Rafael Echeverría aborda, en este
capítulo "El escuchar: el lado oculto del lenguaje", la importancia
que tiene el escuchar en las relaciones interpersonales, por cuanto el escuchar
convertido en una "inquietud" se hace importante en las relaciones
personales. Nuestro interés radica en presentar la disertación realizada por el autor
de una manera abreviada para comprensión más directa de la misma.
El
problema de la conversación se da porque las relaciones interpersonales están
signadas por una "comunicación inefectiva". Lo cual es una las
principales razones del bajo rendimiento conversacional, ya que las personas no
escuchan. El problema para superar este inconveniente radica, por una parte, en
¿Cómo hacerlo?, por otra, ¿En qué consiste saber escuchar?
Echeverría
señala que: “Mientras mantengamos nuestro tradicional concepto del lenguaje y
la comunicación, difícilmente podremos captar el fenómeno del escuchar. Más
aún, no seremos capaces de desarrollar las competencias requeridas para
producir un escuchar más efectivo”.
¿Cuál
es nuestro tradicional concepto del lenguaje?, ¿Cuál el de la comunicación? ¿En
qué consiste el fenómeno del escuchar? ¿Cuáles son las competencias requeridas
para un escuchar efectivo? A estas interrogantes intentará Echeverría
responder.
La
comunicación, para Echeverría, radica principalmente en el escuchar. Por esto,
escuchar es el factor fundamental del lenguaje. Nos dice: "hablamos para
ser escuchados". El "hablar efectivo" sólo se logra cuando es
seguido de un "escuchar efectivo". ¿En qué consiste un hablar
efectivo? ¿En qué un escuchar efectivo?
Según
Echeverría, lo que confiere sentido a lo que decimos es el escuchar. De allí
que sea el escuchar quien determine "todo el proceso de la
comunicación".
En
la comunicación humana, el "sentido" de lo que se comunica tiene
importancia primordial. De allí la importancia sobre el "modo en que las
personas entienden lo que se les dice". De esto se derivan dos aspectos.
Primero, la forma como hacemos "sentido de lo que se dice" es
constitutiva de la comunicación humana. Segundo, este "sentido de lo que
se dice" es un aspecto fundamental del acto de escuchar.
Por
otra parte, señala Echeverría: "no escuchamos los sonidos que existen en
el medio ambiente independientemente de nosotros. Los sonidos que escuchamos
son aquellos predeterminados por nuestra estructura biológica". Por lo
cual, concluye que: "que decimos lo que decimos y los demás escuchan lo
que escuchan; decir y escuchar son fenómenos diferentes".
Desde
este punto de vista, podemos estar inmersos en un escepticismo con respecto a
lo que nos rodea; por cuanto no podemos estar seguros si lo externo es
realmente como lo percibo o sólo es una apariencia de mis sentidos. E incluso
una percepción individual, que no corresponde con los otros.
De
allí que, normalmente damos por sentado que lo que escuchamos es lo que se ha
dicho y suponemos que lo que decimos es lo que las personas van a escuchar.
Comúnmente no nos preocupamos siquiera de verificar si el sentido que nosotros
damos a lo que escuchamos corresponde a aquel que le da la persona que habla.
Una
"comunicación inefectiva" surge cuando "lo que se ha dicho no es
escuchado en la forma esperada". En este caso, quien escucha reconstruye lo
que se ha dicho.
¿Qué
es escuchar? "Escuchar pertenece al dominio del lenguaje, y se constituye
en nuestras interacciones sociales con otros", nos dice Echeverría.
Escuchar genera una acción de interpretación. "El acto de escuchar siempre
implica comprensión y, por lo tanto, interpretación".
Desde
esta perspectiva, escuchar es una dimensión activa. Lo mismo que el hablar.
Para Echeverría, el factor interpretativo es de tal importancia que es posible
"escuchar" aun cuando no haya ni sonidos ni nada que oír.
Efectivamente,
podemos escuchar los silencios. Por ejemplo, cuando pedimos algo, el silencio
de la otra persona puede ser escuchado como una negativa. También escuchamos
los gestos, las posturas del cuerpo y los movimientos en la medida en que seamos
capaces de atribuirles un sentido.
El
concepto de escuchar tal como lo plantea Echeverría en este párrafo no se
remite al acto auditivo. También al visual, ya que está hablando de la
gestualidad o expresión corporal. Escuchar es un concepto más amplio. En este
aspecto, escuchar es interpretar. Pero interpretar todo aquello que es una
expresión, una comunicación de sentido, sea ésta auditiva o corporal.
Hablar
es actuar, y cuando se actúa se modifica la realidad. Es "La capacidad
generativa del lenguaje, ya que el lenguaje genera realidad".
De
esta manera, "cuando escuchamos, no escuchamos solamente palabras,
escuchamos también acciones".
El
lenguaje es acción. No obstante, esto corresponde a una "comprensión
parcial de la naturaleza activa y generativa del lenguaje. Lo que falta es ir
más allá de la formula "hablar => acción" y descubrir la naturaleza
activa del escuchar".
La
interpretación del escuchar es parte del escuchar mismo, ésta es un aspecto
primordial del "escuchar efectivo". Se trata, nos dice Echeverría, de
un aspecto fundamental del fenómeno del escuchar humano. "Al escuchar,
escuchamos las palabras que se hablan y escuchamos las acciones implícitas en
el hablar.
Escuchar
estas acciones es sólo una parte de lo que escuchamos. Escuchar las acciones
implícitas en el acto de hablar no es suficiente para asegurar un escuchar
efectivo. ¿Qué falta? ¿Qué más incluye el escuchar?"
Cuando
actuamos, hablamos y escuchamos, estamos constituyendo el "yo" que
somos. Cada vez que actuamos lo hacemos para hacernos cargo de algo. A este
"algo", sea ello lo que sea, lo llamamos "inquietud".
Una
acción se lleva a cabo para atender una "inquietud". ¿Qué es una
inquietud? A lo cual responde Echeverría: “Una inquietud es la interpretación
que damos sobre aquello de lo que nos hacemos cargo cuando llevamos a cabo una
acción. Por lo tanto, es lo que le confiere sentido a la acción. Si no podemos
atribuir una inquietud a una acción, ésta pierde sentido”.
Un
aspecto interesante en esta definición es el de "que nos hacemos
cargo", esto es, nos hacemos responsables, nos comprometemos con tanto con
la interpretación como con la acción que se lleva a cabo.
¿Es
lo mismo inquietudes que intenciones? La diferencia entre inquietud e intención
radica en que: “Las inquietudes radican en quien escucha, no en el orador”.
La
inquietud es: Una interpretación que confiere sentido a las acciones que
realizamos. Un relato que fabricamos para darle sentido al actuar. En vez de
buscar "razones" para actuar en la forma en que lo hacemos tenemos
relatos, "historias".
Las
inquietudes radican en cómo las interpretamos o escuchamos. Una inquietud es
siempre un asunto de interpretación y de reinterpretación. Nadie es dueño de
las inquietudes, nadie tiene autoridad final para dar con la "inquietud
verdadera". Cada uno tiene derecho a sus propias interpretaciones, a sus
propias historias sobre sus acciones y las de los demás.
No
obstante, el hecho de que tengamos historias acerca de nuestras propias
acciones no las hace verdaderas. Las inquietudes son interpretaciones del
sentido de nuestras acciones. Son historias que son capaces de conferir sentido
por cuanto responden a la pregunta sobre el qué es aquello de lo que el actuar
se hace cargo.
Así
como el sentido de las palabras remite a las acciones que realizamos con ellas,
el sentido de las acciones remite a las interpretaciones que construimos a
través del lenguaje. Estas interpretaciones residen en el escuchar de las
acciones.
Puesto
que somos capaces de escuchar y observar nuestras propias acciones, también
podemos atribuirles un sentido. En el sentido de los antes expuesto, señala
Echeverría: “cuando escuchamos, escuchamos las inquietudes de las personas. Escuchamos
el porqué las personas realizan las acciones que realizan”.
Cuando
escuchamos no somos receptores pasivos de lo que se está diciendo. Por el
contrario, somos activos productores de historias. El escuchar es completamente activo de la comunicación. Las
personas que saben escuchar son personas que se permiten interpretar
constantemente lo que la gente a su alrededor está diciendo y haciendo.
Para
escuchar debemos permitir que los otros hablen, pero también debemos hacer
preguntas. Estas preguntas nos permiten comprender los hechos, emitir juicios
bien fundados y elaborar historias coherentes. Los que saben escuchar siempre
están pidiendo otra opinión, mirando las cosas desde ángulos diferentes. De
este modo, el escuchar es una acción a realizar, una acción que puede ser
diseñada, una acción que se basa en competencias específicas que pueden ser
aprendidas.
El escuchar como acción implica un
compromiso. Por esto, "los seres humanos estamos obligadamente
comprometidos con el mundo en que vivimos". Lo que nos será posible, lo
que nos acontezca en este mundo, al que estamos atados y que llevamos siempre
con nosotros, no depende sólo de nosotros. Puesto que, el fenómeno primario de
la existencia humana es "ser-en-el-mundo".
En
este sentido, Echeverría nos dice: En función de nuestra relación indisoluble
con un mundo, todo lo que acontece en él nos concierne. Una dimensión
ontológica básica de la existencia humana es una inquietud permanente por lo
que acontece en el mundo y por aquello que lo modifica.
Así
cuando escuchamos "lo hacemos desde nuestro compromiso actual con el
mundo". Puesto que escuchar es acción, todo escuchar trae consecuencias en
nuestro mundo. Todo escuchar es capaz de abrirnos o cerrarnos posibilidades.
Todo escuchar tiene el potencial de modificar el futuro y lo que nos cabe
esperar de él.
En
este "ser-en-el-mundo", la convivencia con los otros descansa en la
capacidad de atendernos mutuamente, de hacernos mutuamente cargo de las
inquietudes que tenemos. Esto está en relación con la preocupación y cuidado
por el otro. "Una de las maneras de realizar esto es a través del
cumplimiento de las peticiones que el otro nos hace".
Una
buena relación interpersonal, dice Echeverría, descansa, en medida importante,
en la capacidad de hacernos cargo del otro antes de que éste lo pida. Esto se
logra escuchando las inquietudes del otro y haciéndolas nuestras. Con ello se
evita que la otra persona llegue al punto en que tenga que pedir.
En
toda relación basada en el cuidado y el esfuerzo por procurar la satisfacción
del otro, el "momento de la petición" implica que llegamos tarde; que
el otro ya alcanzó el punto de la insatisfacción.
Mientras
menos el cliente tenga que recurrir a nosotros para encontrar satisfacción,
mejor será el producto que le vendamos… El saber escuchar las inquietudes del
cliente, para luego poder hacernos cargo de ellas, es factor determinante en
nuestra capacidad de producir calidad.
En
muchas circunstancias esto no se puede evitar. Cuando escuchamos en el ámbito
de lo posible, nos transformamos por el poder del lenguaje. Nos preguntarnos
sobre las consecuencias que trae aquello que se dijo.
Sobre cómo ello se relaciona con
nuestras inquietudes. Sobre las nuevas acciones que a partir de lo dicho es
ahora posible tomar. Nos preguntamos sobre las nuevas oportunidades que se
generan a partir del hablar. Sobre las nuevas amenazas que se levantan. Sobre
las acciones que permiten hacerse cargo tanto de unas como de las otras.
El
escuchar "ontológico" trata de un escuchar que trasciende lo dicho y
que procura acceder al "ser", éste es el tipo de escuchar que es
propio del "coaching
ontológico". Ya que al hablar revelamos quiénes somos; y quien escucha,
escucha lo que decimos; escucha el ser que se constituye al decir aquello que
decimos. Pues el hablar nos crea y nos da a conocer, nos abre al otro. Por otra
parte, quien escucha tiene una llave de acceso a nuestra forma de ser, a lo que
llamamos el alma humana.
No
obstante, Echeverría pregunta: ¿Qué se necesita para que el escuchar ocurra?
El
acto de escuchar está basado en el respeto mutuo. En aceptar que los otros son diferentes de nosotros. Que en tal
diferencia son legítimos. Que se capacidad para tomar acciones es autónoma. El
respeto mutuo es esencial para poder escuchar.
Sin
la aceptación del otro como diferente, legítimo y autónomo, el escuchar no
puede ocurrir. Si ello no está presente sólo podemos proyectar en los otros
nuestra propia manera de ser. Cuando escuchamos nos colocamos en la disposición
de aceptar la posibilidad de que existan otras formas de ser, diferentes de la
nuestra. Si no aceptamos al otro como un legítimo otro, el escuchar estará
siempre limitado y se obstruirá la comunicación entre los seres humanos.
Cada
vez que rechazamos a otro producimos la fantasía de escuchar al otro mientras
nos estamos, básicamente, escuchando a nosotros mismos. ¿Qué circunstancias
afectan la apertura del escuchar? Cada vez que ponemos en duda la legitimidad
del otro.
Cada
vez que nos planteamos como superiores al otro sobre la base de la religión,
sexo, raza, (o cualquier otro factor que podamos utilizar para justificar
posiciones de egocentrismo, de etnocentrismo, de chauvinismo, etcétera). Cada
vez que sostenemos tener acceso privilegiado a la Verdad y a la Justicia.
Cada
vez que presumimos que nuestra particular manera de ser es la mejor manera de
ser. Cada vez que olvidamos que somos sólo un particular observador, dentro de
un haz de infinitas posibilidades de observación. Cada una de estas veces,
nuestro escuchar se resiente.
El
fenómeno del escuchar, nos señala Echeverría, está fundado en dos dimensiones
fundamentales de la existencia humana: El "ser ontológico" y la
"persona".
Por
el "ser ontológico" somos capaces de escucharnos entre nosotros,
porque compartimos una forma común de ser y, a este respecto, todo otro es como
nosotros. Nuestro "ser ontológico" nos permite entender a otros, ya
que cualquier otro ser humano es un camino posible de realización de nosotros
mismos, de nuestro propio ser.
Al
mismo tiempo, somos "personas" diferentes. Porque somos diferentes es
que el acto de escuchar se hace necesario. Si no fuésemos diferentes, ¿para qué
escuchar, en primer lugar? Si no fuésemos diferentes, el acto de escuchar sería
superfluo.
Debido
a que compartimos una misma condición ontológica, el escuchar se hace posible. De
acuerdo a Echeverría. Esto es lo que nos permite comprender las acciones de
otras personas, comprender a las personas que son diferentes de nosotros. A
partir de este terreno común es que interpretamos al otro, que fabricamos
nuestras historias acerca de las acciones que los otros realizan. Todo otro es
el reflejo de un alma diferente en el trasfondo de nuestro ser común.
De
esta manera, nos despojamos de lo que "nos hace ser un individuo
particular y observamos a otros desde lo que tenemos en común con ellos". El
fenómeno del escuchar implica dos movimientos diferentes: El primero, nos saca
de nuestra "persona", de esa forma particular de ser que somos como
individuos. El segundo, afirma y nos acerca a nuestro "ser
ontológico", a aquellos aspectos constitutivos del ser humano que
compartimos con los demás.
Sólo
podemos escuchar a los demás porque sus acciones son para nosotros acciones
posibles, acciones que nosotros mismos podríamos ejecutar. La interacción comunicativa, el contexto de
conversación, el hablar-escuchar, Implica la coordinación de acciones con otra
persona.
El
estado emocional es otro factor que afecta el escuchar. El estado emocional es
una distinción a través de la cual damos cuenta de una predisposición (o falta
de ella) para la acción. Siempre estamos en un estado emocional u otro. Según
el estado emocional el mundo y el futuro nos parecerán diferentes. Nuestro
estado emocional tiñe la forma en que vemos el mundo y el futuro.
Asimismo,
también tiñe lo que escuchamos.
En
algunos casos, habrá acciones que nuestro estado emocional nos impide escuchar.
En muchos otros casos, el significado que daremos a ciertas acciones y las
posibilidades que veamos como consecuencia de ellas serán completamente
diferentes si el estado emocional es distinto. Si nos interesa "escuchar
efectivamente", debemos: En primer lugar, nuestro estado emocional cuando
conversamos. En segundo término, el estado emocional de la persona con quien
conversamos.
No
importa cuán claramente nos hayamos expresado ni cuan claras sean todas las
acciones que esa conversación implica. No seremos escuchados como esperamos si
el estado emocional no es el adecuado para llevar a cabo la conversación.
La
conversación está permanentemente generando cambios de estados emocionales en
quienes participan en ella. La "historia personal" de cada personal
es otro factor que influye en el contexto de conversación. La gente escucha
según sus experiencias personales.
Nuestra
historia personal desempeña un importante papel en determinar quiénes somos y quiénes
seremos en el futuro. Siempre escuchamos a partir de esa historia. El presente
hereda del pasado inquietudes y posibilidades que aceptamos o negamos. Nuestra
historia de experiencias personales se reactualiza en la capacidad de escuchar
que tenemos en el presente.
La
historia personal abre o cierra nuestro escuchar. Nuestra historia es uno de
los principales filtros que siempre tenemos con nosotros cuando nos
comunicamos. Para realizar una "comunicación efectiva" es importante
preguntarse: ¿Cómo nuestra historia personal puede estar afectando la forma en
que escuchamos? ¿Cómo la historia personal de la persona con quien estamos
hablando puede afectar su capacidad de escuchar?
Siempre
hablamos para ser escuchados. Debemos hablar en una forma tal que la persona
con quien hablamos escucha "aquello que queremos decir". Echeverría
plantea "el dominio de la confianza", el cual es de suma importancia
en la "interacción comunicativa". Ya que, la confianza afecta
directamente la credibilidad de lo que decimos y, por consiguiente, la forma en
que somos escuchados.
Concluye
Echeverría, el escuchar no es un fenómeno sencillo. En un mundo tan
diversificado escuchar ha llegado a ser un asunto de vital importancia para
asegurar no sólo la comunicación efectiva y el éxito personal, sino la
convivencia misma.
El presente ensayo se basa en el texto de
Rafael Echeverría. Ontología del Lenguaje, “Capítulo 5: El escuchar: El lado
oculto del lenguaje”, Dolmen Ediciones, S.A., 1997, pp. 141-183.
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