miércoles, 7 de marzo de 2018

ATARAXIA ESCÉPTICA O NEGATIVA: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA


Julian Marias[1] nos dice que el pensamiento griego está cruzado por una quejumbre. Donde el hombre para ser feliz tiene que ser dueño de sí mismo. Y se pregunta el autor: ¿Es que no lo es? Y si no lo es, ¿por qué y de qué manera no lo es? ¿Qué es lo que al hombre lo esclaviza y lo priva de sí mismo?

Todo el pensamiento occidental está signado por este sino, que sin darse cuenta olvida esta situación y no pone o no encuentra el remedio. El sujeto ocupado en ejercer su dominio sobre las cosas y sobre él no es nunca o casi nunca dueño de nada, menos de sí mismo.

Suficiencia, independencia, libertad, imperturbabilidad fueron los ideales helénicos y de nosotros los contemporáneos. A medida que va pasando el tiempo vamos acumulando experiencias, fracasos y desengaños, que nos hacen sentir inquietos y desconfiados; por lo cual, un tanto asustados nos replegamos sobre nosotros mismos.

Los filósofos antiguos, de escuelas distintas y aun opuestas, están un tanto de acuerdo en que la felicidad se presenta con ese mismo rostro. Así el individuo que ha alcanzado la ataraxia, constituye el sentimiento radical de independencia y suficiencia que define al sujeto apartado de la necesidad.

Para el griego algo es de verdad real, cuando se basta a sí mismo, cuando es autárquico. Y por esta condición se puede separar de los demás, cuando se da a sí su propia ley y es autónomo. De este modo, el hombre libre de Aristóteles es libre cuando es suficiente en sí mismo y no necesita de los demás para darse su autonomía.

Ahora bien, en la fase helenística, el sabio se va despojando cada vez de más cosas, y el ideal de los cínicos se aproxima al despojado, al mendigo. Ante tal despojamiento se pregunta Marias: ¿no será una fácil simplificación? ¿Será de verdad independiente y dueño de sí mismo el mendigo cínico que no necesita de nada y a quien nada importa? ¿No habrá reducido tanto su propia realidad que ya no tiene de qué ser dueño?

Desde el Romanticismo, la angustia goza de excelente publicidad. Kierkegaard hace una exaltación de ésta. Se la considera como una condición privilegiada del hombre, en la cual él es propiamente. A muchos les parece a condición propia de la autenticidad humana. En nuestros días podemos decir que es el «stress» el que tiene mucha publicidad y ascendencia entre la gente, pues parece que quien no está estresado no es sujeto propiamente.

La aproximación de nuestro tiempo, semejante a la crisis del mundo antiguo, está en conformar una “moral para tiempos duros” hecha ésta de ataraxia —relax, paz interior…— con un ideal humano que es precisamente el individuo sereno y posiblemente un tanto indiferente a los avatares de la vida. Lo que lleva a Marias a preguntarse: ¿Será oportuno volver los ojos a esa vieja idea de la ataraxia?

Por otra parte, es necesario atender que la doctrina clásica de la ataraxia se encuentre en las escuelas escépticas. Donde la “«abstención» es una posición estable de la mente, en virtud de la cual ni afirmamos ni negamos cosa alguna. Ataraxia es la serenidad y la calma del alma”. Cita Marias a: Sexto Empírico, Hipotiposis pirrónicas I, 4

Para Marias se trata de una ataraxia negativa, nacida la misma de una cierta desesperación, hecha de una renuncia a lo que se considera imposible. Porque, citando a Cicerón, “estamos poseídos por la desesperación de no poder conocer”

Lo decisivo en el escepticismo es la conexión entre la ataraxia y la abstención del juicio, porque tal abstención es el medio por el cual se consigue la imperturbabilidad.

Referencias:
Twitter: @obeddelfin


[1] Julian Marias. El oficio del pensamiento.

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