La axiología de las
formas de gobierno sistematiza un orden jerarquizado de valores, este sistema
permite pasar, por medio de una escala de preferencias, de lo bueno a lo malo,
de lo mejor a lo peor mediante el menos bueno y el menos malo. Para el
lopecismo, la población debe obediencia al Estado. La misma que es un valor
moral, que se manifiesta en la defensa a la Patria, el cumplimiento y la obediencia
a las leyes dictadas por la República[1]. Este
valor lo representa, como figura máxima, el Libertador Simón Bolívar, quien
encarna los máximos valores del Estado.
La primera acción de López
Contreras al llegar a Caracas, el 20 de diciembre de 1935, para asumir el cargo
de Presidente de la República es visitar la tumba del Libertador en el Panteón
Nacional, ante la misma jura ser respetuoso de la ley e imponer la alternativa
republicana. ¿Qué hace Bolívar en estas cosas de la política diaria? La
respuesta la ofrece el mismo López Contreras: “fui a rendir en el templo de la
patria un tributo de reverencia a la memoria del Libertador, y a pedir
inspiración a su pensamiento, ejemplo a su vida, y a pedir a su obra las ideas
esenciales para modelar la doctrina y formular la acción de mi Gobierno”[2]. El
Libertador se convierte en la guía moral del gobierno lopecista.
López, posteriormente,
afirmará que ha gobernado inspirado “en el pensamiento bolivariano, única y
constante guía de mis actos de Magistrado”[3]. La doctrina
bolivariana fundada en los principios normativos de libertad, orden, paz
social, imperio absoluto de la ley y la justicia es asumida por el lopecismo como
norte del régimen. “Mi gobierno creyó necesario levantar el adormecido culto
por nuestro Héroe Máximo, Bolívar, por su Obra de Liberación Continental y por
sus Principios Doctrinarios”[4]
El lopecismo canaliza el valor
moral de la doctrina bolivariana estableciendo una estrecha relación entre el
valor moral del Estado y el culto al Libertador. En este culto se funde la
totalidad del Estado, para ser enraizado en la conciencia del pueblo. Con este
propósito se fundó la «Sociedad Bolivariana», cuyos fines consistían en llevar
a la práctica los postulados del Libertador para el mejoramiento social y moral
del pueblo; mejoramiento que consiste en inculcar «el pensamiento democrático»
en la opinión pública y en el espíritu del pueblo. Asunto que siempre tiene,
para el lopecismo, carácter de sumisión al Estado, y rechazo a todo otro tipo
de pensamiento político.
Se concentra todo el
sentido patriótico y moral de la Nación en torno a la palabra textual del
Libertador; se piensa lo político como algo moral, tanto por el ejemplo como
por las propias ideas del Libertador. A partir del culto a Bolívar el pasado y
el futuro son parte intrínseca del presente político que se va generando por la
praxis política. De este modo, el valor moral que representa la figura de Bolívar
se convierte en fuerza activa de la cultura política que intenta imponer el
lopecismo. Bolivarianismo y lopecismo pretenden identificarse.
El mito de Bolívar
determina, ahora, toda la mitología de la patria. El Libertador es elevado al
rango de conciencia cultural y política de los venezolanos, generando una
filosofía de la historia que traza idealmente, a través de la vida y muerte del
Libertador, el ideario de una teología fundamental, una libertad
inequívocamente ilustrada[5]. La política
se convierte en religión fundada en la doctrina de Bolívar. En ésta se inserta
y circunscribe toda la vida política venezolana; la historia política se
convierte en un acto perfectible del hacer bolivariano.
El mito de Bolívar alcanza
una tensión religiosa ambivalente, a la vez, sagrada y profana, secular y
cívica. Éste se convierte en el mito de una paternidad infalible y en la vida
de una existencia caída[6],
puesto al servicio de un culto proteico transformó el ideario de Bolívar en un
credo, en el que “tenemos el foco de luz inagotable que marca derroteros a
nuestros destinos y a todos los pueblos de América”[7]. Sin
embargo, el mito e ideario de Bolívar se manifiesta como la causa nunca
alcanzada.
El Libertador se
convirtió en símbolo de la idea de hombre universal, sus frases en máximas y su
historia en leyenda[8].
El lenguaje político de López recurre permanente a la historia entendida como
gesta patriótica, origen de la nacionalidad venezolana y como fuente de
inspiración para un presente continuador de la obra de Bolívar. El Libertador
es la síntesis del espíritu de la Patria, el texto sagrado en el que hay que
fundamentar cada acción.
El progreso y la emancipación liberal del
país sólo son concebidos en la medida que sea posible la consecución del
pensamiento de Bolívar, lo cual encierra un estado de pura perfectibilidad e
idealidad, que mantiene las formas ejemplares del ideario bolivariano convertido
en imperecedero. No queda en pie ningún personalismo, sólo existe la Patria[9], es
decir, la causa bolivariana.
El culto a Bolívar
resistió, desde el guzmancismo, diversos y variados intentos de sustitución.
Dentro del positivismo, el pensamiento de Bolívar se convirtió en un comtismo, en
un pre-positivista. Resistió el embate del evolucionismo, al hacer de Bolívar
un exponente claro y moderado del bio-tipo venezolano; y salió airoso de la
prueba de fuerza marxista[10].
El López Contreras elevó
el culto de Bolívar con el fin de oponerlo:
A las nuevas doctrinas; llámense nazista,
fascista o comunista, que han estado tratando de infiltrarse y dominar todas
las actividades humanas, espíritu, mentalidad y conciencia. Aun más, con una
doctrina patriótica y nacionalista se podría contener y eliminar las tendencias
a que cada grupo triunfante en nuestras contiendas civiles y políticas,
volviera con la funesta tradición de imponer una nueva causa sectaria, con su
correspondiente caudillo y organizador de otro gobierno arbitrario y despótico[11]
[1] Constitución de los Estados Unidos de
Venezuela de 1936. Artículo 31.
[2] Eleazar López Contreras. “Gobierno y época
del Presidente Eleazar López Contreras”, El pensamiento político venezolano del
siglo XX, Vol. 17, Caracas, Ediciones Congreso de la República de Venezuela,
1985, p. 110.
[3] Ibid., p. 329.
[4] José Guzmán Pérez. López Contreras, el
último general, Caracas, ediciones de la Gobernación del Distrito Federal,
1983, p. 41. (El autor cita textual a López Contreras)
[5] Cfr. Luis Castro Leiva. De la patria boba a
la teología bolivariana, Caracas, Monte Ávila Editores, 1991, p. 119.
[6] Ibid., pp. 124-125.
[7] Eleazar López Contreras. “Gobierno y época
del Presidente Eleazar López Contreras”, El pensamiento político venezolano del
siglo XX, Vol. 17, p. 335.
[8] Cfr. Luis Castro Leiva. Op. cit., p. 124.
[9] Cfr. Eleazar López Contreras. “Gobierno y
época del Presidente Eleazar López Contreras”, El pensamiento político
venezolano del siglo XX, Vol. 17, p. 50.
[10] Cfr. Luis Castro Leiva. Op. cit., pp.
157-158.
[11] José Guzmán Pérez. Op. cit., p. 41. (El
autor cita textualmente a López Contreras)
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