viernes, 27 de octubre de 2023

HOY CAÍ EN CUENTA


 

Hoy caí en cuenta de una verga, porque me senté a conversar con una pana allá en la Ítaca laboral.

Conversando con este pana le decía que en mi puta vida yo había trabajado en la administración pública, que esta era la primera vez. Porque desde 1993, hace treinta años, yo he trabajado por mi cuenta.

Lo que uno llamaba antes, si la vaina iba más o menos, matar tigres. Y si alguien preguntaba, de asomao, qué estaba haciendo uno; uno le decía que andaba con la escopeta al hombro, por si salía un tigre para matarlo.

No como estos maricos tristes de ahora que se la pasan con esa guevonada del emprendimiento, de los emprendimientos. Parranda de vergas, esa verga se llama matar tigre, así lo bautizaron los helenos hace unos 2.500 años antes de Chucho. No sé cómo se dice matar tigre en griego, tengo que averiguar.

Si uno estaba matando tigres y la vaina comenzaba a ir bien y de bien a mejor, uno decía que estaba en el ejercicio libre de la profesión. Porque estaba entrando una fuerza de manera pareja. He ahí la diferencia entre una verga y la otra. Uno le daba status al matar tigres, verga de la ontología.

En este hablar guevonadas en la Ítaca laboral, medí cuenta de que yo no puedo trabajar al 70%, al 60% de mi capacidad laboral. No, nada de esa pendejera. Yo trabajo al 100%, porque después de 30 años no lo puedo hacer de otra manera.

Porque cuando uno está en el ejercicio libre de la profesión, o como diría el coño e madre de Kiyosaki, que uno es un auto-empleado; uno tiene que trabajar al 100%, porque no tiene a quien echarle la culpa si una verga en el trabajo sale mal. Solo está uno haciendo esa vaina y al cliente le vale verga si uno hace algo mal. El cliente lo que quiere, y para eso lo contratan a uno, es para que uno le resuelva el asunto por lo que le están pagando. No para oírle ningún yanten.

Al cliente, lo demás le vale madre. Les resbala por los cojones. El quiere que el dinero que él pagó de buenos resultados.

Uno está forzado a hacer el trabajo bien, porque el trabajo es la tarjeta de presentación. Y por eso es que de mi pueden decir lo que les venga en gana, de coño e madre pa’ bajo;  pero si dicen alguna mierda de mi trabajo me arrecho y les puedo reventar la jeta. Porque mi trabajo lo hago bien, para que nadie hable guevonadas.

Desde el trabajo de arquitectura, el del mal profesor que fui, y las investigaciones filosóficas que hago. Esa verga las hago bien. Para que no venga ningún comemierda a hablar guevonadas.

Son 30 años del ejercicio libre de la profesión en la arquitectura. La impronta queda, y no me la puedo quitar de encima porque ya estoy habituado hacer mi trabajo lo mejor posible.

Por eso no me contamina el síndrome del empleado público, que se echa las bolas al hombro para hacer el trabajo a los coñazos.

Dudo que pueda cambiar en mi forma de trabajar, porque, además, siempre hay algunos rugidos por la calle y de esos uno está pendiente. Y la carabina, por mera costumbre, siempre está montada en el hombro.


No hay comentarios:

Publicar un comentario