jueves, 16 de octubre de 2014

LA FATIGA Y LA DESMORALIZACIÓN EN LA CONFIGURACIÓN DEL ANTI-SUJETO: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

La mayor parte de nuestras comunicaciones, sean éstas personales, organizacionales, comunitarias o empresariales, se rigen por valores, principios y opiniones sociales. De allí que muchas conversaciones —familiares o comerciales— estén atascadas en medio de pantanos sociales. Ya que se enfocan, generalmente, en construir una imagen o en dar una impresión correcta de acuerdo a aquellos valores y opiniones sociales.

En vez de reunir a la gente adecuada en el momento oportuno, en aceptar los volubles disposiciones de ánimos que conforman a las personas, las iniciativas comunicacionales se centran, a menudo, en cómo perfeccionar tales procesos de comunicación, o en capacitar a la gente en la técnica de escuchar y explicar claramente su punto de vista.  Otros se enfocan en las mecánicas para resolver problemas y en cómo desarrollar equipos de trabajo eficaces. Estos esfuerzos de capacitación fundados en buenas intenciones intentan crear un espíritu eficiencia.

No obstante, nuestra cultura individual y social está tan centrada en defender posiciones alcanzadas y en el poder coercitivo de la “mano dura” que nos resistimos a esas iniciativas. Somos escépticos a tales esfuerzos de capacitación. De allí que muchas iniciativas se perciban como algo dramático y desesperado, o como un frenético esfuerzo para lograr que sucedan cosas buenas.

Este modo de cultura nos fatiga y desmoraliza gradualmente. Las cuestiones de supervivencia, de salario y seguridad dominan sobre las otras actividades del individuo, y éstas nos van desgastando poco a poco. Muchos se adaptan a esta cultura y buscan satisfacer sus necesidades humanas fuera del trabajo, puesto que en éste ya no hallan una satisfacción placentera e intrínseca. Mantenemos el trabajo para financiar otras actividades que consideramos más satisfactorias, el trabajo es un mal que tengo que soportar. Pero ¿podemos encontrar satisfacción real en otras actividades cuando el fantasma del trabajo nos acecha? O ¿solo estas evadiendo una realidad momentáneamente? Es un hacer grotesco.

Cuando cultivamos nuestro pensar-hacer en principios construimos nuestros cimientos dentro de las personas y de las relaciones que establecemos con éstas. Los esfuerzos por mejorar las comunicaciones tendrán un valor permanente, éstas se construirán sobre el fundamento de la confianza. Y ésta se funda en la confiabilidad personal y social. No en culturas de posiciones alcanzadas ni en el poder coercitivo.

En nuestra vida personal y laboral, todos queremos ejercer una influencia favorable sobre otras personas. ¿Cómo podemos influir éticamente en otras personas? Aspectos a considerar podrían ser: Enseñar con el ejemplo, ya que los demás ven lo que hacemos. Construir relaciones en las que uno cuide del otro, los demás sienten que son tratados como personas. Ejercer de enseñante por medio de instrucciones, los otros oyen si le dices cosas de interés.

Tomemos el caso de enseñar con el ejemplo, puesto que los demás ven lo que nosotros hacemos. ¿Quién soy yo y como actúo? Si voy a enseñar con el ejemplo debo abstenerme de ser displicente conmigo mismo y con los otros. Por otra parte, debo dejar de decir solo cosas desfavorables o negativas. No decir solo cosas negativas o no ser displicente hacia los otros es una forma de dar ejemplo.

La paciencia, ese ser escurridizo, es necesaria practicarla con nosotros y  los demás. Cuando vivimos momentos de tensión, que es a diario, nuestra impaciencia aflora, y en ese momento podemos decir cosas que en realidad no pensamos ni intentamos decir, cosas completamente desproporcionadas respecto a la realidad. Se cuenta que Mark Twain era famoso por su temperamento colérico, por lo que costaba poco provocarle; y cuando se molestaba con alguien su opción de réplica era escribir una carta mordaz, la que guardaba en el abrigo durante tres días. Si pasados estos tres días seguía enojado, la echaba al correo. No obstante, por lo general transcurridos estos tres días su enfado se había disipado y quemaba la carta.

Las acciones cometidas bajo el impulso de la impaciencia nos puede dejar, a nosotros y a los demás, resentimientos. La paciencia es diligencia emocional a través de la emoción y la actitud. La paciencia acepta la realidad de los procesos y de los ciclos sociales.

Es necesario distinguir entre la persona y su labor. Pues podemos desaprobar la tarea mediocre de alguien; pero debemos tener en cuenta que es una persona. Ya que tenemos que comunicarnos con él para apoyarlo a que cree una idea de su propio valor y de su estima, las cuales están al margen de nuestros prejuicios. Poder comunicarse con alguien para hacerle ver su valor intrínseco, nos da el sentido de nuestro valor intrínseco.

Debemos escoger respuestas asertivas y proactiva. Debemos estar atentos al vínculo que conecta lo que sabemos con lo que hacemos. Al escoger nuestras respuestas de manera asertiva actuamos en perspectiva, para decidir nuestras acciones. Esto significa que asumimos la responsabilidad por nuestras actitudes y acciones, es decir, que somos los agentes de nuestro hacer.



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Escucha: “Pasión y Razón” en www.arte958fm.com (todos los martes desde las 2:30 pm, hora de Caracas)

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