Nuestras
relaciones interculturales van desde intentar asimilar las diferencias
culturales hasta el intento de tener una perspectiva de equidad y
participación. Ya que las relaciones interculturales implican interacción,
intercambio, ruptura del aislamiento, reciprocidad, solidaridad. Así como el
reconocimiento y la aceptación de los valores y los modos de vida de los otros.
Asunto que nunca es fácil, y que muchas veces se queda más en la palabra que en
la praxis.
La
aproximación a establecer relaciones interculturales representa una
transformación de nosotros; pues identidad y cultura son formas dinámicas en
continuo cambio. La alteridad en una sociedad compleja y multicultural siempre
es un riesgo, aunque se diga lo contrario. De allí que se proponga que las
relaciones interculturales sean oportunidades de enriquecimiento, de
crecimiento personal y colectivo. Y de esta manera debemos verlas. No obstante,
no todas las personas lo consideran así, por eso la resistencia a la
alteridad.
En las relaciones
interculturales debe prevalecer la diversidad cultural, al apoyarse ésta en el respeto
a los valores del pluralismo cultural como recurso de intercambio social. De
este modo, podemos alcanzar la aceptación y valoración de la diversidad
cultural, y superar, a la vez, la postura «asimilacionista» que hace perder al
otro su cultura. Por cuanto se asimila a la otra cultura, y ésta no se
enriquece de aquella.
La pluralidad intercultural
a de desarrollar aspectos cognitivos y comunicativos que faciliten las relaciones
entre las personas, desde posiciones de igualdad. La pluralidad cultural no
algo «snob». Ésta debe considerarse un proceso y una práctica de aprendizaje
mutuo. Por lo que no se puede considerar
un «instrumento» coyuntural, sino un modo de vida y reciprocidad entre ambas
culturas.
Una vez que
hemos reconocido la importancia de los procesos comunicativos y de igualdad en
el desarrollo de las identidades culturales, nuestras relaciones culturales han
de concebirse como un proceso basado en el esfuerzo; no como una actividad
social puntual. Ya que nuestras relaciones interculturales suponen la
valoración de cada cultura, y el respeto a los haceres de cada individuo. La
convivencia y el intercambio cultural nos dispondrán, a cada uno de nosotros, a
velar por las diversas formas de vidas.
Las relaciones
interculturales significan alternativas de aprendizaje ante modelos mono-culturales.
Debemos aceptar la complejidad de cada persona y de su cultura. Debemos reconocer
que todos somos pluriculturales. Que somos constituidos por identidades, unas
más fuertes que otras; pero identidades al fin.
Al no tener en
cuenta los diversos contenidos de nuestras culturas, estamos frente al problema de la no pertenencia o del
extrañamiento de nosotros mismos y de nuestros entornos. Esto nos produce una afectación
cultural, un problema de coacción, de aculturación forzada. A esto debemos
estar atentos, porque hay muchos elementos que tratan de hacernos ver que somos
solo una identidad.
De allí, que
al asumir la intercultural como un proceso de aprendizaje hacemos de éste una
verdadera exigencia de vida. Las relaciones interculturales procuran
compromisos activos, entre los que conviven en un mismo espacio social. Desde este
punto de vista, las relaciones interculturales comprenden, entre otras cosas,
la escucha empática, el respeto, la comunicación abierta, la conversación entre
iguales, con la meta de conocer y comprender los estereotipos para liberarnos
de prejuicios; y así orientarnos para crear condiciones de beneficios para cada
interlocutor desde la perspectiva cultural.
De esta
manera, nuestra vida social debe concebirse como un espacio de reconstrucción,
representación y comunicación. A partir de aquí, nuestras relaciones se
convierten en un espacio de relaciones fundadas en la diversidad cultural. Nuestros
intercambios sociales se convierten en un sistema complejo de comunicación
intercultural; en mediadores interculturales que ayudan a potenciar los
recursos personales y culturales de las personas, para intentar conciliar
posturas culturales que pueden generar conflictos.
Las relaciones
pluriculturales nos ayudan a lograr un mayor conocimiento de nosotros y de los
demás. En consecuencia, a favorecer el diálogo desde posiciones de igualdad y
respeto. Asimismo, a rechazar la discriminación y fomentar nuestras relaciones con
los otros. La interculturalidad nos permite elegir modelos culturales evitando
conflictos innecesarios debido a las diferencias culturales.
Por otra
parte, amplía nuestra curiosidad por los otros, el respeto y el interés por las
diversidades culturales. Además, nos abre la posibilidad de poner en entredicho
nuestros propios modelos y criterios culturales. Esto, de alguna manera,
garantiza la conciencia, la reflexión y la visión de que la identidad es un
concepto dinámico. Lo que potencia el desarrollo de actitudes que plantean acuerdos
éticos con todas las diferencias incluidas, y afirma la preferencia por un mundo
diverso.
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