jueves, 26 de febrero de 2015

EL OCIO SIGNIFICATIVO Y EL TIEMPO LIBRE: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

Para disfrutar de nuestro pensar-hacer es necesario que ejercitemos la libertad que tenemos de elegir nuestros propios centros de interés, y de actuar conforme a ellos en la elección del recorrido, la atención y los tiempos que nos otorgamos para la contemplación o la acción. Para hacer esto es importante estar convencidos de que toda opción para su realización es válida. Incluso, la de hacerlo de manera rápida o pasar por alto la mayor parte de las cosas que nos atañen; asimismo la de hacer solos aquellos que realmente nos interesa, y además, de hacerlo sólo cuando tengamos verdaderos deseos de hacerlo.

Como indica Gripdonck: “El hombre libre debe tener energía suficiente para imponerse a los esfuerzos que no está obligado a hacer. Sólo entonces será libre”. Concurrir a nuestro propio pensar-hacer y disfrutar de él no es ni puede ser una obligación, es una experiencia de ocio. Acá el concepto de ocio se determina como proceso educativo, a la vez, el mismo es un agente de disfrute personal y desarrollo social.

Estamos pues ante una visión humanista que conjuga ocio; ejercicio de la libertad y desarrollo de nuestra persona, tanto individual como social. En este sentido, pensamos el ocio como una experiencia integral del sujeto; como derecho fundamental y como ámbito de desarrollo por medio de manifestaciones culturales y recreativas. Una experiencia significativa del ocio es una experiencia multidimensional; la cual está centrada en actuaciones libres y satisfactorias para el sujeto que la realiza, con implicaciones individuales y sociales. Además, tal experiencia tiene un fin en sí misma.

Como hacer fundamental, la experiencia del ocio significativo favorece el desarrollo personal, la educación, el trabajo y la salud de aquel que la realiza. El ocio gira en torno al tiempo, a la libertad y a los constructos sociales de cada individuo. En el ocio se habla de una libertad más real que aparente, porque, al contrario que, en otros hábitos sociales el paradigma hegemónico no introduce implícita o explícitamente elementos de control. El sujeto determina libremente su experiencia, ésta no viene enlatada.

Los progresos de la sociedad del éxito y la felicidad no han favorecido las vivencias del ocio. Ya que el éxito y la felicidad no está dada para todos y tampoco en todas partes. El ocio, en tanto experiencia, solo tiene sentido en la persona que la ejerce. Por otra parte, la sociedad de consumo ha confundido o intenta confundir el ocio con el tiempo libre que deja la labor. La última es una realidad importante y llena de medios, pero, en muchos casos, desierta de sentido.

La reducción de la jornada laboral, el adelanto de la jubilación y el aumento de las expectativas de vida contribuyen a la consolidación y aumento del tiempo libre. De allí que en el mercado de la felicidad, el disfrute ha ganado gran importancia en nuestra vida. Por ejemplo, la promoción del turismo, el disfrute de las vacaciones, la incidencia de la televisión, la visita a los centros comerciales, el apoyo institucional al desarrollo de las actividades culturales, son indicadores que configuran nuevos estilos de vida en los que el disfrute tiene gran incidencia.

No obstante, ocio y tiempo libre son dos conceptos diferentes. En ambos el tiempo es una constante; ya que, toda vivencia transcurre en un determinado tiempo. El tiempo libre se refiere a ese ámbito temporal que está ausente de obligaciones, el cual nos permite llevar a cabo cualquier tipo de actividad. Por el contrario, el tiempo de ocio es el tiempo empleado en prácticas de ocio. ¿En qué consisten estas prácticas de ocio?

La práctica del ocio no depende de la actividad que se realiza, tampoco del tiempo. La práctica del ocio tiene que ver con el sentido, con el significado que le da quien la experimenta. De este modo, la acción y la percepción de quien realiza el ocio puede transformarse o no en vivencia del ocio. La experiencia de ocio es independiente, y se caracteriza por la conciencia que se tiene de la elección y de la voluntariedad de llevarla a cabo.

Pensar en la experiencia del ocio como una potencialidad es pensar en las posibilidades del no hacer laborante. Así podemos ser en la medida que estamos relacionados con nuestro propio no hacer laborante. Esto nos permite rechazar gran parte de la «instrumentalidad» que va asociada a la noción de tiempo libre, que está concentrada en prácticas u objetos concretos. En la experiencia del ocio nos permitimos la capacidad de equivocarnos y, a la vez, generamos nuestra capacidad de aprendizaje; esto nos permite introducir el pensamiento creativo en los diferentes momentos del ocio significativo.

La experiencia del ocio está abierta a cualquier direccionalidad; no tiene ni principio ni fin, ni salida ni llegada, ni origen ni destino, pues no está reglado. Es la multiplicidad de la posibilidad. Es elección y voluntad del sujeto en su pensar-hacer. Es nuestra propia experiencia que parte de nuestro querer libre.



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