lunes, 4 de febrero de 2019

TOMA DE DECISIONES: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA


“Un problema bien planteado es un problema resuelto”, dice Bergson.

 Para la toma de decisiones es importante conocer los procesos que intervienen en ésta. Asimismo, es relevante conocer los diferentes escenarios en que este proceso ocurre. Los factores que inciden y la aplicación de las estrategias para la realización de la decisión. Esto nos dará una perspectiva adecuada de lo que podemos hacer cuando estemos involucrados en el proceso de toma de decisión.

La toma de decisiones implica que podemos hacer que algo suceda a partir de nuestro pensar-hacer. Siempre tomamos decisiones, es un proceso que llevábamos a cabo en cualquier actividad, en cualquier situación o problema. Pueden decisiones simples, por ejemplo, que cocinar para el almuerzo, o complejas.

Cuando tomamos decisiones nos caracterizamos porque guiamos los eventos y las acciones hacia un fin que deseamos, en este sentido,  no dejamos que las cosas ocurran por azar.

Tomar una decisión es algo que hacemos con nuestro pensar-hacer atento y alerta, no es un hábito mecánico e intuitivo; de allí que somos conscientes de lo que decidimos. Por tanto, cada experiencia o cada decisión es algo diferente. La mayoría de las decisiones no son definitorias, es decir, no acaban en sí. Por esta razón, las decisiones son un eslabonamiento serial, una conlleva a otra. Decidimos algo y luego ésta nos lleva a otra, encadenamos decisiones.  

Todos sabemos, por experiencia, que tomar una decisión es hacer una escogencia, una selección de entre diferentes alternativas. El pantalón azul y no el verde. En este sentido, toda decisión contiene en sí ciertas insatisfacciones y conflictos; los cuales son minimizados por los beneficios que optemos por la decisión más adecuada y de mayor rentabilidad, no necesariamente financiera.

Hablamos antes de que la toma de decisiones es un proceso ¿cuál es el mismo? Tal proceso está conformado por varios pasos, los mismos son: Primero, conocer y reconocer el problema. Debemos ser conscientes (reconocer) que existe un problema; que algo tiene que ser cambiado para mejorar la situación actual. Reconocer el problema, no implica que conocemos el problema.

Podemos reconocer que algo va mal, por ejemplo, nuestro vehículo anda sin fuerza, algo le suena o no enciende. Somos conscientes que existe un problema, pero no conocemos cuál es el problema. Buscamos un mecánico para que éste nos diga qué tiene el vehículo, en qué consiste la falla. A partir de este conocer tomamos las decisiones pertinentes. Así pasa con los problemas personales o interpersonales, podemos reconocer la existencia de un problema; pero no conocer qué es el problema.


El segundo aspecto, es analizar el problema: Podemos subdividir el análisis si es un problema muy grande o complejo. El fin del análisis es saber cuál es la causa que genera el problema. Sigo con el ejemplo del vehículo, la causa de la falla puede ser una parte del sistema eléctrico, digamos unos cables defectuosos o un componente eléctrico dañado. La causa del problema es algo específico, casi nunca es algo difuso. 


El tercer aspecto, es la consideración de nuestras metas. Porque toda decisión la hacemos en función de unas metas que deseamos alcanzar. En este sentido, la decisión está influenciada por la meta que queremos lograr. Por ejemplo, que el vehículo esté en buenas condiciones para poder ir al trabajo sin tomar el transporte público. Es un asunto de rentabilidad y beneficios; lo que es importante para nosotros.

Esto quiere decir, que debemos ser conscientes de nuestras metas, de lo que queremos para nosotros; saber cuáles son nuestras prioridades, pues éstas nos ayudan a ver más claramente lo que realmente deseamos. Las decisiones al estar influidas por nuestras metas y prioridades son puestas en acción; pues son las que nos convienen y las que deseamos. Esto último determina el hecho que las realicemos o no, al ser algo que motiva nuestro yo o ego.

El cuarto elemento, es la búsqueda de la mejor alternativa de decisión. Para la toma de decisión buscamos la mejor alternativas, la más adecuada y beneficiosa. En esa búsqueda también hacemos la evaluación de las mismas, de allí que escogemos. Es importante invertir tiempo y criterios en buscar la mejor alternativa de solución.

En quinto término, debemos analizar los recursos que poseemos y los que requieren la toma de decisión o la alternativa seleccionada. Esto es trabajar con «los pies puestos sobre la tierra», para no crearnos expectativas que no podemos realizar. Por ejemplo, necesitamos un vehículo para transportarnos, decidimos por un BMW; sin embargo, nuestros recursos alcanzan para una bicicleta. El mero deseo no basta. Tal vez la decisión era inclinarnos por la mejor bicicleta del mercado.

Como señalamos antes la decisión que tomemos tiene que estar determinada por unas metas y prioridades. Puestas éstas serán el motor que nos impulse a realizarlas o llevar a cabo la toma de decisión. Es importante convertir la decisión en una acción productiva. Una decisión sin acción es un mero ejercicio intelectual. Por ello, es importante implementar la decisión que tomemos.

Por último, después de realizar el proceso de toma de decisión y la puesta en acción de la misma, es necesario realizar la evaluación de los resultados, para determinar la efectividad de éstos, de la decisión y de la puesta en acción. Para saber si cada proceso ha sido acertado y adecuado. Esto permite conocer si hemos sido exitosos en este proceso, si debemos mejorar, cambiar cosas. Este un proceso dinámico, pues las situaciones y los actores cambian.

Referencias:
Twitter: @obeddelfin


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