martes, 4 de diciembre de 2012

PSEUDO LONGINO: LA ANTIGÜEDAD CLÁSICA


NATURALEZA DE LO SUBLIME

Es propio de lo sublime expresar el conflicto entre la posesión de sentimientos elevados, las desgracias e infortunios que sufren hombres y dioses. Por ello tal sentimiento es máximamente padecido. Así, “cuando Homero nos presenta las heridas de los dioses, sus discordias, sus venganzas, sus lagrimas, sus cautiverios y sus pasiones de todo tipo, me parece que hace cuanto está en su poder para convertir a los hombres de la guerra de Troya en dioses y a los dioses, en cambio, en hombres”[1].

Lo que conduce a lo sublime es la desgracia del hombre moral. Pues al ser éste poseedor de pensamientos nobles y elevados cayendo en la desgracia es arrastrado sin misericordia por el infortunio. Cuanto más elevadas son las penas y los avatares del hombre virtuoso más sublime se expresa el sentimiento en la obra poética.

El poeta alcanza lo sublime al representar en toda su magnitud la pasión del hombre enfrentado a las circunstancias de su existencia. Para pseudo Longino, la Odisea no es sublime, pues Homero realiza en ésta una descripción de la vida familiar, más acorde con la comedia de costumbres[2].

Lo sublime, por otra parte, no es propio de espíritus envejecidos. Porque falta en éstos el calor y el ímpetu de la pasión; tales espíritus son más propensos a la reflexión pausada que a la pasión desbordada. La Ilíada, en la que se advierte la escasez de episodios y digresiones, es sublime porque está dominada por la pasión. La acción está en constante movimiento sobrecogiendo a mortales y dioses.

La adversidad y el infortunio, en la Ilíada, se ciernen permanentemente sobre los personajes y las secuencias arrebatadas no permiten el reposo del alma. El poeta:

No pone límite al terror en ningún momento, sino que él describe más bien hombres que siempre y casi en cada ola están continuamente a punto de perecer. Y, por otra parte, al obligar a reunirse a preposiciones separadas por naturaleza y forzándolas a combinarse entre ellas, […] atormenta el verso de la misma forma que el terror que cae sobre ellos[3]


Lo sublime explora las pasiones hasta conmover lo irracional que hay en el alma. La expresión sublime nace en el alma irracional, y a ésta se dirige porque en ella se asienta la pasión. Por ello el poeta elige lo inesperado, lo inexplicable, lo inaprensible por medio de la libre configuración de imágenes arrebatadoras, que hacen que lo sublime irrumpa y remueva las emociones que anidan en el alma.

El sentimiento sublime se apodera del poeta, y éste lo encarna en el espectador transformando el alma en pasión vital. De este modo, se adueña del alma la alegría, el orgullo, el temor y es arrebatada por la narración poética. Lo sublime se apodera del alma pulverizando “como el rayo todas las cosas y muestra en un abrir y cerrar de ojos y en su totalidad los poderes del orador”[4].

Señala el pseudo Longino, “lo sublime es como una elevación y una excelencia en el lenguaje… Pues el lenguaje sublime conduce a los que escuchan no a la persuasión sino al éxtasis”[5]. Es lo sublime expresión elevada que tiene su grandeza en la pasión del poeta.

Es pasión lo sublime que seduce y arrebata el espíritu y no es indiferente a éste. Tal arrebato seduce al alma y la remonta hasta el centro mismo de la acción haciéndola participe de la narración poética.

Sólo es sublime la pasión que conduce al alma hacia sentimientos elevados siendo su recuerdo duradero e indeleble[6]. Lo sublime es la elevación del espíritu que puede alcanzar el éxtasis a través del lenguaje excelso del poeta apasionado.

Lo sublime es “un pensamiento desnudo y sin voz, por sí solo, a causa de esta naturaleza de contenido, causa admiración; así el silencio de Ayante en la Nekyia es grandioso y más sublime que cualquier palabra”[7] Interioridad e intensidad del alma consigo misma, el recogimiento del alma en sí es propio de lo sublime. El recogimiento del alma es producto de la fuerza poética, no un movimiento de ella que deviene de un objeto externo.

El poeta trata apasionadamente lo sublime, de allí la preeminencia de la grandeza del alma; ya que el sentimiento sublime se establece entre las almas, en la que el poeta pone su espíritu a modo de impronta. Esta interioridad sienta las bases de la concepción moderna y contemporánea de lo sublime, en la que prevalece el factor del recogimiento anímico.

La naturaleza pasional de lo sublime convierte la estética del pseudo Longino en una estética de la pasión, una estética pasional o emocional. Pues de ella emerge y hacia ella está dirigida. Por ello precipita y antepone aprehensiones y temores en el alma pasional o volitiva. Es movimiento pasional, es un estado velado del alma opuesto a la razón, es la pura libertad emocional.

La pasión de lo sublime reúne en sí emociones encontradas que producen, al mismo tiempo, frío y calor, irracionalidad y sensatez, miedo y temor. Lo sublime produce una multiplicidad de emociones[8], un sentimiento confuso por el cual el alma se encuentra arrebatada en sí misma.

Lo sublime es un arrebato perecedero. En el alma se manifiesta la brevedad de la pasión a través de la superposición de imágenes que la seducen.  El poeta arrebatado por lo sublime se eleva hasta participar de lo divino y “de la grandeza espiritual de la divinidad”[9].

Conmueve las pasiones más excelsas y los sentimientos más admirables. Él tiene su fin en la emoción, puesto que busca conmover. Lo sublime es una emoción inaprehensible e inexpresable que conduce al éxtasis[10].

Es una emoción, una pasión desconcertada. El sentimiento sublime es una pasión arrebatada y encontrada en sí misma, que se funda en lo volitivo. Lo sublime apela a la pasión que reside en el alma volitiva, y a ésta está dirigido todo el esfuerzo del poeta. En conmover y arrebatar toda emoción que en esta alma habita. Lo sublime se asienta en lo volitivo, su incomprehensibilidad radica en que es pura pasión.

Es indeterminado, perplejidad emocional, lenguaje pasional. Lo sublime agrada siempre y a todos[11]. La estética de lo sublime está fundada en la pasión. Lo sublime no pretende trascender la pasión, pues ésta es su fundamento. La expresión y la participación estética se fundan en el alma.

Es arrebatamiento del alma, conmoción que arropa toda la plenitud del alma. Ésta es llevada fuera de sí por la pasión, por el temor, la ira, el desaliento y recogida nuevamente en sí por la pasión desbordada. En lo sublime el éxtasis es intensidad, privación y arrebato. El éxtasis sublime es conmoción absoluta.

Lo sublime es temporal. El poeta debe considerar el momento justo para producir el efecto arrebatador, si éste no actúa en el momento adecuado lo sublime no es alcanzado, y la expresión poética se convierte en algo fatuo y fútil. Lo sublime necesita del tiempo, es perecedero.

Lo sublime corresponde al reino de lo mudable, No es permanente ni en el poeta ni en el oyente. Es provocado. Pertenece al reino del lenguaje, es expresión poética que arrebata. Es nobleza de espíritu y técnica retórica. Es expresión del alma.

Carece de causa inmutable y eterna. Es azaroso. Lo sublime siempre es un acto único, sin divisiones ni grados. Es un sentimiento pleno, que se inicia y concluye en sí mismo.

El sentimiento de caída es fundamental para lo sublime. En la representación trágica, en el conflicto de las pasiones, en la vivencia del drama tiene su asidero la expresión sublime. Éste revive y reclama los apremios de la vida, en ellos encuentra su fuente.  Lo sublime es arrebato que libera estéticamente al espíritu.

El mito, para pseudo Longino, es necesario porque es fuente permanente para la retórica. Es esencial para lograr el sentimiento sublime. La función del mito es emocional.  Lo estética de lo sublime busca conmover. No pretende ni la verdad ni persuadir.

Lo sublime permanece en lo sensible. No pretende ninguna trascendencia metafísica. Es simultáneamente afirmación y negación. No es autonómico, no es en sí mismo. Es interdependencia entre poeta y oyente, es una relación necesaria.





[1] Pseudo Longino. Sobre lo sublime 9, 7. Madrid, Editorial Gredos, 1979, p.162.
[2] Cfr. Pseudo Longino. Sobre lo sublime 9, 20. Madrid, Editorial Gredos, 1979,  p. 166.
[3] Pseudo Longino. Sobre lo sublime 10, 6. Madrid, Editorial Gredos, 1979, p. 168.
[4] Pseudo Longino. Sobre lo sublime 1, 4. Madrid, Editorial Gredos, 1979, p. 149.
[5] Pseudo Longino. Sobre lo sublime 1, 3-4. Madrid, Editorial Gredos, 1979, pp. 148-149.
[6] Cfr. Pseudo Longino. Sobre lo sublime 7, 3-4. Madrid, Editorial Gredos, 1979, pp. 157-158.
[7] Pseudo Longino. Sobre lo sublime 9, 2. Madrid, Editorial Gredos, 1979, p.160.
[8] Cfr. Pseudo Longino. Sobre lo sublime 10, 3, Madrid, Editorial Gredos, 1979, p. 167.
[9] Pseudo Longino. Sobre lo sublime 36, 1, p. 203.
[10] Cfr. Pseudo Longino. Sobre lo sublime 1, pp. 148-149.
[11] Cfr. Pseudo Longino. Sobre lo sublime 7, 3-4, pp. 157-158.

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