Siempre solucionamos nuestros problemas y tomamos las decisiones dentro
de un entorno o contexto determinado, es decir, lo hacemos en el ámbito en que
nos desenvolvemos o que nos rodea. Este contexto determina, en gran medida, las
soluciones que damos y las decisiones que habitualmente tomamos.
A partir de lo anterior tenemos algunos aspectos del entorno que
influyen en nuestra toma de decisiones y en la solución de nuestros conflictos.
En primer lugar, INFLUENCIA DE LA
AUTORIDAD en la toma de decisiones. Esto se refiere a la obediencia, que
muchas veces tenemos, a la autoridad en nuestro ámbito, tal autoridad es sin
duda uno de los condicionantes más importantes en la toma de nuestras
decisiones. Por ejemplo, nuestros padres en el ámbito familiar; el gerente o
patrón en el ámbito laboral.
Esta obediencia a tal autoridad, en muchos casos, supera nuestro
razonamiento, nuestros sentimientos e incluso nuestros valores. Contrariamente
a nuestras expectativas obedecemos a aquellas personas a las que otorgamos o a
quienes se les ha otorgado una autoridad. El joven, tenemos por caso, que no se
atreve a estudiar la carrera que anhela por no contrariar la autoridad de sus
padres.
Lo mismo ocurre en el mundo organizacional, en el cual es muy
común observar el tipo de influencia regido por la autoridad de un jefe, la
cual determina el rumbo de la solución de conflicto y de la toma de decisiones.
La opción más adecuada, en estos casos, es difuminar o disminuir la presión de
tal autoridad, especialmente, cuando estamos inmersos en procesos de crítica, de
búsqueda de soluciones o de procesos creativos… En definitiva, en todas
aquellas situaciones donde se requiera explorar opciones distintas y definir
alternativas de acción es necesario minimizar el enfoque autoritario, ya que
éste no contribuye a los produces productivos.
En segundo término, tenemos la
PRESIÓN DE GRUPO. Esta presión se produce o cuando pertenecemos (solidaridad
automática) o cuando queremos ser aceptados por un grupo determinado. En ambos
casos, trasladamos nuestra opinión y nuestra toma de decisiones a lo que sea
mejor para el grupo, ergo, mejor para nosotros. Hace un proceso de doble
identidad, dando prevalencia al grupo.
El «deseo de aceptación» nos
hace susceptibles de conformarnos o doblegarnos a las normas y criterios del
grupo. Aunque muchas veces digamos lo contrario. Pues, se sabe que los grupos
ejercen fuertes presiones sobre sus integrantes, para que éstos cambien de
actitud y conducta ajustándose así a la norma del grupo.
Cuando la opinión de un individuo sobre datos objetivos difiere
considerablemente de la de otros miembros del grupo, éste siente una fuerte
presión por modificar su opinión y ajustarse a la de los demás. Llegado el
caso, somos capaces de llamar a «lo blanco negro» máxime si el grupo en el que formamos
parte es nuestro punto de referencia.
Algunas veces, la presión del grupo puede resultar decisiva cuando
tenemos que elegir una opción entre varias o dar nuestro punto de vista en una
reunión. Debemos permanecer atentos a este efecto y no dejarnos llevar por la
presión del grupo. En la acción grupal debemos utilizar nuestra propia razón
como punto de referencia. Esto no quiere decir llevemos siempre la contraria al
grupo.
El tercer factor a considerar es el ESTRÉS. Pues, éste es la respuesta no específica del cuerpo a
cualquier demanda que se ejerce sobre él. Hoy en día es común escuchar «estoy
estresado», «voy a relajarme porque tengo estrés», «déjala está estresada»... Todas estas expresiones hacen referencia a una
concepción negativa y perjudicial del estrés. Sin embargo, el estrés no es necesariamente
perjudicial; por el contrario, es necesario y positivo porque nos alerta sobre
esas «exageradas demandas externas» que se ejercen o ejercemos sobre lo
corporal y mental.
Tal alerta producto del estrés es la respuesta no específica al esfuerzo
adaptativo de nuestro organismo frente a un problema, independiente de cuál sea
el problema. Las reacciones de estrés son causadas tanto por agentes nocivos
así como por sucesos placenteros, como recibir una buena noticia. Los efectos
son diferentes pero nos conducen a un estado de estrés.
El estrés es, por otra parte, un componente de la vida normal y
como tal no podemos evitarlo. Lo podemos minimizar, pero no evitar. Ya que
forma parte de nuestros procesos adaptativos, los cuales tienden a mantener
nuestras constantes vitales dentro de los límites que posibilitan nuestra vida
diaria.
El estrés no es un fenómeno nuevo. Siempre ha existido íntimamente
ligado a la evolución del ser humano y a los diversos fenómenos de nuestra
vida. Lo que sí podemos considerar relativamente nuevo es la cualidad del
estrés, el cual se ha hecho más psicológico y emocional que físico; aunque
termina por afectar lo corporal.
Las situaciones estresantes desencadenan reacciones fisiológicas que
alteran nuestro sistema endocrino (metabolismo alterado), el sistema
cardiovascular (hipertensión), el sistema digestivo (náuseas), las hormonas
sexuales (alteraciones del ciclo menstrual) y el sistema neuromuscular
(debilidad muscular). O desencadenan reacciones psicológicas y emocionales; por
ejemplo, la ansiedad; ésta se caracteriza por sentimientos de aprensión,
incertidumbre o tensión; los niveles de ansiedad pueden llegar a bloquear
nuestro desempeño mental y corporal afectando nuestra toma de decisiones y
solución de conflictos.
La efectividad de nuestra toma de decisiones y solución de
conflicto disminuye en la medida en que se hace mayor nuestro nivel de estrés,
entre mayor es nuestra ansiedad peor es nuestra ejecución. Aunque mucha gente
dice «que trabaja mejor bajo presión», esto puede ser cierto. No obstante, tal
presión no llega a convertirse en un estrés sostenido. Podemos aceptar que, en
ciertos casos, hace falta una cierta presión para alcanzar altos niveles de ejecución.
Sin embargo, desenvolverse en niveles bajos de estrés produce una mejora de
nuestro rendimiento.
Cuando el estrés supera cierta barrera el desempeño personal y
grupal sufre un deterioro importante. Éste se produce, primero porque «disminuye el cuidado» con el que se
selecciona y procesa la información. Segundo, por «la necesidad de completar una tarea» en un tiempo muy reducido.
Tercero, por «el miedo a cometer errores»,
esto hace que los sujetos den mucho más valor a la información desfavorable que
a la favorable. Cuarto, porque el «análisis
en tales condiciones es más superficial» y es más propenso a incluir
errores. Por tanto, tenemos que observar los efectos que el estrés tiene en
nuestra toma de decisiones y en nuestra solución de conflictos para minimizar
tales efectos erráticos.
Referencias:
Facebook: consultoría y asesoría filosófica Obed Delfín
Youtube: Obed Delfín
Twitter: @obeddelfin
Excelente. Gracias.
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