sábado, 20 de julio de 2019

SEAMOS TENACES Y PRUDENTES: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

Muchas veces practicamos el rechazo a comprender como algo intencionado. En particular, me parece una actitud inadecuada al fin de nuestro vivir, porque nos negamos a ver otras perspectivas. Este rechazo debe provenir de una actitud terca. Algo muy diferente a ser tenaz, y esto debemos tenerlo en cuenta, pues dan ambas actitudes resultados muy diferentes.

Si nos negamos a comprender algo por la mera negación seremos tercos. Por el contrario, si dedicamos largo tiempo a intentar comprender algo que nos resulta dificultoso entonces tenemos paciencia y tenacidad. De allí que podamos perseverar en nuestra actividad profesional o personal.

La perseverancia infunde respeto en nosotros y en los demás, ya que por medio de ésta conseguimos alcanzar nuestras metas. Al ser tenaces no tendremos en cuenta las horas ni el cansancio para lograr lo que nos hemos planteado. La terquedad, en cambio, al ser una actitud ciega puede contribuir a que abandonemos nuestros proyectos a pocos metros de la meta. Son actitudes diferentes que deben darnos que pensar.

La paciencia para conseguir lo que nos hemos propuesto debe unirse a la tenacidad, para que sea un conjunto exitoso de actitudes. En este sentido, nuestro lema sería «No abandonemos nunca». No obstante, nuestro lema no puede convertirse en una actitud terca, porque sería una actitud ciega. Debe ser, por el contrario, una actitud reflexiva.

Que seamos pacientes y tenaces en todo lo que emprendemos no puede ser confundido con una actitud terca, que se empeña en no abandonar nunca. Acá entra nuestra reflexión, con la cual analizamos y evaluamos el conjunto de circunstancias que se van produciendo y que nos permite realizar variaciones a nuestro proyecto.  

Esa reflexión analítica nos debe convertir en un sujeto prudente. La cual evita que nos convirtamos en «un cabeza loca» y en sujetos desventurados. Recordemos que el sabio es el sujeto prudente, pues nuestro hacer siempre debe servirnos de lección.

Para ello debemos convertirnos en buenos observadores de nuestro entorno y de nosotros mismos para tomar el conjunto de precauciones necesarias. De esta manera, evitamos ponernos en peligro inútilmente. Pues inspeccionamos y analizamos todos los azares que se dan en nuestras circunstancias.

Ser prudente suele evitarnos problemas, conflictos y accidentes innecesarios. Sin embargo, muchas veces por falta de prudencia terminamos conformando nuestro saber y experiencia cogiendo directamente con la mano la brasa ardiendo, para así darnos cuenta de que ésta quema. Un mecanismo bastante extraño y doloroso si a ver vamos, al no contar con la prudencia necesaria como regla de vida.

O como dice el dicho popular «nadie escarmienta en cabeza ajena» y muchas veces es por nuestra terquedad. Que antes hemos indicado que es una actitud ciega. ¿Cuántas veces hemos sido imprudentes y con cuáles consecuencias? En cambio, ¿cuántas veces hemos actuado de forma prudente?

Al hacer uso de la prudencia es poco probable que cometamos errores graves. Al hacer uso adecuado de los sentidos y ser prudentes podemos tener posibilidades de ser más exitosos. Muchas veces somos de naturaleza intrépida e imprudente y por eso tienen que advertirnos sobre todo, para que aprendamos y nos protejamos de los peligros.

Muchas veces que tenemos que hacer uso de nuestro instinto, esa “adaptación no conceptual del animal a los problemas vitales” como lo indica Julián Marías, para resolver los asuntos en que estamos involucrados. Pues, hemos perdido y tenemos adormecidos muchos instintos y muchos de nuestros sentidos en nuestra relación con los demás. Alguna veces, decimos «me daba mala espina desde el principio» y, sin embargo, seguimos delante de manera imprudente. Pues, el resultado ha confirmado lo que sentíamos y, aun así, seguimos o no a nuestro instinto cuando se impuso un sentimiento de rechazo.

Solemos elegir la «razón» frente al instinto y tenemos razones para hacerlo. No obstante, con el tiempo nos damos cuenta de que nuestro instinto acierta muchas veces y nos guía hacia lo que es mejor para nuestra toma de decisión. De esta mezcla de razón e instinto desarrollamos nuestra prudencia.

En el presente, debemos ser prudentes y conectar con nuestros instintos primarios; escucharnos y confiar en nosotros. Cuando tengamos dudas debemos fiarnos de nuestro instinto y someterlo a nuestra prudencia. Así nuestra tenacidad se verá recompensada.

Referencias:
Twitter: @obeddelfin



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