y el hablar. Muestra a cada cosa como es. Porque el simulacro es representación de la Idea. En este aspecto, la representación responde a una exigencia de precisión ontológica. Porque tal precisión se presenta como exactitud e igualdad de los justo. De quien habla y obra en la polis, el hacerlo con discernimiento es hablar y obrar con justicia.

            Por eso el simulacro, en la polis platónica, remite a un juzgar justo. Pues el discurso habla con justicia. “De modo que el hombre justo no diferirá en nada de la ciudad justa en lo que se refiere a la idea de justicia, sino que será semejante a ella”[5]. Hablar y obrar con justicia remite a distinciones de una representación, a un discernir en el logos. Porque “la mentira expresada con palabras no es sino un reflejo de la situación del alma y una imagen nacida a consecuencia de esta situación”[6].

            El simulacro es propiedad de la ciudad, y ella se repite en éste. La ciudad es fundada en la imagen, porque la polis es ante todo representación que representa. Simulacro y repetición es imitación y participación del modelo que permanece inmutable.

            El simulacro y la repetición tienen, en la ciudad platónica, el fin de recomponer y reconfigurar la polis original, que se diluye por la relativización de la conducta que impide diferenciar lo que está bien de lo que está mal, y la subjetivación del conocimiento que hace imposible la búsqueda de la verdad. Es una finalidad antropológico-social en la que el simulacro y la repetición son aplicadas por Platón. 

            La ciudad platónica muestra la posibilidad de lo justo, de conocerlo y que pervive independiente de las acciones del sujeto.

Era sólo en razón de modelo por lo que investigábamos lo que era en sí la justicia, y lo mismo lo que era el hombre perfectamente justo, si llegaba a existir, e igualmente la injusticia y el hombre totalmente injusto; todo a fin de que, mirándolos a ellos y viendo cómo se nos mostraban en el aspecto de su dicha o infelicidad, nos sintiéramos forzados a reconocer respecto de nosotros mismos que aquel que más se parezca a ellos ha de tener también la suerte más parecida a la suya; pero no con el propósito de mostrar que era posible la existencia de tales hombres[7].

           Desde la representación se llega a la reminiscencia del paradigma, se es accesible a éste porque todo lo sensible participa de él y lo reflejo. El simulacro se entronca con la realidad conceptual, que con carácter impositivo determina al individuo. Éste se siente obligado para con la ciudad.

           La ciudad es simulacro y repetición de lo ético, lo gnoseológico y lo ontológico. Ésta constituye el habitar del hombre en esta triple dimensión. La polis es una forma de conocer, de aprender, ya expresado por Sócrates en Fedro 230 d. El conocer lo constituye la relación entre hombre y ciudad. Fuera de ella no es posible.

         El dualismo ontológico en la ciudad se hace piedra. La idea y la cosa, la razón y los sentidos se convierten en imagen petrificada, que se transita, se hace modo de vida. La ciudad es una dialéctica en la cual se representa el mundo de las Ideas. La ciudad platónica es causa de perfección, porque en ella se racionalizan los conceptos.

Porque nuestro régimen político todo resultó ser imitación de la vida más bella y buena, que es lo que nosotros decimos que es, en realidad, la más verdadera tragedia[8]
           
           A través del simulacro se asciende hacia la Idea. Pues todo lo racional que se da en la representación se dirige a la razón. La ciudad es visión geométrica, es representación de la esencia de los objetos del conocimiento. Porque tiene como núcleo esencial los fundamentos ontológicos de todo saber.

          La estructura objetiva de la polis es simulacro de la estructura de logos. Es repetición de la estructura del campo eidético, de la cual forma parte como imagen de las Ideas matemáticas. Que legitiman el orden de la ciudad posibilitando el ethos de la comunidad. Ya que la estructura de la ciudad es viable sí sólo está inscrita en la razón.

La ciudad nos pareció ser justa cuando los tres linajes de naturalezas que hay en ella hacían cada una lo propio suyo; y nos pareció temperada, valerosa y prudente por otras determinadas condiciones y dotes de estos mismos linajes… Por lo tanto, amigo mío, juzgaremos que el individuo que tenga en su propia alma estas mismas especies merecerá, con razón, los mismos calificativos que la ciudad cuando tales especies tengan las mismas condiciones que las de aquélla[9].

         La ciudad es hechura del filósofo, del artesano y del artista. En ésta confluyen la idea que existe por naturaleza, el objeto hecho por el artesano, y la obra de arte por el artista que es imitador de aquello de lo cual los otros son artesanos[10]. De allí que ella sea simulacro y repetición de las Ideas divinas. Porque

No somos poetas tú ni yo en este momento, sino fundadores de una ciudad. Y los fundadores no tienen obligación de componer fábulas, sino únicamente de conocer las líneas generales que deben seguir en sus mitos los poetas con el fin de no permitir que se salgan nunca de ellas[11].

            El simulacro es lo sujeta a los hombres en lo común, en las creencias compartidas, en la creación de la comunidad en su lucha por la continuidad. En este sentido, la ciudad y las Ideas quedan estructuralmente ligadas en el modo que es constituida la politeía.

Una figura conveniente y adecuada. La figura apropiada para el ser vivo que ha de tener en sí a todos los seres vivos debería ser la que incluye todas las figuras. Por tanto, lo construyó esférico, con  la misma distancia del centro a los extremos en todas partes, circular,  la más perfecta y semejante a sí misma de todas las figuras, porque consideró mucho más bello lo semejante que lo disímil[12].




[1] Platón. República 361 b.
[2] Platón. República 443 c.
[3] Platón. República 377 e.
[4] Platón. República 427 c.
[5] Platón. República 435 b.
[6] Platón. República 382 c.
[7] Platón. República 472 d.
[8] Platón. Leyes 817 b.
[9] Platón. República 435 b-c.
[10] Platón. República 597 e.
[11] Platón. República 379 a.
[12] Platón. Timeo 33 b.

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