Con el tiempo,
nos hemos concentrado más en la eficiencia (capacidad de disponer de alguien o
de algo para conseguir un efecto determinado) que en la eficacia (capacidad de
lograr el efecto que se desea o se espera) Es decir, en hacer las «cosas
correctamente», y no en hacer las «cosas correctas». Incluso, puede que hemos
terminado por confundir una cosa con la otra, o no saberlas distinguir
correctamente.
Nos hemos, por
otra parte, acostumbrado a administrar nuestras vidas a través de crisis. En
las cuales nuestra vida es arrastrada por los sucesos, las circunstancias y los
problemas exteriores. Por lo que nos hemos convertido en individuos mentalizados
hacia los problemas exteriores. Y la única prioridad que establecemos es la de
un conflicto con respecto a otro. Somos, en este sentido, seres exteriores o
exteriorizados. Atendemos la crisis no ha nosotros. Somos eficientes, no
eficaces.
Por ello,
cuando estamos abocados a la eficacia estamos «mentalizados» en un pensar-hacer
hacia las oportunidades. No negamos ni ignoramos, en ningún momento, los
problemas, pero tratamos de prevenirlos, y de hacer ellos una posibilidad. Al afrontar
problemas agudos evitamos por medio de un análisis-crítico desentrañar los
problemas y plantear una nueva situación, con el objeto de no llegar a niveles
de preocupación que afecten el hacer de las cosas.
En este
sentido, se hace necesario establecer una gestión del tiempo. La cual consiste,
en primer término, en establecer prioridades fundamentales e importantes. Y a
partir de éstas organizar y ejecutar las acciones pertinentes. Pues, cuando
fijamos prioridades tenemos que, primero, reflexionar cuidadosamente sobre los
valores y las cuestiones definitivas que éstas implican; segundo, debemos
determinar estas prioridades en objetivos a corto, mediano y largo plazo;
tercero, establecer planes de acción o «planes de manejo» que son traducidos a
agendas de tiempo. Por último, para llevar a cabo esto debemos «disciplinarnos»
para hacer lo que hemos planificado. Sin esta última cuestión habremos perdido
el tiempo.
Otro aspecto a
considerar en la eficacia es la comunicación adecuada. Ya que ésta es un
requisito para dar información correcta y resolver los problemas que se
presenten. La principal dificultad de la comunicación es el problema de la
«traducción». Recordemos, primero, en toda comunicación hay dos historias
frente a frente y no siempre coinciden; segundo, porque en toda comunicación
hay muchos significados, además, de los supuestos intangibles que todos damos
por entendidos.
El primer reto
de toda comunicación consiste en aprender a decir lo que queremos decir, para
no decir otra cosa. El segundo, es aprender a escuchar para poder comprender lo
que los demás quieren decir. El tercero, para lograr una comunicación eficaz en
ambos sentidos es que exista una confianza mutua, porque ésta, a la vez, genera
confiabilidad entre las partes. Además, la confianza allana las dificultades
que se puedan presentar.
El enfoque
clásico de la gestión de problemas considera cuatro preguntas, que debemos
tener en consideración para una forma más eficaz de existencia. La primera es
¿dónde estamos? Tal pregunta se concentra en la importancia de reunir y diagnosticar
los datos de la situación en que nos encontramos. La segunda, ¿adónde queremos
ir? Ésta tiene que ver con clarificar y determinar las metas o logros que
queremos alcanzar.
La tercera
interrogante es ¿cómo llegar hasta allí? Implica generar y evaluar alternativas
de solución, para luego hacer una toma de decisión y planificar las acciones
prácticas para implementarla. Por último, ¿cómo saber que hemos llegado?
Conlleva a establecer criterios de medición en función de los objetivos y metas
planteadas, para observar y discernir los avances alcanzados.
A partir de lo
planteado antes, ¿cómo podemos tener una cultura caracterizada por el cambio
constante y conservar una sensación de estabilidad y seguridad? ¿Cómo logramos
que la gente donde nos desenvolvemos esté de acuerdo con la estrategia, y esté
comprometida con ésta? ¿Cómo liberamos la plenitud de recursos, talento y
energía de la gente? ¿Cómo convertimos la sinergia en un status natural de
todos? ¿Cómo generamos espíritu de equipo? Como apreciamos es un conjunto de
interrogantes operativas, que nos permitirán abordar acciones pertinentes con
respecto a una situación dada.
Para poder de
resolver estas arduas cuestiones, es necesario comprender los principios
básicos del pensar-hacer fundado en la eficacia. Para así poder llegar al
pensar-hacer fundado en la eficiencia. De esto trataremos en otro artículo.
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