domingo, 17 de marzo de 2024

EL AFÁN EDUCATIVO


 

Si hay una vaina que distingue al venezolano —posiblemente a otros países de América también, no lo sé— es la insistencia de que el muchacho estudie. Siempre me ha llamado la atención esa constante insistencia, la vengo oyendo desde que era muchacho y siempre me ha llamado la atención.

Se dice: “Estudia para que seas alguien”, “estudia para que no seas un pendejo”. Es una insistencia, incluso en gente que no ha podido estudiar, que apenas alcanzaron ciertos grados de la primaria sin culminar ésta. Se lo recomiendan a otros: a los hijos, a los sobrinos, a los primos. Insisten en que es necesario estudiar.

Esta insistencia popular se manifiesta de manera histórica en los preceptos fundacionales de la República. Porque es desde tales preceptos que se ha desbordado hasta el hacer popular. Leyendo a Augusto Mijares caigo en cuenta que ese interés está implícito en nuestro republicanismo, el ensayista señala: “el afán por desarrollar la educación como base de la República forma una tradición tan constante que ningún problema se queda sin explorar, y se establece definitivamente que la redención económica y política del pueblo ha de ser el objeto primordial de aquel propósito”[i].

El asunto educativo está en los cimientos y en la consolidación de la República. Algún maricón vendrá a decir que la educación que se da no vale una mierda, pero marico triste si sabes leer y medio escribir gracias a ese interés fundacional.

De allí que, en los diversos gobiernos, siempre la educación aparezca como un aspecto sensible a abordar. Como una preocupación. Una preocupación, por demás, popular. Porque así fue planteada en la “doctrina emancipadora”, dice Mijares.

Por eso podemos entender el esfuerzo de construir los grandes centros educativos que se inician en el gobierno de López Contreras y culminan con la Universidad Central de Venezuela. Posteriormente los centros educativos se seguirán construyendo en todo el país aunque, desgraciadamente, ya no con el mismo nivel arquitectónico.

De allí todo ese interés tan particular en el hacer venezolano. En este país, el más pelao tiene, por lo menos, dos títulos universitarios o de Técnico Superior. Hay manía por estudiar como una posibilidad económica-social, y esto se da también en la adquisición de oficios. Pero es que está en los preceptos fundacionales de la República.

Y ha sido preocupación tanto de gobiernos civiles como militares. Pues en ambos pervive, de distinta manera, el republicanismo.

Es bueno recodar esto porque es parte un hacer continuo que impregnó las propuestas fundacionales de la República, las cuales han perfilado un modo de ver el mundo. Pues nuestra visión de la educación es de una “educación popular” y de “orientación democrática”, como lo apunta Mijares. Y esto ha traído muchos enfrentamientos.

No sé cómo ha sido ni cómo es en otros países de la América. Pero en Venezuela es desde su fundación una preocupación de Estado. Con aciertos y con errores se ha considerado el valor de la educación en la construcción de la República, que como tal siempre está en formación y cambio.



[i] Augusto Mijares. Lo afirmativo Venezolano. Caracas, Monte Ávila Editores, p. 193.


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