miércoles, 1 de noviembre de 2017

LA VOLUNTAD DE LA NADA: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

¿Qué es la voluntad de la nada? Quien aborda esta temática es F. Nietzsche en la «Voluntad de poderío» como algo opuesto a la voluntad de poder. En los prolegómenos a esta temática, el filósofo nos señala que la negación de toda creencia es el signo de un aumento de poder en el espíritu, a esto lo llama el nihilismo activo. El cual es el instinto creador de abismos. Contrario a éste, se encuentra el nihilismo pasivo.

Por otra parte, nos indica Nietzsche que el poder de suspender la acción, de no reaccionar, es el más grave efecto de la debilidad. Lo que es propio de una voluntad débil. En cambio, la voluntad de poder impulsa a que nuestra relación con las cosas se vea exigida por una decisión y una acción inmediata. Por ello, el pensador alemán nos indicara que “el que es pobre en vitalidad, el débil, empobrece también la vida; el que es rico en vitalidad, el fuerte, la enriquece. El primero es el parásito del segundo”.

Como apreciamos la voluntad débil es parasitaria, es débil y empobrecedora de la vida. Carece de vitalidad. Ante esta postura sumisa de la voluntad débil, Nietzsche declara: “Yo enseño a decir «no» contra todo aquello que nos debilita, contra todo aquello que nos agota. Yo enseño a decir «sí» frente a todo lo que fortalece, lo que acumula fuerzas y justifica el sentimiento de vigor”. Esta es la manifestación de la voluntad de poder.

En este contexto, tenemos que las posiciones extremas no son resueltas por posiciones más moderadas, sino por otras soluciones igualmente extremas. Pues, lo que está sobre el tapete de la vida es tener la fuerza de no dejarnos engañar. Para el filósofo, la moral de la voluntad débil lo que ha enseñado es a odiar y a despreciar lo que constituye el rasgo fundamental del carácter del sujeto dominante, esto es, la voluntad de poder.

Nuestra actitud, nuestras acciones y personalidad temerosa se fundamenta en el odio moral a la voluntad de poder, y en el amor a la voluntad débil. A ser engañados sin oponer resistencia, a no asumir posiciones extremas; a no tener fuerza ni sentimiento de vigor; a no reaccionar y atajar toda acción. En esto se nos va la vida, que para Nietzsche no debe ser ninguna vida, por cuanto carece de voluntad propiamente.

Para el filósofo, lo que tiene valor en la vida es el grado de poder, a condición de que la vida misma sea voluntad de poder. Lo contrario a este valor en la vida, a esta voluntad de poder es nuestra tendencia de caminar a nuestra perdición; que se presenta en nosotros como la voluntad de perdernos, como la elección instintiva de lo que necesariamente nos destruye. Este instinto de nuestra autodestrucción, la «voluntad de la nada».

Tal voluntad de la nada nos arroja a no tomar decisiones; a no invertir en los capitales de nuestra experiencia porque nos negamos conocernos. A preservar en el desorden, en lo ilógica, en el inadecuado desenlace y la desconexión. La nada de la voluntad se instituye deformarnos, desmontarnos. Para no creer en nosotros mismo. Es el principio y fin de nuestra negación.

La voluntad de la nada es la voluntad de sufrir, la voluntad de obedecer y ser obedientes. De la resignación y la entrega. El destruir el mundo de nuestra imagen. De la desconfianza en nosotros mismos. De ser otro, pero no ser nosotros. Lo que busca es querer tener menos de lo que se tiene, ser cada vez menos.

Tener y querer tener menos, es lo que desea la voluntad de la nada. En este sentido, en cada uno de nosotros se va afirmando el sumiso y el animal acorralado. Al conservar una voluntad de la nada tenemos más probabilidades de ser vencidos, porque eso es lo que buscamos. Lo que buscamos es un amo.

La voluntad de la nada sabe obedecer y ser obediente; por ello siempre encuentra a quien lo sabe mandar. Ella trabaja como mero instrumento servil del poderío, es su sirvienta. Es evidente que la voluntad de la nada decrece a cada aumento de poderío. Tal voluntad solo es la interpretación de la otra voluntad que la domina. No podemos conocer ninguna interpretación de esta sumisa voluntad, porque no la tiene.

Para esta voluntad todo es sumisión, resignación. Por ello no hay en ella interpretación. El ser sujeto no le es dado, cuando lo tiene es porque es algo añadido o imaginado; algo que se esconde en otra voluntad a la que ella atiende.

La voluntad de la nada se hunde en la ignorancia de sí misma. En ella no existe ni la palabra "yo", ni la palabra "acción", ni la palabra "pasión"; no existe la línea de horizonte de ningún pensamiento, solo es el desierto, la arena. El sendero hacia la nada es solo un andar hacia el hecho de ser cada vez más inconsciente.

La nada es un proceso in infinitum, una determinación inactiva que no llega nunca a la conciencia de sí misma ni de alguna cosa fija y determinada. Es el mero vacío de la voluntad de la nada. No conoce, por eso no pone nada bajo cierta condición; ella es lo condicionado, lo sometido. La materia inerte.

Al conocerse ni conocer tal voluntad  no se pone en relación con algo. No se siente condicionada por algo, ni condiciona algo porque no sabe. Como carece de poderío su existencia no es un proceso, no es un devenir. No posee ser. Pues, bajo qué forma, bajo qué fuerza podría llegar a tener ser. Solo es una posesión de otro. No tiene medida propia, es la medida de quien la mide.

La voluntad de la nada no se enfrenta al cambio, es lo perecedero. Es la expresión de un alma débil, llena de desconfianza y de malas experiencias. Ve gustosa lo a-rracional, el reblandecimiento y el moralismo nos diría Nietzsche.

Referencias:
Facebook: consultoría y asesoría filosófica Obed Delfín
Youtube: Obed Delfín

Twitter: @obeddelfin

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