jueves, 14 de marzo de 2024

DE LO QUE NADA EXISTE Y NO


Todos sabemos que ni los griegos ni Grecia existen. Eso de los griegos y de Grecia es un invento de los romanos. Aquellos se llaman a sí mismos helenos y no griegos. Pero al dominador le vale verga cómo te llamas tú, él te pone el nombre que quiere. Para eso es el dominador, para eso es Imperio.

Lo mismo pasa con los chinos y China, eso no existe. Ellos se han llaman con otro nombre. Parece que fueron los portugueses los que se vinieron a ponerle ese nombre de China. Después Mao dijo que era comunista y de ahí la canción.

El nombre es una imposición de uno sobre otro.

La misma historia se repite con África. África originalmente era una región, o un pueblo o algo así por los lados de Libia. No era todo el continente lo que se llamaba África, eso vino después. Un continente norte-sur es muy jodido por los cambios que presenta.

Todavía hay pendejos que creen que África es una unidad. Ni la de tu madre la es.

Y así con muchos pueblos y regiones. Alguien le ha puesto otro nombre del que tenían o el que se le pegó en gana al que manda.

A este continente le pusieron un nombre de mujer que era un hombre. La verga ya por ahí se empezó a complicar. También este es un continente sur-norte, arriba–abajo y estos tipos de continentes son jodidos por los cambios climáticos y toda una serie de asuntos.

El conquistador, por ser esa su condición, va nombrando las vainas como le salen del forro.

En estos días vi un vídeo donde un carajo decía, muy atinadamente, que cuando los de allá llegaron a acá, México no existía, pero tampoco España existía, porque esa verga era unos reinos que se la pasaban peleando entre ellos. Que la existencia de España vino después. Y la cosa es cierta.

Uno que no existe conquista a otro que tampoco existe. Así es la historia.

Hay que echarle bolas a esa vaina.

Incluso esa vaina que se llama Alemania existe después que nosotros éramos,  hace rato, República. Es jodida la vaina.

Ahora dicen que América se llama con un nombre de una gente que habitan en la actual Panamá, que era Colombia y antes otra. El continente no tenía un nombre común. Cada quién se llama como le daba la gana y llamaba a su conuco como quería.

Solo los dos grandes imperios amerindios habían impuesto sus nombres a ellos y a los que tenían bajo su dominio. Porque para eso eran imperios, no para dejarse mandar por otros. Después perdieron esa condición.

La verdad es que este mundo es un revoltijo, una zaranda de inequidades.

Si los Caribes, por ejemplo, hubiesen llegado a Europa se hubiesen entrado a trompada limpia con los de allá. Pero no se les ocurrió ir para esos lados o no pudieron llegar por falta de GPS y de satélites adecuados.

Después vivimos enrrollados que así no se llama esta vaina, que así no es. Que originaria era de otra forma. Toda esa vaina es válida. Pero el poder impone. Porque el poder se ejerce, dice el compadre Foucault.

Y se ejerce imponiendo nombre. Por eso, si no se han dado cuenta, el mandato bíblico es de que el menso de Adán les imponga nombre a todos los animales. Después Eva llamó a éste mamaguevo, pero no entremos en esas honduras.

Las ciudades son un acertijo de nombres, se le cambian los nombres a las calles, a las avenidas, las plazas, a los parques, a todo se le cambia de nombre según quien esté en el poder. Hasta los padres y las madres le imponen el nombre al muchacho, éste se acostumbra a ese nombre y después hasta le parece bonito.

El nombrar y renombrar es una manía de los humanos. Si vemos la historia muy pocos nombres de los pueblos y ciudades perduran. A uno le hablan de Guatire o Cartanal y uno no sabe que eso antes tenía otro nombre.

Por eso creo que no hay que preocuparse mucho por eso, porque ya llegará el día que lo bauticen con otro nombre. Nada perdura, en este mundo todo es mudable decía el viejo Platón. Y hasta tenía razón el muérgano.

 

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