Lo
sublime es fundamentalmente condición de lo negativo, pues no acude ni a la
forma ni a la imaginación. El sentimiento sublime es la impresión de un
pensamiento, un sordo deseo de ilimitación. Aparece como algo súbito y sin
porvenir. “Es esa una extraña sensación que ningún objeto, incluso un uno
inmoderado o sin forma, puede provocar un extraño valor de placer o displacer”[1].
El
sentimiento sublime es una acogida inmediata de lo que se da; un pathos, una pasión. Es un sentimiento de
diferendo, sentimiento doble de terror y de exaltación. Lo sublime es pena frente
al terror de la privación –que no suceda nada– y placer de alivio porque
acontece algo. Se puede afirmar que el acontecimiento de lo sublime es la
presencia del pensamiento y el
pensamiento sobre la libertad.
El
«diferendo», como señala Lyotard, se dice también discrepancia, disenso,
heterogeneidad, inconmensurabilidad, paradoja, disonancia y se relaciona con la
resistencia. La afirmación de que en el límite de la sensación arranque la
nada; da sentido a las reflexiones de Lyotard sobre la estética de lo sublime
que implica ser despertado de la nada, de la desafección.
El
diferendo, en lo sublime, da una estética vigorosa, enérgica, resistente a lo
presente. Al afectar, lo sublime despierta el ánima al pensamiento y la
reflexión, frente a la miseria y al terror que el pensamiento ya no suceda más,
apagado, asfixiado por lo presente.
Es
acontecimiento de la presencia del pensamiento. Lo sublime da testimonio de lo
indeterminado al hacer ver que hay algo que no es determinable. En lo sublime,
lo indeterminado y no determinable se llama lo impresentable, lo
irrepresentable, lo inexpresable, lo desconocido, lo intratable, lo inhumano.
Estos términos, lo sublime se relaciona con lo que no se ha determinado aún en lo
presente, y hace referencia a lo que no debería determinarse.
El
sentimiento sublime se produce a través de una conformidad con la causalidad
libre. Pertenece a un fuera de la razón, a una ausencia de forma, a una
comunicabilidad distinta. El autentico sentimiento de lo sublime, nos indica
Lyotard, “es una combinación intrínseca de placer y de pena, el placer de que
la razón exceda toda presentación, el dolor de que la imaginación o la
sensibilidad no sean en la medida del concepto”[3].
Al
no haber una ley unitaria de lo sensible se da, por el contrario, una
dispersión que tiende a disipar toda ilusión representativa. En este aspecto, lo
sublime es el efecto que resulta de la desproporción con el deseo, la
resistencia encontrada de la virtud y las pasiones. “La sentimentalidad sublime
exige en efecto, para tener lugar, una sensibilidad hacia las Ideas que no es
natural, sino obtenida por medio de la cultura”[4].
Se trata de manifestación y circulación de afectos.
Lo
sublime se muestra como forma arbitraria y violenta que se impone en la
estética. Reconoce, Lyotard, en lo contemplativo el deleite del miedo, que
envuelto en lo sublime será de la nada que es. Un ahondar en el abismo del
fracaso de la imaginación que genera miedos atractivos, de un misterioso
sublime escondido en medio de la obra de arte. En lo sublime se experimenta la
grandeza de la naturaleza como signo más allá de la razón.
Podemos concebir lo absolutamente grande, lo absolutamente
poderoso, pero cualquier presentación de un objeto destinado a «hacer ver» esta
magnitud o esta potencia absolutas se nos aparece como dolorosamente
insuficiente. Por consiguiente, estas ideas no nos dan a conocer nada en
realidad (la experiencia), prohíben el libre acuerdo de las facultades que
produce el sentimiento de lo bello, impiden la formación y la estabilización
del gusto. Podría decirse de ellas que son impresentables[5]
Lyotard
designa lo sublime como la representación de lo impresentable, una
representación de manera negativa que busca contraponer ese miedo, esa
incapacidad, que busca ahondar en el abismo del fracaso imaginativo, que “se
desarrolla como un conflicto entre las facultades de un sujeto, la facultad
concebir una cosa y la facultad de «presentar» una cosa”[6].
[1]
Jean-François Lyotard. Lessons on the Analytic of the Sublime, Stanford,
Stanford University Press, 1994, p. 158.
[2]
Jean-François Lyotard. La
posmodernidad (explicada a los niños), Barcelona, Gedisa editorial, 1996, p. 20.
[3] Jean-François
Lyotard. La
posmodernidad (explicada a los niños), Barcelona, Gedisa editorial, 1996, p.
25.
[4] Jean-François
Lyotard. La
posmodernidad (explicada a los niños), Barcelona, Gedisa editorial, 1996, p.
84.
[5] Jean-François
Lyotard. La
posmodernidad (explicada a los niños), Barcelona, Gedisa editorial, 1996, p.
21.
[6] Jean-François
Lyotard. La
posmodernidad (explicada a los niños), Barcelona, Gedisa editorial, 1996, p.
20.
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