martes, 20 de octubre de 2015

«CORALINE» O LA POSIBILIDAD DE ASUMIRSE COMO SUJETO: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

           Coraline es una adolescente que anda fastidiada de la vida, ésta le resulta aburrida y monótona. Fastidia a sus padres pidiendo una atención que éstos, por el momento, no pueden dársela; ya que están resolviendo los problemas que la vida práctica exige. Exigencia que incluye la manutención y la crianza de la adolescente que busca horizontes sentidos en su vida.

           La adolescente al no obtener respuestas favorables a sus exigencias de atención, recae en el círculo de volverse más intolerante y fastidiosa; porque no entiende que la vida requiere de muchas atenciones y Coraline es solo una de ellas, pero no la única. El conflicto existencial entre padres y adolescentes, donde ambos son incomprendidos y terminan por rabiarse unos a otros.

           Coraline quiere sus padres se sigan haciendo cargo de su vida. La adolescente aún no se ha hecho cargo de su persona. En esa etapa de la vida predomina la inconformidad. Inconformidad por los padres, por donde se vive; el mundo es un fastidio. Y, a la vez, éste está ahí para conquistarlo. Pretendemos que toda la vida es nuestra, y que podemos hacer con ella lo que queramos. En este caso, la vida está representada por esa puerta que conduce al sótano, cerrada y atrayente, que parece negada a nosotros.

            Algo así como el fruto prohibido. La puerta nos invita a abrirla, es la tentación y los asuntos que nos depara la existencia. Los asuntos a los cuales tenemos que enfrentarnos y en los cuales tendremos que decidir. Indudablemente, Coraline consigue acceder al mundo otro que depara la apertura de la puerta. Y allí está el mundo amigable, ese mundo de atenciones que ella tanto desea. Nos maravillamos ante ese mundo que soñamos, el cual pensamos que es la solución a nuestra existencia aburrida e inconforme. 

            Pero el mundo no es inocente, siempre nos exige muchas cosas. Y entre éstas nuestra elección. Sí, Coraline queda encantada por las atenciones, la comida y la libertad que su otra madre y padre le ofrecen. Va y viene entre ambos mundos la adolescente; corretea entre ambos, para que pueda ver ambos. El mundo de siempre es rutinario, lleno de preocupaciones cotidianas; en última instancia es gris. El otro luminoso, un canto de sirenas.

            Sigue Coraline jugueteando entre la realidad gris y la posibilidad colorida de lo otro. Los padres atareados y abatidos por las necesidades del mundo, atienden en lo posible a la hija, que recibe todas las atenciones por parte de sus otros padres, siempre atentos. Nuestra vanidad o más bien la fragilidad del ser tenderá a lo placentero, está en nuestra naturaleza. Soñamos con oportunidades que ya están hechas y a las cuales creemos que podemos tomar con nuestras manos. No vemos que ya nuestra vida es una posibilidad, ante esto somos cegatos.

             La curiosidad anima a Coraline. Mira, pregunta, observa, compara. Un mundo opaco, el otro abundante. El jardín de las delicias siempre es atrayente y el camino a él fácil. Qué tenemos, qué abandonamos, qué asumimos; cuando la vida nos va poniendo en las diferentes bifurcaciones. Tal vez, la quimera que nos alucina o la realidad que podemos construir. En esos son los momentos de nuestras elecciones.

            De este modo se le presenta la vida a la adolescente que encarna toda vida que no se ha asumido. Toda vida que sigue buscando que le presten atención, que la atiendan. Que resuelvan por ella. Estamos en el mundo para resolver nuestra vida, y cómo la resolvamos es un asunto nuestro. Nos compete a nosotros hacernos cargo de nuestra orfandad, de nuestra menesterosidad. Esa es la responsabilidad de nuestra libertad.

            Llegado el momento Coraline tiene que decidir. En el mismo momento que sus padres han desaparecido. La soledad de la libertad se hace presente. Sola ante la puerta de Oriente tiene que decidir por uno de los mundos, ya no han posibilidad de corretear entre ambos. Es uno u es otro, no hay más alternativas. Coraline, ahora, tiene que decidir por ella y por sus padres. Por eso nuestras decisiones siempre tienen consecuencias más allá de nosotros.

             Este es el momento de asumirse o no. De ser sujeto libre o dejar que otro configure nuestra vida. Ese el drama de Coraline. Ese es el drama de cada uno de nosotros. Lo que decidamos signará nuestra vida. Y casi siempre, como es el caso de la adolescente, es la vida quien nos pone en tres y dos, contra la espada y la pared; pocas veces somos nosotros quienes armamos todo ese tinglado. Es la vida quien se encarga de ello, y nosotros los sujetos a decidir.

            En la película de Henry Selick, en los momentos de elección se cotejan la reflexión abrumada, asustada de Coraline y una conciencia representada por el gato. Ambas necesarias para la toma de decisión. Pues con ambas miramos y evaluamos nuestras circunstancias. La adolescente forzada por la vida, casi siempre es así, se asume para sí. Se asume como el sujeto propio de su vida. Ya no hay la mediación de los padres, éstos han quedado a ser sujetos de sus vidas. Ahora es Coraline quien es sujeto para sí, su propia conciencia electora y responsable.     

            Triunfa la adolescente sobre la araña y la encierra en el sótano de las quimeras. Asume su mundo gris y lo transforma en colores. La relación con ella misma es otra, y por supuesto para con los padres y el mundo. Coraline ha salido triunfante como la libertad. No es la de antes, es otra que se ha conservado superándose. El mundo también es otro. Es la posibilidad de asumirnos como sujetos.   


PD. Facebook: consultoría y asesoría filosófica Obed Delfín
Twitter: @obeddelfin
Youtube: Obed Delfín

No hay comentarios:

Publicar un comentario