Para disfrutar
de nuestro pensar-hacer es necesario que ejercitemos la libertad que tenemos de
elegir nuestros propios centros de interés, y de actuar conforme a ellos en la
elección del recorrido, la atención y los tiempos que nos otorgamos para la
contemplación o la acción. Para hacer esto es importante estar convencidos de
que toda opción para su realización es válida. Incluso, la de hacerlo de manera
rápida o pasar por alto la mayor parte de las cosas que nos atañen; asimismo la
de hacer solos aquellos que realmente nos interesa, y además, de hacerlo sólo
cuando tengamos verdaderos deseos de hacerlo.
Como indica Gripdonck:
“El hombre libre debe tener energía suficiente para imponerse a los esfuerzos
que no está obligado a hacer. Sólo entonces será libre”. Concurrir a nuestro
propio pensar-hacer y disfrutar de él no es ni puede ser una obligación, es una
experiencia de ocio. Acá el concepto de ocio se determina como proceso
educativo, a la vez, el mismo es un agente de disfrute personal y desarrollo
social.
Estamos pues
ante una visión humanista que conjuga ocio; ejercicio de la libertad y
desarrollo de nuestra persona, tanto individual como social. En este sentido,
pensamos el ocio como una experiencia integral del sujeto; como derecho fundamental
y como ámbito de desarrollo por medio de manifestaciones culturales y
recreativas. Una experiencia significativa del ocio es una experiencia
multidimensional; la cual está centrada en actuaciones libres y satisfactorias
para el sujeto que la realiza, con implicaciones individuales y sociales.
Además, tal experiencia tiene un fin en sí misma.
Como hacer
fundamental, la experiencia del ocio significativo favorece el desarrollo
personal, la educación, el trabajo y la salud de aquel que la realiza. El ocio
gira en torno al tiempo, a la libertad y a los constructos sociales de cada
individuo. En el ocio se habla de una libertad más real que aparente, porque, al
contrario que, en otros hábitos sociales el paradigma hegemónico no introduce
implícita o explícitamente elementos de control. El sujeto determina libremente
su experiencia, ésta no viene enlatada.
Los progresos
de la sociedad del éxito y la felicidad no han favorecido las vivencias del
ocio. Ya que el éxito y la felicidad no está dada para todos y tampoco en todas
partes. El ocio, en tanto experiencia, solo tiene sentido en la persona que la
ejerce. Por otra parte, la sociedad de consumo ha confundido o intenta confundir
el ocio con el tiempo libre que deja la labor. La última es una realidad
importante y llena de medios, pero, en muchos casos, desierta de sentido.
La reducción
de la jornada laboral, el adelanto de la jubilación y el aumento de las
expectativas de vida contribuyen a la consolidación y aumento del tiempo libre.
De allí que en el mercado de la felicidad, el disfrute ha ganado gran importancia
en nuestra vida. Por ejemplo, la promoción del turismo, el disfrute de las
vacaciones, la incidencia de la televisión, la visita a los centros
comerciales, el apoyo institucional al desarrollo de las actividades
culturales, son indicadores que configuran nuevos estilos de vida en los que el
disfrute tiene gran incidencia.
No obstante, ocio
y tiempo libre son dos conceptos diferentes. En ambos el tiempo es una
constante; ya que, toda vivencia transcurre en un determinado tiempo. El tiempo
libre se refiere a ese ámbito temporal que está ausente de obligaciones, el
cual nos permite llevar a cabo cualquier tipo de actividad. Por el contrario, el
tiempo de ocio es el tiempo empleado en prácticas de ocio. ¿En qué consisten
estas prácticas de ocio?
La práctica
del ocio no depende de la actividad que se realiza, tampoco del tiempo. La
práctica del ocio tiene que ver con el sentido, con el significado que le da
quien la experimenta. De este modo, la acción y la percepción de quien realiza
el ocio puede transformarse o no en vivencia del ocio. La experiencia de ocio es
independiente, y se caracteriza por la conciencia que se tiene de la elección y
de la voluntariedad de llevarla a cabo.
Pensar en la
experiencia del ocio como una potencialidad es pensar en las posibilidades del
no hacer laborante. Así podemos ser en la medida que estamos relacionados con
nuestro propio no hacer laborante. Esto nos permite rechazar gran parte de la «instrumentalidad»
que va asociada a la noción de tiempo libre, que está concentrada en prácticas
u objetos concretos. En la experiencia del ocio nos permitimos la capacidad de
equivocarnos y, a la vez, generamos nuestra capacidad de aprendizaje; esto nos
permite introducir el pensamiento creativo en los diferentes momentos del ocio
significativo.
La experiencia
del ocio está abierta a cualquier direccionalidad; no tiene ni principio ni
fin, ni salida ni llegada, ni origen ni destino, pues no está reglado. Es la
multiplicidad de la posibilidad. Es elección y voluntad del sujeto en su
pensar-hacer. Es nuestra propia experiencia que parte de nuestro querer libre.
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