martes, 24 de marzo de 2015

ENTRE LA EFICIENCIA Y LA EFICACIA SOMOS SERES EN EL MUNDO: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

Con el tiempo, nos hemos concentrado más en la eficiencia (capacidad de disponer de alguien o de algo para conseguir un efecto determinado) que en la eficacia (capacidad de lograr el efecto que se desea o se espera) Es decir, en hacer las «cosas correctamente», y no en hacer las «cosas correctas». Incluso, puede que hemos terminado por confundir una cosa con la otra, o no saberlas distinguir correctamente. 

Nos hemos, por otra parte, acostumbrado a administrar nuestras vidas a través de crisis. En las cuales nuestra vida es arrastrada por los sucesos, las circunstancias y los problemas exteriores. Por lo que nos hemos convertido en individuos mentalizados hacia los problemas exteriores. Y la única prioridad que establecemos es la de un conflicto con respecto a otro. Somos, en este sentido, seres exteriores o exteriorizados. Atendemos la crisis no ha nosotros. Somos eficientes, no eficaces.   

Por ello, cuando estamos abocados a la eficacia estamos «mentalizados» en un pensar-hacer hacia las oportunidades. No negamos ni ignoramos, en ningún momento, los problemas, pero tratamos de prevenirlos, y de hacer ellos una posibilidad. Al afrontar problemas agudos evitamos por medio de un análisis-crítico desentrañar los problemas y plantear una nueva situación, con el objeto de no llegar a niveles de preocupación que afecten el hacer de las cosas.

En este sentido, se hace necesario establecer una gestión del tiempo. La cual consiste, en primer término, en establecer prioridades fundamentales e importantes. Y a partir de éstas organizar y ejecutar las acciones pertinentes. Pues, cuando fijamos prioridades tenemos que, primero, reflexionar cuidadosamente sobre los valores y las cuestiones definitivas que éstas implican; segundo, debemos determinar estas prioridades en objetivos a corto, mediano y largo plazo; tercero, establecer planes de acción o «planes de manejo» que son traducidos a agendas de tiempo. Por último, para llevar a cabo esto debemos «disciplinarnos» para hacer lo que hemos planificado. Sin esta última cuestión habremos perdido el tiempo.

Otro aspecto a considerar en la eficacia es la comunicación adecuada. Ya que ésta es un requisito para dar información correcta y resolver los problemas que se presenten. La principal dificultad de la comunicación es el problema de la «traducción». Recordemos, primero, en toda comunicación hay dos historias frente a frente y no siempre coinciden; segundo, porque en toda comunicación hay muchos significados, además, de los supuestos intangibles que todos damos por entendidos.

El primer reto de toda comunicación consiste en aprender a decir lo que queremos decir, para no decir otra cosa. El segundo, es aprender a escuchar para poder comprender lo que los demás quieren decir. El tercero, para lograr una comunicación eficaz en ambos sentidos es que exista una confianza mutua, porque ésta, a la vez, genera confiabilidad entre las partes. Además, la confianza allana las dificultades que se puedan presentar.  

El enfoque clásico de la gestión de problemas considera cuatro preguntas, que debemos tener en consideración para una forma más eficaz de existencia. La primera es ¿dónde estamos? Tal pregunta se concentra en la importancia de reunir y diagnosticar los datos de la situación en que nos encontramos. La segunda, ¿adónde queremos ir? Ésta tiene que ver con clarificar y determinar las metas o logros que queremos alcanzar.

La tercera interrogante es ¿cómo llegar hasta allí? Implica generar y evaluar alternativas de solución, para luego hacer una toma de decisión y planificar las acciones prácticas para implementarla. Por último, ¿cómo saber que hemos llegado? Conlleva a establecer criterios de medición en función de los objetivos y metas planteadas, para observar y discernir los avances alcanzados.

A partir de lo planteado antes, ¿cómo podemos tener una cultura caracterizada por el cambio constante y conservar una sensación de estabilidad y seguridad? ¿Cómo logramos que la gente donde nos desenvolvemos esté de acuerdo con la estrategia, y esté comprometida con ésta? ¿Cómo liberamos la plenitud de recursos, talento y energía de la gente? ¿Cómo convertimos la sinergia en un status natural de todos? ¿Cómo generamos espíritu de equipo? Como apreciamos es un conjunto de interrogantes operativas, que nos permitirán abordar acciones pertinentes con respecto a una situación dada.

Para poder de resolver estas arduas cuestiones, es necesario comprender los principios básicos del pensar-hacer fundado en la eficacia. Para así poder llegar al pensar-hacer fundado en la eficiencia. De esto trataremos en otro artículo.


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