jueves, 26 de marzo de 2015

ERRORES EN LAS RELACIONES HUMANAS: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

En nuestra comunicación con los demás todo mensaje tiene el propósito de modificar la conciencia o la conducta de la otra persona; todos nosotros hablamos para que nuestro interlocutor se modifique a  partir del mensaje recibido. En este intento de influir sobre los demás cometemos errores; éstos están relacionados con el hecho que ignoramos o socavamos tres clases de influencias que son necesarias tener en cuenta.

Los errores en cuestión son: En primer término, ponernos a aconsejar antes de comprender realmente cuál es la situación que vive la otra persona. En este sentido, somos unos «receteros». En segundo lugar, intentamos construir o reconstruir relaciones sin cambiar de conducta o actitud. Pensamos en el borrón y cuenta nueva, y ya apareció la varita mágica que todo lo arregla. Tercero, suponemos, y damos por hecho, que el buen ejemplo y una buena relación bastan para establecer vínculos necesarios y permanentes.

Abordemos el primer error, ese de andar aconsejado a los demás antes de comprenderlos. ¿Por qué decía que somos unos «receteros»? Porque andamos con recetas universales, las cuales creemos que sirven igual para todas las personas y todas las circunstancias. Tenemos la panacea universal para todos los males. Por esa razón, queremos decirle a la gente lo que tiene que hacer, sin conocer ni comprender su situación particular. Y si no nos atienden los demás son unos tontos, insensatos que no quieren oír nuestra palabra salvadora. 

Bien, antes de ponernos a decirle a los demás lo que deben y tienen que hacer, es necesario que establezcamos con esa persona o personas una relación de comprensión. Comprender qué desea hacer; por qué lo desea; cuáles son sus aspiraciones; cuál es su situación y por qué se está dando esta situación…  Y esto, porque la clave para que uno pueda influir en el otro es que uno lo comprenda; o mejor, para que alguien influya en mí es necesario que esta persona me comprenda. Sin esta relación de comprensión no hay manera de traspasar el límite o cordón de seguridad que yo he colocado ante el mundo.  

De este modo, en primer lugar, cuando alguien nos comprende; y por ende, comprende nuestros propios sentimientos y situaciones nos dejamos influir por esa persona, ya que nos abrimos a ella; en ese momento aceptamos sus consejos. Ahora bien, debemos comprender al otro para que éste confíe en nosotros, y a partir de esta comprensión podamos estructurar un esquema que nos permita producir un consejo adecuado a la persona. Recordemos, toda relación se da entre dos, y ambos son agentes activos.

Cuando consideramos que un consejo se ajusta o es adecuado a nuestra situación, porque es propio y genuino, en ese momento nos dejamos influir por tal consejo. Esto es, nos dejamos influir por esa otra persona. De este modo, se establece una relación de influencia. Ya que hemos establecido, en primer lugar, una identificación racional y afectiva con el estado de ánimo de otro, es decir, hemos establecido una relación de empatía. Por ello, debemos primero comprender y luego dar el consejo pertinente. Posteriormente, nosotros seremos comprendidos, a partir de una relación semejante. 
  
El segundo error, es aquel de intentar construir o reconstruir relaciones sin cambiar nuestra conducta o actitud. En esto hay un egoísmo rampante, que hace atender desmedidamente nuestro propio interés, sin cuidar el de los demás. Los demás son los que deben cambiar, yo no. Por esta actitud, tratamos de construir o reconstruir relaciones sin hacer ningún cambio fundamental en nuestra conducta o actitud; por este camino vamos a un despeñadero social y personal.
Si nuestra actitud y conducta está plagado de incoherencias y falta de sinceridad, no habrá ninguna técnica, ni diplomado, ni taller de «cómo ganar amigos» que funcione. Los demás no son tontos; son seres pensantes y sentientes. Lo que uno «es» se ve desde lejos y predispone al otro a la sordera. Por tanto, cualquier intento de influenciar en el otro, solo es un intento que conduce al fracaso.   

            Actitudes y conductas coherentes, adecuadas y sinceras producen acercamientos entre las personas. Lo contrario, produce rechazo, urticaria. De allí, que permanentemente hay que estar revisando nuestras actitudes y conductas para con nosotros mismos y con los otros. De modo que nuestras relaciones sean sinceras y coherentes para con los demás. 

El tercer error, señalamos antes, es el de suponer que con el buen ejemplo y con una buena relación es suficiente para establecer vínculos permanentes e influyentes con los otros. Y es suficiente porque suponemos, que con ello, ya no debemos dar más explicaciones a las personas. Incluso, hay lemas a este respecto, me refiero al dar buen ejemplo. Como si con esto fuese suficiente. Los demás deben entender y ya, para qué dar explicaciones.    

            Es necesario hablar, con el fin de enseñar, sobre la visión, la misión, los roles y las metas que esperamos alcanzar; sobre lo qué esperamos de los demás. Plantear asuntos y metas claras y bien definidas. Esto es parte de lo que somos; por ello no basta aquello del buen ejemplo. Lo que «somos» habla de nosotros, también lo que «decimos» y lo que «hacemos». Somos una totalidad. Y en consecuencia debemos actuar.



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Escucha: “PASIÓN Y RAZÓN” por WWW.ARTE958FM.COM y WWW.RADDIOS.COM/2218-ARTE  (todos los martes desde las 2:00 pm, hora de Caracas)

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