Entre
el hombre pasional y el hombre racional es indudable que este último es la
aspiración del lopecismo. Con mayor precisión el paradigma lopecista es el
varón racional, si tenemos en cuenta la caracterización la mujer; el paradigma
lopecista es un asunto de género y en éste un problema de naturaleza.
Cómo
debe ser este varón ideal. Uslar Pietri lo caracteriza de manera explícita:
Hombres de recia disciplina moral y social,
contra la anarquía, la indolencia que por tantos años nos ha destruido; hombres
con capacidad técnica para el trabajo y la producción, contra el empirismo, la
improvisación y el escaso rendimiento; hombres capaces de luchar con éxito
contra la naturaleza hostil; hombres con claro sentido del deber para con la Patria, para con los demás
venezolanos y para consigo mismo; hombres, en una palabra, capaces de sacar
adelante la empresa de crear una gran nación en el maravilloso marco geográfico
de Venezuela[1].
El ideal del hombre
lopecista no es de ninguna manera el hombre venezolano, ya que éste no
corresponde con ninguna de las características del hombre positivo, el Juan
Bimba es la antitesis de éste. Puesto que, el criollo es carente de disciplina
y espíritu de cooperación[2].
La aspiración lopecista
es «el hombre positivo», modelo de hombre que hace clara alusión al
positivismo; sin embargo, abarca al empirismo, al liberalismo y al pragmatismo,
él encarna el principio de autonomía, de iniciativa, responsabilidad,
actividad, pluralidad de conocimientos y creatividad[3]. Este
hombre es el inmigrante europeo; ya que ingleses y holandeses han “hecho
milagros en medios geográficos muchos más adversos que el nuestro”[4]. Éstos
representan el paradigma lopecista.
La fascinación por el inmigrante
europeo es herencia del positivismo latinoamericano y de los ideólogos del régimen
gomecista.
El inmigrante modificara
la composición étnica de la población «mejorando la raza» y logrando así una
“población relativamente densa, físicamente fuerte, moral e intelectualmente
educada”[5]; sólo
de esta manera es posible cambiar el curso de la historia y hacer de la nación
un Estado moderno[6].
Es necesario inyectar al país una formidable
cantidad de sangre nueva que con un nuevo concepto de la vida, con una agresiva
mentalidad económica, comience la transformación de nuestra ruinosa estructura
económica y social. La condición previa de todo paso efectivo de progreso es la
canalización de una gruesa corriente inmigratoria que transforme y eleve el
nivel de nuestra población actual ponga a Venezuela en el pórtico de una era de
progreso verdadero que le permita igualarse con los pueblos más avanzados del
Continente. Antes que todo, Venezuela necesita inmigración[7]
Tal
eurocentrismo antropológico o antropocentrismo europeo es recogido y exaltado
en el Plan Monumental de Caracas hasta ser convertido en una parodia aberrante.
Según los fundamentos del Plan Monumental, Venezuela se convertiría en una
nueva “civilización que ha de surgir del Mar de las Antillas... Destinada a
recibir una fuerte inmigración”[8]. La
analogía entre el Mar Mediterráneo y el Mar Caribe es de una estupidez
mayúscula; en aquel la raza blanca se ha desarrollado normalmente, en éste se
han venido aclimatando otras razas, pues ambos mares son puntos de encuentro y
mezcla de grandes civilizaciones[9]; esto
es una burda falacia, fundada en el determinismo geográfico y defensora de la
idea colonialista que busca convertir a América del Sur en el África del Nuevo
Mundo[10].
El ideal lopecista del
hombre se funda en una clara concepción racista y en un complejo de
inferioridad, ya que el inmigrante le resulta imprescindible.
Esta
absurda ficción presenta una anomalía expuesta por el mismo López Contreras,
quien señala:
Cuando el país haya alcanzado el pleno goce
de las libertades fundamentales, indispensables para su paz ordenada, y cuando
comiencen a recibir solución metódica los problemas de la higiene pública, del
trabajo, de las comunicaciones, de la educación nacional, de la agricultura, de
la política tributaria y comercial, podrá emprenderse un plan de inmigración y
colonización con extranjeros[11].
¿Quién va a realizar
estas mejoras? ¿Cómo será esto posible? Si los criollos son unos indolentes,
indisciplinados y miserables. Acaso el criollo construirá la patria para que el
inmigrante lo colonice; paradójico este argumento, pues quien va ser colonizado
construirá las condiciones necesarias para que lo colonicen. Las condiciones
previas que posibiliten el plan inmigratorio y colonizador serán impulsadas por
la elite nacional, única que es capaz de promover los cambios para alcanzar una
nueva sociedad semejante al ansiado modelo europeo. ¿Será este el fin último del
plan urbano? Una nueva ciudad para una nueva raza. Construir una ciudad nueva
para el despliegue del hombre positivo.
[1] Arturo Uslar Pietri (Ministro de Educación)
Memoria y Cuenta (año de 1940) Ministerio de Educación Nacional, Caracas,
Editorial Sucre, 1941, p. VIII.
[2] Cfr. Eleazar López Contreras. “Gobierno y
época del Presidente Eleazar López Contreras”, El pensamiento político
venezolano del siglo XX, Vol. 17, p. 118.
[3] Cfr. Octavi Fullat. Filosofías de la Educación,
p. 354.
[4] Arturo Uslar Pietri. Venezuela necesita
inmigración, p. 11.
[5] Eleazar López Contreras. “Gobierno y época
del Presidente Eleazar López Contreras”, El pensamiento político venezolano del
siglo XX, Vol. 17, p. 84.
[6] Cfr. Arturo Uslar Pietri. Venezuela
necesita inmigración, p. 13.
[7] Ibid., p. 13.
[8] Elbano Mibelli. “Posición y función
geográfica de Caracas. Su porvenir”, Revista Municipal del Distrito Federal,
año I, número 1, noviembre, Caracas, 1939, p. 19.
[9] Ibid., pp. 17–19.
[10] Cfr. Arturo Almandoz. “El Plan Monumental
de 1939: conclusión del ciclo europeo de Caracas”, Urbana 20, Caracas, 1997, p.
88.
[11] Eleazar López Contreras. “Gobierno y época
del Presidente Eleazar López Contreras”, El pensamiento político venezolano del
siglo XX, Vol. 17, p. 84.
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