martes, 6 de octubre de 2015

«MEDIA NOCHE EN PARÍS» O LA DESESPERANZA DE NUESTRO PRESENTE: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

          El drama del escritor quien sueña con los años veinte en París nos hace construir una pseudo-nostalgia; pues tal melancolía no es originada por ningún recuerdo o vivencia pérdida, de allí que sea una pseudo-nostalgia. En tal caso, solo es una aspiración, un deseo. Pero este deseo de ser nuestro nos impide ver nuestro presente, y solo andaremos en una vana ensoñación.

            Soñamos con estar en otra ciudad, vivir en otro país, pertenecer a otra familia. En última instancia, no negamos. Así como negamos nuestro cuerpo. No queremos asumir las situaciones en que nos encontramos. De que buscamos vías de escapes, para supuestamente realizar nuestras aspiraciones. Pero ¿qué hacemos con nuestro presente? ¿Con esta vida que llevamos aquí y ahora? 

            Vivir en la mera aspiración, es como la canción de «durmiendo vivir durmiendo» sin pensar el nuestro hacer que nos compete. Esa aspiración fatua se nos hace bambalinas en la cabeza. Aspiramos, deseamos, queremos pero no hacemos. No es que lo último sea más importante que lo primero, sino que deben complementarse. Woody Allen nos pasea magistralmente por este drama.

            Porque hacer que «Gil Pender» viva una parte, la que a él le interesa, de los años veinte en París. Haciéndolo ver que también a había personas (Adriana de Burdeos) que añoraban las décadas anteriores. Es esta la paradoja, pensamos que todos deben añorar aquello que nosotros deseamos, como si esto fuese una verdad. Es común que aquellos que añoran el pasado sean muy conservadores con sus puntos de vistas, aunque la propuesta sea muy arriesgada. El caso, por ejemplo, Platón, quien recurre a lo originario para plantear su Politeia. También son propios de esta actitud los melancólicos, por ello actualmente se cuestiona ese desear el pasado, y se plantea vivir un aquí y ahora. Que también es tramposo, porque que quiere borrar el pasado. Un sujeto sin historia.

            Para el personaje «Gil Pender» es un verdadero drama, estar en un presente y, sin embargo, vivir por algunas horas sus aspiraciones. Pero, nos muestra algo más Woody Allen, en la medida que va viviendo su deseo, va construyendo su presente, sus relaciones y su trabajo de escritor. Esto es, es la validez de nuestros deseos, de nuestras aspiraciones. No nos dice que renunciemos a éstas, sino que debemos trabajar en función de ellas.

            Porque si algo tiene el personaje de «Gil Pender» es que no deja de hacer lo que tiene que hacer, trabajar su novela. Pensar-hacer su vida. No se abandona voluptuosamente a divagar en su anhelo. Que realmente este sería el problema de la inacción, sino que siempre se asume como sujeto de su hacer. No importa si la relación con «Inez» no marcha de la mejor manera, «Pender» persevera en el deseo que lo hace mover.

            Acá volvemos a Aristóteles, quien señaló que el deseo es lo primero que nos mueve. Luego viene el pensamiento deliberativo junto al deseo para llevar a cabo la elección. De la cual somos responsables. Porque somos nosotros quienes elegimos libremente. De allí que no podemos inculpar a nadie por nuestras decisiones. Y si hacemos a otro culpable de nuestras decisiones, actuamos como unos cobardes.            

            «Medianoche en París» nos muestra esta lucha entre no entender nuestro presente y los deseos inauditos que pueden llegar a entorpecer nuestra pensar-hacer. Todos tenemos aspiraciones, deseos. ¿Qué hacemos con ellos? ¿Cómo los manejamos a nuestro favor? ¿Cómo hacemos que esos deseos sean adecuados a una meta? Tenemos, entonces, que tener una meta. Porque sin está los deseos se pueden quedar en eso. El personaje de la película tiene una meta, llegar a ser un escritor para ello escribe una novela. Nos vano el deseo de querer conocer aquellos de principios de siglo veinte en París. Pero a diferencia de Cenicienta, el sueño se materializa a medianoche.      

            La materialización del deseo conlleva en sí su abandono, porque éste lleva a la reflexión. A medida que el personaje de «Gil» interactúa con «Adriana de Burdeos» se le devela su opuesto, ya que ella que aspira a otra época que considera mejor, aparece lo relativo del gusto y la diversidad de juicios. Esto se agudiza en el encuentro con Gauguin, Degas y Toulouse-Lautrec, quienes añoran El Renacimiento como la verdadera época del esplendor artístico. En ese momento se cae el velo, de que la añoranza en mera añoranza.

            Además, «Gil Pender» se da cuenta que sus circunstancias son otras, que éstas solo pertenecen a su presente, a su época. Cada sujeto es sujeto de su época, creo que dice Hegel. El solo puede vivir como sujeto de su presente, de su aquí y ahora que contiene en sí su pasado y sus deseos. En ese momento el sujeto se devela ante sí mismo, y se asume en su devenir. Se hace a sí mismo.   

            De ahora en adelante, ya no más evasión ni pseudo-nostalgia. El pasado es a lo que hay que recurrir para aprender de él, incluso para modificarlo para nuestro proyecto de vida. El personaje de Woody Allen ha dejado de ser otro, pera convertirse en él. Ser su propia propiedad. Sujeto de sí mismo, y no un mero soñador. Retorna a su presente, a sus circunstancias, más determinado; aprecia lo que es. Para eso debe servir la medianoche en París, para convertir en el presente en una realidad.     


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