miércoles, 29 de junio de 2016

FALLAS Y DESARROLLO DE NUESTRA ORGANIZACIÓN FUNCIONAL: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

Las fallas en nuestra organización funcional pueden darse en nuestro hacer personal, profesional, laboral, organizacional, empresarial… Porque todo nuestro pensar-hacer es una organización funcional, aunque éste no esté planificado. No obstante, los éxitos o fracasos que alcancemos devienen de si nuestra organización funcional es eficiente o no. Expondremos varios aspectos, aunque nunca serán todos.

 La primera falla es la DISPERSIÓN Y CONSECUENTE PÉRDIDA DE AUTORIDAD DE MANDO. La pérdida de nuestra autoridad funcional nos lleva a la merma para controlar el funcionamiento de nuestro pensar-hacer, nos volvemos erráticos, deficientes e ineficaces. Así mismos, adquirimos una minusvalía funcional en nuestras relaciones. Ya que, comenzamos a manejar nuestras situaciones de manera torpe, distraída, porque perdemos el control en el funcionamiento de nuestros inteligencias.

Segundo aspecto es la SUBORDINACIÓN MÚLTIPLE. Si en nuestra organización funcional tenemos dificultad para determinar la distribución de prioridades, esto nos trae los problemas para limitar nuestras responsabilidades. Como dice Covey, sino sabemos determinar lo que es importante y lo que es urgente esto nos lleva a una pérdida de tiempo y a confusiones imprevisibles. Igualmente nos hacemos erráticos, desacertados en nuestra tomas de decisiones. Todo nos parece que tiene igual importancia. Por lo que, no podemos ni sabemos definir que va primero, ni en cual orden de prioridades debemos actuar. Estamos en una situación de confusión. Tenemos que aprender a subordinar cosas, para así establecer escalas de prioridad eficientes.  

Tercer elemento que debemos considerar en nuestra organización funcional, es la TENDENCIA A LA COMPETENCIA DE ESPECIALISTA. Esto es, todo lo sabemos hacer, somos excelentes en todo. Tal cosa es falsa. Según nuestra inteligencia múltiple nos desenvolvemos adecuadamente en algunos ámbitos, es decir, tenemos fortalezas para algunas cosas, para otras no. Sabemos hacer algunas cosas inteligentemente, para otras somos torpes. Por ejemplo, para futbolista derecho no es recomendable que patee a la portería con la pierna izquierda, porque lo más probable que falle la oportunidad de gol. Así somos con nuestras inteligencias. Somos especializados, por decirlo de alguna manera, en determinadas actividades, por lo que no podemos imponernos en nuestras funciones a hacerlo todo. Debemos delegar, para enfocarnos en los problemas que estamos inteligentemente preparados para resolver; en lo demás buscamos ayuda. Sin orgullos tontos.

Un cuarto aspecto a considerar es la TENDENCIA A LA TENSIÓN Y A LOS CONFLICTOS. Esto se da cuando somos uno de esos criticones, todo lo sabemos y en todo nos metemos, sin que nadie nos llame por supuesto. Damos opinión sobre lo divino y lo profano. Con lo cual generamos tensiones y conflictos a nuestro alrededor, que poco a poco nos pasa factura. Nos convertimos en sujetos tóxicos. Estamos en una permanente competencia. Por lo cual, la visión de conjunto de nuestra vida, es decir, de nuestra organización funcional. Esto nos lleva a una permanente divergencia, y una multiplicidad de objetivos, que por lo general, son antagónicos.  Producimos por ensalmo tensiones y conflictos con nosotros mismos y con los demás. Somos cuestionadores vacuos y sin sentidos. Después apelamos a que somos unos incomprendidos y terminamos en que nadie nos trate. Nos lo ganamos.

El quinto aspecto a considerar es la CONFUSIÓN EN CUANTO A LOS OBJETIVOS. Cuando estos nos pasa hemos perdido la brújula y con ella el rumbo. No sabemos qué es lo que queremos. Al poseer una brújula defectuosa vamos sin sentido, nuestro pensar-hacer es errabundo. Uno cosa o la otra nos es igual, ya que no están ni definidos ni determinados nuestros objetivos. Todo es igual al mismo tiempo. No sabemos exactamente qué hacer, la vida se nos vuelva algo gris. No sabemos a dónde dirigirnos, estamos como Alicia en la encrucijada. Queremos ir a algún lugar pero cualesquiera nos dan igual. Sin objetivos, las metas se vuelven difusas, borrosas, inmateriales. Caemos en la molicie. Somos parte del problema. Queremos hacer todo y nada. Somos una paradoja.       

Para superar la anterior falla funcional debemos plantearnos OBJETIVOS CORPORATIVOS. Es decir, debemos plantearnos objetivos que contribuyan al éxito de nuestra empresa, de nuestro emprendimiento, de nuestro pensar-hacer. A eso que nos hemos propuesto hacer en la vida y que responde a las destrezas de nuestra inteligencia múltiple. La administración de de nuestros objetivos no es un fin en sí mismo, es una manera de apoyar las metas que nos hemos planteado. Asimismo, debemos proponernos OBJETIVOS FUNCIONALES. Que contribuyan a mantener nuestros recursos, en todos los sentidos, a un nivel apropiado a las necesidades de nuestra organización funcional. Debemos hacer una administración personal que se adecua a nuestras necesidades produciendo las mayores ganancias de los recursos que poseemos.

Asimismo, debemos plantearnos OBJETIVOS SOCIALES. Esto quiere decir que debemos responder a los desafíos sociales a partir de una ética coherente. Con ello reduciremos las tensiones y las demandas inadecuadas a nuestros fines que la sociedad ejerce sobre nuestro pensar-hacer; si no hacemos frente a tales tensiones terminamos por disminuir y fulminar nuestra organización funcional. Ya que tales demandas que no son adecuadas a nuestras metas van ganando terreno en nuestro hacer, y terminamos por enajenarnos en ellas. Terminamos siendo otro. Nuestra personalidad se fortalece en la medida que nos planteamos objetivos sociales, es decir, objetivos éticos.   

Los anteriores objetivos desembocan en la propuesta de OBJETIVOS PERSONALES. Necesitamos tener presente que cada uno nosotros es integrante absoluto de la organización funcional que nos hemos planteado. Por lo cual, aspiramos a lograr metas personales legítimas. Reconocemos, entonces, que una de nuestras funciones es apoyar las aspiraciones que nos constituyen, que nos hemos propuesto, las cuales configuran nuestro hacer. Los objetivos personales nos hacen ver como sujetos de acción. Como sujetos de nuestra propia autonomía.

Tales objetivos nos llevan pensar en función de una justicia organizacional, que tiene efectos más allá de las actitudes, del compromiso y del esfuerzo). Se trata que apreciemos nuestra sustantividad y los efectos que ésta tiene en nuestros logros. Esto nos lleva a tratarnos con equidad y plantearnos, por una parte, una JUSTICIA DISTRIBUTIVA, esto es, a darnos los incentivos necesarios para seguir adelante. Por otra parte, proponernos una JUSTICIA PROCEDIMENTAL, es decir, determinar los procedimientos por medio de los cuales adoptamos las decisiones para distribuir nuestros incentivos.

Podemos plantearnos nuestra organización funcional desde tres enfoques. El primero, el ENFOQUE FUNCIONAL, éste lo orientamos a integrar la razón de nuestro ser; la búsqueda de relaciones equitativas, flexibles e integradas para aumentar nuestra productividad, mejorar nuestra eficacia, para asegurar los compromisos en el cumplimiento de nuestros objetivos. El segundo, el ENFOQUE ORGANIZATIVO. Con éste buscamos dar la calidad a lo que estamos haciendo; intentamos conciliar nuestras necesidades con los objetivos planteados. Usamos instrumentos, herramientas y programas para el desarrollo y cumplimiento de nuestro hacer exitoso. Por último, el ENFOQUE ESTRATÉGICO. Lo concebimos como una función de asesoramiento de las estrategias necesarias, para fomentar una organización de aprendizaje capaz de cumplir exitosamente las metas propuestas.


Síguenos en:
Facebook: consultoría y asesoría filosófica Obed Delfín
Twitter: @obeddelfin
Youtube: Obed Delfín

No hay comentarios:

Publicar un comentario