sábado, 28 de octubre de 2023

VICENTE Y QUINTA CRESPO


 

Iba embalao para la estación del Metro de Sabana Gay cuando de pronto alguien se acerca muy sutilmente y me dice:

—Abuelo.

Me detengo y miro a la persona, y era el viejo Vicente. Parece un rastafari viejo. A Vicente lo conocí por allá en el año de 1984, acababa Vicente de cumplir el servicio militar, tendría él unos 20 años. Era peleón el carajo, un hombre fuego. No le comía cuento a nadie para caerse a coñazo limpio con quien fuese. Pero buena gente el muérgano.

Siempre nos llevamos bien, nos tratamos con respeto y aprecio mutuo, hasta el día de hoy.

Me dijo que anda jodido de la ciática. Yo pensé que era alguna china que lo había jodido o le había arreado un palazo por una canilla, porque anda renqueando. Me contó que varios panas, entre ellos Memo, habían muerto. Le di lo que tenía en efectivo para que bajara para Carayaca, para El Litoral.

Nos abrazamos y nos despedimos.

Uno nunca sabe si se volverá a ver.

Bajé al metro y me fui a Capitolio, rumbo a Quinta Crespo. Debe ser un karma, o algo semejante. Voy a tener que ir a un psicoanalista a ver que quevonada me dice, nada interesante seguro.

Es que ir a Quinta Crespo es como ir al Golgota. Tienen razón quienes desprecian esa vaina, es que se ve cada mierda. Pero resulta interesante, al contrario de esas urbanizaciones insípidas y desvaídas. Acá fluye la inmundicia, el género humano en su esplendor.

Tenía que comprar yemas y queso, porque no tenía nada. Y café de Biscucuy para llevar para la Ítaca laboral. Las yemas están otra vez caras, ya a están a 100 simones, el medio cartón.

Iba por la avenida Baralt mirando a ver dónde vendían las yemas más baratas, porque varían de precio tres pasos más allá o tres pasos más acá. Vi una muchacha guapa que vendía y le pregunté:

—¿A cómo está el medio cartón?

—A 87,50, mi viejo. Me dijo ella.

Yo le repliqué:

—Mi moza, mi Dulcinea del Toboso, cuando venga de José Revuelta te compro ese medio cartón.

Y seguí pa’lante.

Compré los 100 gramos de café, medio kilo de queso y me metí al Mercado del Compadre que mataron en La Mata Carmelera. A comprar comino, que la vez pasada se me olvidó. Comprando el comino, me acordé del Bicarbonato de Sodio y compré una ñingita.

Una muchacha, de ahí del mercado, me había comentado, unos meses atrás, que el gobierno tenía controlado la venta del bicarbonato porque los mariguanos lo estaban usando para rendir la droga. Lo que se están es metiendo por esa nariz es bicarbonato de sodio parejo, se van a inflar como una torta casera.

Compre mi verga y me regresé por donde había ido. Y, por supuesto, of course se dice en inglés para los entendidos, pase por donde la Dulcinea del Toboso y compré el medio cartón de yemas, por no tener mucha confianza no nos quisimos ni abrazar ni despedirnos con algún besos furtivo. Ni siquiera un requiebro de amor.

Me vine de regreso para la Pequicueva. El Metro venía traqueteando, si llega a Petare es de verga pensé yo. Me bajé en Sabana Gay y sin novedad en el frente.


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