sábado, 18 de mayo de 2019

SABER DEDICAR TIEMPO A VIVIR: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

La vida de los sujetos es una vida del hacer, incluso la vida contemplativa es un hacer. Pero es necesario distinguir entre el hombre que labora ciegamente y aquel que labora con la vista puesta al fin de la vida misma, vida.  La pregunta de rigor es entonces ¿Qué es vivir?

Una pregunta nada fácil de responder, por cuanto cada uno de nosotros consideramos que lo que hacemos es propiamente el vivir. Aunque, a grandes rasgo, sabemos que dicho así es mentira. Es mentira porque aquel sujeto que lleva una vida de mera labor sabe que no está viviendo, que lo único que hace es trabajar. Que en eso que hace no hay disfrute. De allí que la escapatoria sea el alcohol, las drogas o cualquier otro elemento de evasión.

Lo anterior, es una vida no vivida. Tampoco podemos afirmar, como si fuese una verdad, que la vida contemplativa sí es vivir. Porque muchos podrían argumentar que en eso no solo consiste el vivir. Aunque estar ahí sentados o tumbados mirando el paisaje nos pueda parecer un estar placentero, y es un hacer, en algún momento tendremos la necesidad de «hacer algo». Y así lo decimos. Porque consideramos que no estamos haciendo algo útil.

Entonces debemos preguntarnos ¿Qué es hacer algo útil? Y volvemos al asunto relativista. Para unos eso que es algo útil para otros no lo es.  Muchos pueden pensar que al estar contemplando el paisaje somos unos holgazanes, que no hacemos nada en todo el día. Y esto es cierto, si lo pensamos como el sujeto que labora. Por lo que podemos decir, que la diferencia entre no hacer nada y dedicar tiempo a vivir, solo es una apreciación humana con supuestamente un fin particular.

Para esas personas que la vida consiste en trabajar y trabajar, aunque no les guste lo que hacen, dirán que eso es no hacer nada, que eso no es vivir. Porque consideran que la vida es trabajar. No obstante, este trabajar del homo laborans no tiene ningún fin, solo es la mera forma del sobrevivir. La vida se agota en un cansancio inútil.

En nuestra sociedad laborante (que ahora se llama emprendedora) disfrutar, observar, respirar, dedicar tiempo al ocio es un no hacer nada, y posiblemente se considere tal actitud algo sospechosa. Porque la idea es que los sujetos estén haciendo algo que involucre el hacer físico, aun cuando los individuos no sean propiamente una mano de obra. Esto deben ser evocaciones de sociedades manuales.

Por eso el lema es que «hay que ir de un lado a otro, si es apurados mejor», «aprovechar cada minuto sin ningún fin», «rellenar el tiempo a como de lugar», «acumular tareas y actividades»; en fin «no perder el tiempo». Eso es lo normal y la regla que prácticamente se ha impuesto como nuestra hacer. El estar ajetreados, el estar ocupados. No sabemos en qué ni por qué; pero es imprescindible que estemos ocupados en algo y si es estresado mejor aún. Porque una cosa debe necesariamente conllevar  a la otra.

Cuando vemos esa agitación permanente, casi neurótica, resoplando apurados por llegar al trabajo, mirando desesperadamente el teléfono móvil y asumiendo asuntos que no tienen nada que ver con nosotros, pero que hacemos nuestros. En ese momento, debemos pensar que somos unos pobres locos que buscamos agotarnos sin ningún sentido propio.

Al ver esa actitud en nuestros coetáneos no podemos evitar ponernos al lado de la vida relajada, de ese dedicar tiempo al ocio, a la contemplación. Que repito, es un hacer. Diferente del otro, pero un hacer. Dedicar tiempo a nuestro vivir no es llenar a la fuerza cada instante de nuestra existir; ni tener que ver con todo y hacer todo. Pues esto parece más el ocultamiento de un sentimiento de miedo a mirarnos a nosotros mismos, o de tener tiempo para estar solos con nosotros.

Dedicar tiempo a vivir es ser consciente de cada momento en que estamos y con quienes estamos, darle importancia a lo que hacemos y pensamos, apropiarnos de nuestras circunstancias para empaparnos de ellas y disfrutar de cada fracción de segundo sabiendo que somos mortales. Este es el sentido de la expresión del estoico Horacio «Carpe diem». Saber de nuestra finitud y que en esa finitud debemos hacer lo que tenemos que hacer como sujetos morales.

Eso es lo que se hace en una vida donde el pensar-hacer busca el término justo entre el hacer físico y el hacer contemplativo. Y aunque a primera vista parezca que no hacemos nada, que perdemos la noción del tiempo (al menos en el sentido del sujeto laborante) debemos entender y dejar a un lado esa idea que hacer algo es estar ocupados en actividades improductivas. Para así asumir una actitud plácida, de disfrute de lo que hacemos  en este mundo. Una actitud que involucre todo nuestro pensar-hacer.

Dedicar tiempo a vivir es saber disfrutar de esto que es la vida de manera llana y simple. Vivir no es acumular en un calendario milimétricamente planificado y segmentado todo lo que hay y tenemos que hacer. O todo lo tenemos que ver, de todo lo que tenemos que visitar. En este sentido, las vacaciones se convierten, por ejemplo, en una carrera extenuante y aún más planificada y cronometrada que una semana de trabajo. Decimos que vamos a descansar y regresamos extenuados; lo que hacemos es cambiar una actividad por otra, pero que tiene el mismo sentido y significado agotador.

Es necesario darnos cuenta que trabajar es imprescindible para vivir, pues necesitamos dinero para hacer las cosas. Pero no nos damos cuenta que trasladamos a la vida contemplativa las mismas angustias del trabajo. Por lo cual, convertimos toda nuestra actividad en un sacrificio sin cabida para el disfrute y el placer. Todo se convierte en trabajo, en una actividad atormentadora y en una abnegación auto-impuesta.

De este modo, vemos como las personas no disfrutan ninguna actividad. Ya que, todo se convierte en un suplicio. Eso fácil de ver, por ejemplo, cuando la gente va a la playa tiene cara de pesar. Nada termina por ser placentero, hay más de sufrimiento que de otra cosa.

En ese caso, es necesario detenernos y observar: ¿Qué es lo que estamos haciendo? ¿Cómo lo estamos haciendo? Para reconsiderar nuestro pensar-hacer con respecto a nuestra vida. Es fundamental recuperar la razón y dedicar tiempo a eso que llamamos realmente nuestro vivir.

Referencias:
Twitter: @obeddelfin



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