sábado, 11 de enero de 2020

FINALIDAD DE NUESTRO HACER

Si nuestro hacer lo abordamos desde la teoría del movimiento de Aristóteles, podemos decir que los cambios se explican por el paso de lo que está en potencia a acto, esto es, del niño al adolescente, de éste al adulto, y de el adulto al anciano, porque en el niño ya está en potencia el anciano que llegará a ser; así como la semilla termina por convertirse en árbol y fruto.

Lo que gobierna este tránsito de potencia a acto es, según Aristóteles, la finalidad del ser, aquello para lo cual éste existe; así todas las cosas están en movimiento hacia su fin. Desde esta perspectiva podemos dar cuenta de lo que es nuestro hacer, lo que hacemos hoy lo podemos explicar desde la finalidad planteada. El joven estudia la carrera universitaria de economía para ser economista, por ejemplo.

La idea de finalidad nos sirve para aclarar cuál es el potencial máximo de nuestro hacer, y para dilucidar cuál es el camino que hemos diseñado para alcanzarlo. En este sentido, la responsabilidad está en desarrollar nuestras fortalezas y capacidades para realizar plenamente la finalidad planteada. Esto quiere decir que debemos ver nuestro desempeño actual y los diversos aspectos que empleamos en el mismo de manera potencial, ya que la finalidad del mismo no la hemos realizado. Desde la perspectiva aristotélica, la finalidad de nuestro hacer es la que opera como una fuerza de atracción y nos mueve hacia ella, ésta  hace que estemos dispuestos a cambiar, aprender y transformarnos por alcanzar la finalidad planteada.

Junto con la finalidad está la búsqueda de la suficiencia, que es el poder mantenernos y continuar para cumplir dicha finalidad, por eso procuramos mejorar nuestras capacidades y talentos para cumplir con la misma. En el caso del estudiante, éste procura estudiar de la mejor manera posible, acceder a los textos recomendados, entre otras cosas que le son necesarias para ser más suficiente y alcanzar el fin.

En cada tipo de hacer que llevamos adelante y en cada momento de nuestro vivir, debemos preguntarnos: ¿Cuáles son nuestras fortalezas? ¿Cómo las empleamos de mejor manera? ¿Cuál es el fin de lo que estamos haciendo?

No podemos solo considerar nuestro hacer actual y quedarnos en él. Debemos ver si tenemos una finalidad, so no la tenemos debemos plantearnos la misma. Ya que nuestro hacer ha de ser medio para conseguir un fin propuesto.

Si nos quedamos atrapados en el hacer inmediato no conseguiremos dar una realización plena a nuestro pensar-hacer; nos quedaremos encerrados en el mero hacer y ese no es la idea. Es como si deseamos hacer, pero nunca lo hacemos porque solo nos quedamos en el deseo.

Tenemos que plantearnos una finalidad ¿para qué hacemos lo que hacemos? Cuál es el fin del mismo. En muchos la finalidad parece material pero no lo es, trabajo tantas horas, por ejemplo, ahora para comprar un apartamento, la finalidad es vivir en mejores condiciones físicas, lo cual me ayudará a vivir mejor de manera mental. En este caso, una finalidad material oculta una finalidad de orden espiritual.

Debemos tener claro que todas las finalidades no son de orden espiritual. Recordemos que la prosperidad que es, por lo general, la finalidad de nuestros haceres, puede ser: intelectual, financiera, espiritual y corporal, y se reflejan una en la otra. Hacemos ejercicios con la finalidad de tener prosperidad corporal, de sentirnos físicamente mejor.

Para alcanzar la finalidad tenemos que desplegar la suficiencia. Si deseamos prosperidad corporal, debemos hacer ejercicios con la mejor disposición posible, esto incluye la disciplina y otros aspectos más. Si deseamos graduarnos en nuestros estudios debemos estudiar lo mejor posible. Ambas son necesarios para darle sustancia y consistencia a nuestro pensar-hacer.  


Consultoría y Asesoría Filosófica Obed Delfín

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