sábado, 11 de marzo de 2017

NUESTRAS ADICCIONES INÚTILES: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

Aunque nos resulta difícil introducir cambios vitales en nuestra vida esto no es imposible. Muchas personas han demostrado que es posible, ellas han puesto orden y equilibrio en su vida emocional y reflexiva. De esta manera, podemos llevar una vida más feliz y plena. Dedicar más tiempo a la familia, a los amigos. Tener más contacto con la naturaleza y con nuestra comunidad. Disfrutar de los placeres de la vida cotidiana.

Todos podemos tomar la decisión de hacer los cambios que deseamos para tener una vida llena de sentido. Solo es cuestión de invertir en ello para conseguirlo. Dijo invertir porque esto nos dará muchos dividendos. Las menudencias que nos abruman en la vida son fáciles de superar, requieren del tiempo para establecer las prioridades, definir lo que es importante, lo que es urgente y que es inútil. Esto nos producirá una gran satisfacción.  

La adicción a las cosas inútiles e improductivas es difícil de superar, porque proporciona una perversa forma de gratificación. Además, la concepción ambigua y amorfa de la vida nos ha conducido a creer que hay virtud en cualquier cosa, con independencia de los resultados que logremos. Por ello, nos permitimos una vida sin sentido y significados.

No obstante, podemos conseguir ser sujetos inteligentes y productivos, cuando nos centramos en una ética de la existencia. Tenemos que centrarnos en los resultados eficaces y morales, que aporten dignidad a nuestra existencia. Por el contrario, muchas personas se enfocan en lo banal y fútil, allí derrochan su vivir. La diferencia es notable cuando adquirimos una vida de sentido, a estar ubicados en un punto X como dice Heidegger. Pues, ganamos el equilibrado estilo de vida que estaremos en condiciones de llevar.

Aquí se encuentra la raíz del problema. Porque, muchas veces, no somos capaces de valorar correctamente nuestro pensar-hacer. En efecto, sobrevaloramos las futilidades de la vida e infravaloramos el ser del sujeto. Esto se debe años de vivir extraviados de nosotros mismos, de estar fuera de nosotros. De creer que el conocimiento de nosotros mismos es asunto de tontos.

La cuestión de nuestro pensar-hacer, es decir lo que nosotros somos, tenemos que abordarlo hasta que nos pongamos en el lugar correcto. Aunque hay mucho oropel que se deriva de la vida improductiva y fatua, existen más efectos perniciosos que tendemos a pasar por alto. Pues no entendemos que nos sucede en esos conflictos personales que nos arrastran sin darnos cuenta qué es lo que sucede. Una de las cosas más tristes, es que pasamos la vida perdiendo la vida. No nos procuramos a nosotros mismos. Nos distraemos en el comer, en beber, en trabajar, y hasta el amor nos convierte en miserables. Este es el motivo por el que nos hacemos a nosotros mismos y al otro tan desdichados e infelices.

Mantenernos ocupados en las inutilidades del vivir es, en última instancia, un refugio que delata nuestra improductividad y nuestra insatisfacción. En esta condición, tenemos la necesidad de perdernos la vida hasta que aquella se convierte en una obsesión. Por tal necesidad, ansiamos más emociones, más aventuras, más satisfacciones,  pero todas estas cosas tienen su origen en nuestras vanidades que contribuyen a que tengamos una peor calidad de vida.

Nos ufanamos de nunca tener tiempo. Esto nos hace sentirnos importantes, porque le queremos mostrar a los demás que somos algo en la vida. Tal vez, solo seamos miseria. Nos convertimos en adictos a lo fútil a lo carente de sentido. Pero no admitimos, por nada del mundo, que tenemos problemas por el exceso de lo banal. Probablemente este problema sea mucho más grave de lo que nos gustaría reconocer.

Nuestra vida se constituye en un caos y estrés. Ya que ésta no tiene ningún ¿Qué sentido tiene estar en este mundo si llevamos una vida caótica y estresada? Aparte de eso, ¿Qué pensamos hacer cuando la vida está en una crisis permanente? Tal vez, la muerte se anticipará.

En la vida es preciso que aprendamos a construir las cosas que son más importantes para nosotros. Una vida plena, relajada, feliz y satisfactoria viene determinada por lo bien que vivimos. La vida merece ser vivida; no estar moribundos en ella.

Parte de nuestra insensatez nos lleva a esperar que el futuro nos brinde lo que ahora no hemos edificado. Queremos que el futuro sea mejor que nuestro presente ¿Qué hacemos para ello? Tenemos que vivir en presente pleno, para sembrar para un futuro igual. Debemos disfrutar de lo que ahora tenemos, pensando que la vida la construimos nosotros con cada día que hacemos. No podemos esperar encontrar en el futuro valores, tesoros y talentos que hemos derrochado, perdidos y olvidados por nuestra vida llena de insensatez.

            Debemos construir una vida de sentido y significados para disfrutarla hoy y mañana. Pues, la vida regala mucho cuando hemos sembrados virtudes y fortalezas.

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