sábado, 21 de septiembre de 2019

SER UN AMIGO: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA


Al ser dignos de afectos podremos ser amigos, nunca esclavos. Es algo que tenemos claro pero que muchas veces confundimos, quién sabe por qué razón. Cuando admitimos a alguien en nuestro universo de intereses, pretendemos que esa persona se convierta en un amigo, el cual puede llegar a ser fiel e incondicional. Y a veces no. Porque también la amistad tiene grados.  

La amistad debe tener, por lo menos, el principio o la máxima de cuidarse mutuamente; de estar atentos de ver cómo está cada cual, escuchar las preocupaciones del otro, saber o aprender a tranquilizarse y consolarse... Estar ahí para los momentos bajos y los momentos alegres. No en todo momento, porque eso es muchas veces un poco difícil, si así lo exigimos lo que deseamos no es una amistad.

Nosotros, como humanos que somos, debemos preguntarnos ¿estamos siempre disponibles y receptivos con nuestros amigos? Sinceramente, por lo general, descuidamos esa relación de tanto en tanto, sin darnos cuenta del vivir que hemos necesitado para construirla. Así somos, lo cual no es nada extraño en nuestro hacer.

Podemos hacer profesión de fe acerca de la fidelidad, la abnegación, el cariño y la amistad, y querer aplicarlos casi al pie de la letra con nuestros amigos. No obstante, siempre fallamos. Lo que ocurre es que cuando somos nosotros quienes fallamos buscamos alguna excusa para justificarnos, siempre habrá alguna a mano. Cuando son los otros, nos queremos dar de victimas e incomprendidos. 

Son las distintas situaciones y cambios en nuestro vivir lo que hacen que, a menudo, hagamos paréntesis voluntarios o involuntarios en la relación con nuestros amigos o seres queridos. Y esto tenemos que tenerlo claro. Como siempre somos seres cambiantes en nuestro ser y hacer, por lo cual no siempre estamos a la mano de la otra persona. No estamos disponibles, pero eso no impide que la amistad esté ahí.

Toda nueva amistad es un nuevo amor, eso es evidente. Lo que no quiere decir que los amores anteriores desaparezcan. Sino que lo nuevo llena de pasión y hace que momentáneamente olvidemos el mundo que nos rodea durante algún tiempo. Una situación que todos comprendemos y conocemos, que poco después vuelve a la normalidad cuando reanudamos nuestras relaciones con nuestros seres queridos.

También puede suceder que al conseguir nuevas amistades decidamos, de manera consciente o no, cambiar de vivir y no volver con las personas que llevábamos años conociendo. Pues nos consagramos al cultivo de esa nueva amistad. Por lo general, esto genera un alarde de reclamo ya que sienten un sentimiento de abandono y casi de traición.

Hay varios dichos para expresar ese malestar «escoba nueva siempre barre bien» o «cuando hay santos nuevos, los viejos no hacen milagros». Las cuales son frases de decepción. Sin embargo, tenemos que aprender que en muchos casos ese sentimiento es infundado, y si es fundado es porque la persona se ha abierto a otros intereses.

La amistad en el sentido que la estoy tratando acá se da sin estrategias ni cálculos. Por ello ser fiel a las amistades no es permanecer con ellas porque sí. Ya que nuestro horizonte de intereses puede variar y con él nuestras amistades, esto es importante tenerlo claro. Esto hace que se den esos cambios en nuestras amistades.

Por ello, no podemos exigirle a nadie que permanezca desde el primer hasta el último día junto a nosotros. Lo que no podemos olvidar es nuestra capacidad de humanidad para con los demás; ni intentar replegarnos en nuestro vivir para intentar olvidar todo lo que hemos dado y dicho, u olvidar todo lo nos han dado.

La amistad es un amor potente que suele durar mucho tiempo, que influye en nuestro pensar-hacer. Sacrificarla a cambio de algo perecedero no tiene sentido. La amistad y a los amigos hay que cuidarlos porque son un tesoro muy valioso en nuestro vivir, por lo que nunca debemos sacrificarlos.

La amistad es un arte que debemos aprender. Un hacer delicado que debemos cultivar para que florezca siempre, porque es algo de lo cual no podemos prescindir. La necesitamos siempre para la construcción de nuestro yo y de nuestras relaciones con este mundo que a diario vivimos.    

Referencias:
Twitter: @obeddelfin


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