sábado, 14 de septiembre de 2019

CAPITAL SOCIAL Y NUESTRO HACER: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA


En un artículo anterior[1] señalé que al capital social, por lo general, lo llamamos «tener contactos» y éstos tienen que ser productivos. Además, señalé que este tipo de capital se tiende a soslayar o, en el mejor de los casos, se da por sobreentendido. Es necesario insistir que todo hacer tiene necesariamente que construir un capital social adecuado; pues el mismo nos permitirá el «apalancamiento» que necesitemos.

Todos necesitamos dinero. Este es la razón causal de todo hacer rentable. Puede ser: empleo, autoempleo, negocio o inversión. La verdad es que deseamos poseer más de lo que tenemos actualmente. Es allí donde los «contactos» nos abrirán las puertas hacia el capital económico que aspiramos.

El capital social lo comenzamos a construir y acumular, en primer lugar, donde habitamos: la calle, el barrio, la urbanización, la ciudad. Posteriormente, lo hacemos en los lugares de estudio: escuela, universidad… y por último en el trabajo.

Este capital nos servirá para realizar nuestro hacer y obtener lo económico. Al tener un capital social solido debemos tomar las medidas necesarias para asegurarnos de que nuestro hacer sea posicionado favorablemente. Para ello debemos contactamos con nuestros amigos para que nos faciliten el acceso al lugar que deseamos llegar.

Existe una asociación intrínseca entre capital social y dinero. Ya que el primero  implica cierta proximidad al dinero debido al estatus social y éste está asociado con la posibilidad de llevar a buen término lo que nos hemos propuesto.

Por el contrario al carecer de un capital social adecuado, sea por privaciones materiales o aislamiento social, no contamos con una red de amistades que estén al alcance del capital económico.

De allí que el capital social debe cultivarse con vista a un fin.  Pues unos y otros somos sujetos que podemos ayudarnos mutuamente para conseguir un capital económico. 

Identificar nuestro capital social es fundamental, para saber si el «endogrupo» al que pertenecemos es adecuado a nuestro hacer y si nos permitirá realizar nuestros proyectos con buena fortuna. Ya que el «endogrupo» tiende a apoyarse mutuamente. Estas son las imbricaciones efectivas de este tipo capital.

La necesidad de poseer «contactos» es fundamental. Porque a través de éstos formamos tribus o clases. Puede ser que en nuestro hacer no poseamos, inicialmente, capital económico pero si poseemos un capital social solido lo más probable que salgamos delante de manera más afortunada y más rápida, gracias a los vínculos garantizados por nuestra pertenencia a un «endogrupo» determinado y a los lazos que nos atan a él. El capital social es un tejido de redes.

El capital social forma parte de nuestro capital cultural. La relación entre ambos es intensa. Ya que éste proporciona estatus, contactos y competencias. Tales competencias nos convierten en sujetos apropiados para un hacer determinado.

Las competencias adquiridas tienen un valor real, pues las usamos y nos sirven para llevar a buen término nuestro hacer. No obstante, si las competencias que poseemos no están respaldadas por un capital social adecuado pueden convertirse en algo improductivo, al no poderse ejecutar. Son unas competencias que permanecen en sí mismas. De allí la necesidad e importancia del capital social  para producir el «apalancamiento» que siempre necesitamos.  

Referencias:
Twitter: @obeddelfin


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