¿Qué es la voluntad de la nada? Quien
aborda esta temática es F. Nietzsche en la «Voluntad de poderío» como algo
opuesto a la voluntad de poder. En los prolegómenos a esta temática, el
filósofo nos señala que la negación de toda creencia es el signo de un aumento
de poder en el espíritu, a esto lo llama el nihilismo activo. El cual es el
instinto creador de abismos. Contrario a éste, se encuentra el nihilismo
pasivo.
Por otra parte, nos indica Nietzsche que
el poder de suspender la acción, de no reaccionar, es el más grave efecto de la
debilidad. Lo que es propio de una voluntad débil. En cambio, la voluntad de
poder impulsa a que nuestra relación con las cosas se vea exigida por una decisión
y una acción inmediata. Por ello, el pensador alemán nos indicara que “el que
es pobre en vitalidad, el débil, empobrece también la vida; el que es rico en
vitalidad, el fuerte, la enriquece. El primero es el parásito del segundo”.
Como apreciamos la voluntad débil es
parasitaria, es débil y empobrecedora de la vida. Carece de vitalidad. Ante
esta postura sumisa de la voluntad débil, Nietzsche declara: “Yo enseño a decir
«no» contra todo aquello que nos debilita, contra todo aquello que nos agota.
Yo enseño a decir «sí» frente a todo lo que fortalece, lo que acumula fuerzas y
justifica el sentimiento de vigor”. Esta es la manifestación de la voluntad de
poder.
En este contexto, tenemos que las
posiciones extremas no son resueltas por posiciones más moderadas, sino por otras
soluciones igualmente extremas. Pues, lo que está sobre el tapete de la vida es
tener la fuerza de no dejarnos engañar. Para el filósofo, la moral de la
voluntad débil lo que ha enseñado es a odiar y a despreciar lo que constituye
el rasgo fundamental del carácter del sujeto dominante, esto es, la voluntad de
poder.
Nuestra actitud, nuestras acciones y
personalidad temerosa se fundamenta en el odio moral a la voluntad de poder, y
en el amor a la voluntad débil. A ser engañados sin oponer resistencia, a no
asumir posiciones extremas; a no tener fuerza ni sentimiento de vigor; a no
reaccionar y atajar toda acción. En esto se nos va la vida, que para Nietzsche
no debe ser ninguna vida, por cuanto carece de voluntad propiamente.
Para el filósofo, lo que tiene valor en
la vida es el grado de poder, a condición de que la vida misma sea voluntad de
poder. Lo contrario a este valor en la vida, a esta voluntad de poder es
nuestra tendencia de caminar a nuestra perdición; que se presenta en nosotros
como la voluntad de perdernos, como la elección instintiva de lo que
necesariamente nos destruye. Este instinto de nuestra autodestrucción, la
«voluntad de la nada».
Tal voluntad de la nada nos arroja a no
tomar decisiones; a no invertir en los capitales de nuestra experiencia porque
nos negamos conocernos. A preservar en el desorden, en lo ilógica, en el
inadecuado desenlace y la desconexión. La nada de la voluntad se instituye deformarnos,
desmontarnos. Para no creer en nosotros mismo. Es el principio y fin de nuestra
negación.
La voluntad de la nada es la voluntad de sufrir,
la voluntad de obedecer y ser obedientes. De la resignación y la entrega. El
destruir el mundo de nuestra imagen. De la desconfianza en nosotros mismos. De
ser otro, pero no ser nosotros. Lo que busca es querer tener menos de lo que se
tiene, ser cada vez menos.
Tener y querer tener menos, es lo que
desea la voluntad de la nada. En este sentido, en cada uno de nosotros se va
afirmando el sumiso y el animal acorralado. Al conservar una voluntad de la
nada tenemos más probabilidades de ser vencidos, porque eso es lo que buscamos.
Lo que buscamos es un amo.
La voluntad de la nada sabe obedecer y
ser obediente; por ello siempre encuentra a quien lo sabe mandar. Ella trabaja
como mero instrumento servil del poderío, es su sirvienta. Es evidente que la
voluntad de la nada decrece a cada aumento de poderío. Tal voluntad solo es la interpretación
de la otra voluntad que la domina. No podemos conocer ninguna interpretación de
esta sumisa voluntad, porque no la tiene.
Para esta voluntad todo es sumisión,
resignación. Por ello no hay en ella interpretación. El ser sujeto no le es dado,
cuando lo tiene es porque es algo añadido o imaginado; algo que se esconde en
otra voluntad a la que ella atiende.
La voluntad de la nada se hunde en la ignorancia
de sí misma. En ella no existe ni la palabra "yo", ni la palabra
"acción", ni la palabra "pasión"; no existe la línea de
horizonte de ningún pensamiento, solo es el desierto, la arena. El sendero hacia
la nada es solo un andar hacia el hecho de ser cada vez más inconsciente.
La nada es un proceso in infinitum, una determinación inactiva
que no llega nunca a la conciencia de sí misma ni de alguna cosa fija y
determinada. Es el mero vacío de la voluntad de la nada. No conoce, por eso no
pone nada bajo cierta condición; ella es lo condicionado, lo sometido. La materia
inerte.
Al conocerse ni conocer tal voluntad no se pone en relación con algo. No se siente
condicionada por algo, ni condiciona algo porque no sabe. Como carece de
poderío su existencia no es un proceso, no es un devenir. No posee ser. Pues, bajo
qué forma, bajo qué fuerza podría llegar a tener ser. Solo es una posesión de
otro. No tiene medida propia, es la medida de quien la mide.
La voluntad de la nada no se enfrenta al
cambio, es lo perecedero. Es la expresión de un alma débil, llena de desconfianza
y de malas experiencias. Ve gustosa lo a-rracional, el reblandecimiento y el
moralismo nos diría Nietzsche.
Referencias:
Facebook: consultoría y asesoría filosófica
Obed Delfín
Youtube: Obed Delfín
Twitter: @obeddelfin
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