sábado, 17 de marzo de 2018

LA ATARAXIA COMO “ESTAR ALERTA”: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA


Los sentidos originarios de la ataraxía remiten campos pragmáticos, nos dice Julian Marias[1]. Demócrito, citando Marias a Estobeo, señala que la “ataraxía; consiste en la distinción y discernimiento de los placeres” en tanto éstos son los más convenientes para los hombres.

En este sentido, la ataraxia se despliega en un contexto positivo y activo. Ya que no se trata de ninguna abstención, de ninguna suspensión del juicio ni de la actividad; sino que determina la distinción, por una parte, y el discernimiento, por otra, entre los placeres.

La ataraxia, en este aspecto, no consiste en un «aguantar pasivamente» o en un desinteresarse por las cosas del mundo con indiferencia. Se trata, más bien, de considerar con mirada alerta la situación en que uno se encuentra y de las cosas en ella están.  Para poder discernir, distinguir y lograr, de esta manera, la prosperidad y el bienestar.

Aristóteles, por su parte, en Ética a Nicómaco libro IV expresa la ataraxia en un contexto de equilibrio y moderación. Donde  el hombre desea vivir libre de alteraciones o perturbaciones, y se deja llevar por las pasiones en la medida y el tiempo que la razón manda. Para el filósofo la ataraxia consiste en un término medio. No es ésta una falta de reacción, de impasibilidad o ausencia de indignación y coraje. La ataraxia aristotélica  es una mesura, diferente a la falta de emoción. Por tanto, el «atárakhos» siente indignación, enojo o cólera. No obstante, es dueño de tales pasiones, las refrena y domina, y puede permanecer sereno.

En el libro III, de Ética a Nicómaco, Aristóteles indica que el hombre valiente en los momentos de peligro permanece atárakhos (sereno)  se porta como es debido. Como apreciamos la ataraxia no es apatía, ni es imperturbabilidad en el sentido negativo del término. Por el contrario, es más bien impavidez, de lo que se trata es de conservar la calma en el peligro, de afrontar éste, u otras situaciones, sin alterarse.

Según Aristóteles, es más valiente quien se mantiene impávido e imperturbable ante una circunstancia adversa; por lo que la valentía procede más de hábito que de preparación. 

La ataraxia consiste, desde este punto de vista, en un «estado de alerta», dado por la serenidad y la clarividencia en función de una posible acción. El valor ante las situaciones inesperadas e imprevistas es una actitud hecha de serenidad, de calma atenta que permite obrar con prontitud y acierto; aun sin una previa preparación.

El estar alerta es un ponernos en guardia en caso de un posible ataque o imprevisto, es estar atentos a las situaciones del mundo. Por tanto, es una acción. La diferencia con la abstención o suspensión de los escépticos; con la apatía, la ausencia de perturbación y dolor de los epicúreos, es evidente. Para Aristóteles, en cambio la ataraxia es, a la vez, un estado sereno y tenso, un estado de alerta, un estado de atención hacia las cosas del mundo.

La ataraxia aristotélica es una ataraxia que se dirige hacia algo, que tiene la mirada puesta en algo; de allí que sea un «estar alerta» por y para las cosas que suceden, por las situaciones dadas y que nos afectan. La ataraxia es un movimiento en acto y potencia. Es acción.

Referencias:
Twitter: @obeddelfin


[1] Julian Marias. El oficio del pensamiento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario