sábado, 8 de junio de 2019

SABER DECIR SÍ, SABER DECIR NO: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

En estos últimos tiempos se ha puesto de moda, y porque se ha puesto de moda, se le ha dado preeminencia al hecho de aprender a «decir no», como si «decir no» fuese más importante que «decir sí». El argumento deviene del hecho de que a muchas personas les resulta más fácil «decir sí» por sumisión, miedo… que «decir no».

Con eso lo que se busca es promover una actitud de resistencia, una actitud de indocilidad ante la postura de sumisión. El «no» se convierte en una acción para detener el abuso y el aprovechamiento de los demás sobre uno. Eficaz o no, como toda acción puede dar resultado y si no es reflexionada podría darlo a corto plazo. Tal vez, sería más eficaz indagar sobre las causas que producen que uno tenga una actitud sumisa y dócil ante los demás.

Es tan fundamental aprender a «decir no» como aprender a «decir sí», porque cada respuesta depende de un contexto, de unas circunstancias, y por supuesto de una disposición y una reflexión determinada. La respuesta no depende de un apriori, ni de una moda. La respuesta depende de un sujeto que se conoce a sí mismo o no, y esto es lo más importante en último término.

Pretender inculcar una actitud de rebeldía no tiene sentido, porque hay personas que no tienen esa disposición. Incluso imponer un «decir no» es una imposición como cualquier otra. Aunque hay personas que no les gusta que les digan lo que tienen que hacer, hay otras que sí. Hay personas que están dispuestas y sin ningún problema a obedecer una orden, la cual no tiene que ser dada de manera imperativa.

Decir que a los humanos no nos gusta recibir órdenes es mentira. Las ordenes están presentes todos los días sea de manera directa o indirecta; están en el trabajo, en la casa, en los códigos sociales del entorno en que nos movemos. Esto es lo que se ha llamado el «contrato social» que nos permite interactuar como sujetos sociales.

Nuestro aprendizaje está en función de las perspectivas que tenemos del mundo en que actuamos. Unos son testarudos, otros no. Lo importante, tal vez, sería mostrar el menú de opciones del cual podemos disponer y que nosotros reflexionemos sobre nuestras circunstancias y lo qué debemos hacer en éstas.

Decir no, decir sí, o decir quizás, tal vez, más tarde, déjame pensarlo: depende de unas circunstancias y de un sujeto que en ellas está. Por tanto, más que aprender a decir no, lo que es importante es la reflexión ante la petición que se nos hace o que nos hacemos a nosotros mismos. Porque todo mandato no proviene de afuera, muchos mandatos son propios, son nuestros.

Lo que podríamos es preguntarnos: ¿Por qué se ha puesto de moda o se ha convertido en importante decir no? Algo ha sucedido para que esta negación se haya convertido en algo relevante. ¿Acaso nos hemos dado cuenta de nuestro estado de alienados? ¿De que estamos en un afuera de nosotros? Sin embargo, por ser una moda este apriori del no posiblemente pase en el algún momento a un segundo plano, sin importancia alguna.

Los gurús del «no» nos quieren imponer el no como si esto no fuese un mandato, una orden. Lo que debemos hacer es analizar si las necesidades de los demás nos incumben, si debemos seguir directrices que no tienen nada que ver con nosotros o si los asuntos de los demás nos hacen vivir en un estado de sumisión. Las respuestas que demos a esto será nuestra responsabilidad y de ésta nos haremos cargo.

La facultad de «decir sí» puede ser una actitud, una disposición personal a no negarse a hacer un favor. Y en eso no hay nada reprochable. Lo reprochable no está en la persona que dice sí, sino en aquella que se aprovecha de esa persona. No confundamos quién es el culpable. El victimario es quien convierte al otro en victima. El jefe o el esposo, por ejemplo, que se aprovecha o manipula al otro para su beneficio propio.

Lo que debemos fomentar es la capacidad de análisis de la toma de decisiones para que atendamos analíticamente a lo que las personas son y quieren, y atendamos a las circunstancias en que nos encontramos antes de decidir. Para que, de esta manera, podamos proteger nuestra libertad de acción y decisión.

Aprender la toma de decisiones es aprender a salvaguardar nuestro vivir, nuestra capacidad para actuar; también es saber hacernos respetar en un entorno que muchas veces se aprovecha de nuestras capacidades y fortalezas.

Referencias:
Twitter: @obeddelfin





No hay comentarios:

Publicar un comentario