martes, 25 de junio de 2013

PSEUDO LONGINO: DECADENCIA DE LO SUBLIME

Entre los diversos vicios que afectan la retórica y contribuyen a la decadencia de los sublime está, en primer término, la grandilocuencia inadecuada, que es el abultamiento y la hinchazón inoportuna del discurso; ésta convierte al discurso en ampuloso, recargado y pomposo pero nunca en sublime[1].

            La futilidad es otro de las corrupciones que rebajan la grandeza de lo sublime, pues lo fútil hace al discurso poético poco importante e insignificante. Lo pueril es opuesto a lo sublime, ya que lo pueril es bajo, mezquino y es el vicio retórico más innoble[2].

            El dramatismo vacuo y sin sentido ofrece un patetismo inoportuno y vacío. Puesto que el mismo es superfluo, innecesario o desmesurado donde el dramatismo ha de ser moderado[3]. Tal vicio se da porque el orador desconoce el momento justo para dirigirse correctamente al espectador; el discurso se convierte en algo inoportuno.

            El uso de frases que están excesivamente unidas, cortadas en sílabas breves y pequeñas hace que el discurso carezca de grandeza. La expresión que es excesivamente rítmica no es sublime; pues la grandeza del discurso queda truncada cuando ésta es demasiada abreviada[4].

            La causa de tales vicios se debe al afán de originalidad de los poetas. Éstos tras la búsqueda afanosa y trivial de nuevos pensamientos cometen todas las corrupciones posibles, que degradan lo sublime y hacen que éste carezca de grandeza. El poeta al querer innovar indiscriminadamente revela el agotamiento de los modelos clásicos y la decadencia del espíritu creador. Además, manifiestan en el poeta la pequeñez de espíritu, escasa imaginación y ausencia de talento.

La decadencia moral en la cual vive pseudo Longino época del Emperador Calígula no es ámbito apto ni para las acciones ni para los sentimientos sublimes. En este sentido, el tratado está afectado “por una incertidumbre, como si su tema, lo sublime, lo indeterminado, desestabilizara su proyecto didáctico”[5].

            Donde reina la esclavitud no existe el sentimiento de lo sublime, porque el espíritu está constreñido a lo inferior y en él no existe la grandeza. En este contexto, el poeta al no ser libre carece de grandeza espiritual y es incapaz de aspirar a lo sublime. Donde reina la esclavitud no existe el sentimiento sublime porque el espíritu está constreñido a lo inferior y en él no existe la grandeza. La nobleza moral y la libertad de espíritu son condiciones esenciales para la concreción de lo sublime.

El verdadero poeta aspira a lo sublime porque es libre. Quien es esclavo tiene el alma disminuida. La esclavitud es cárcel del espíritu y ausencia de grandeza. Lo servil carece de la expresión sublime, por ser prisionero de lo mezquino; “la mitad de nuestro valor desaparece el día de la esclavitud”[6].

Ni en la esclavitud ni en la decadencia moral hay grandes pensamientos. En la esclavitud la belleza es vacía y lo sublime no tiene cabida. El afán de riquezas, el deseo de placeres bajos y el amor desmedido por el dinero hacen al hombre esclavo, éstos engendran en el alma: la vanidad, la soberbia y el libertinaje; hijos bastardos del alma pervertida[7].

Aun cuando en este periodo la técnica alcanza su máxima perfección, el espíritu permanece yermo; ya que la perfección técnica no garantiza la libertad del espíritu.

«Parece que hemos aprendido desde la infancia a vivir en una esclavitud legal, casi envueltos en pañales desde nuestro aún tiernos pensamientos en las mismas costumbres y ocupaciones, y no hemos degustado la más bella y fecunda fuente de la literatura, a la libertad», dijo, «me estoy refiriendo, por lo que nosotros no seremos otra cosa que sublimes aduladores»[8].

En quien permanece en la esclavitud y en la decadencia moral no hay grandes pensamientos, ni virtud por estar entregado a las bajas pasiones. Lo sublime no tiene cabida en la esclavitud. Puesto que el afán de riquezas, el deseo de placeres bajos y el amor por desmesurado por el dinero hacen al hombre esclavo, lo deshonran hasta lo más innoble y engendran en el alma la vanidad, la soberbia, el libertinaje que son hijos bastardos del alma pervertida[9]

Quien se entrega a la vanidad no aspira a pensamientos sublimes, pues envilece y degrada el alma. La búsqueda de la vida moral, de las pasiones elevadas cae en el olvido y lo noble perece. El goce inmediato y perecedero reina. El hombre vive en la indiferencia y el único propósito es alcanzar alabanzas y placeres, “pero nunca por alguna utilidad digna de emulación y de honor”[10].

Para pseudo Longino, lo sublime es la valoración de aquello que en la naturaleza transgrede y supera el campo ordenado y concluido del arte clásico, esto implica una crisis en la estructura y en el sentido cultural de aquel arte[11]

 Ante la decadencia moral y la esclavitud de espíritu es necesario el pensamiento elevado que aspira a la libertad. El tratado Sobre lo sublime está dirigido contra la miseria de la retórica y la perfección literaria carente de espíritu. Es una acusación contra el arte esclavo que se complace en renunciar a la libertad.




[1] Cfr. Pseudo Longino. Sobre lo sublime 3, 1. Madrid, Editorial Gredos, 1979,  p. 151.
[2] Cfr. Pseudo Longino. Sobre lo sublime 3, 4. Madrid, Editorial Gredos, 1979,  pp. 152-153.
[3] Cfr. Pseudo Longino. Sobre lo sublime 3, 5. Madrid, Editorial Gredos, 1979,  p. 153.
[4] Cfr. Pseudo Longino. Sobre lo sublime 41, 3. Madrid, Editorial Gredos, 1979,  pp. 210-211.
[5] J. F. Lyotard. Lo inhumano (charlas sobre el tiempo), Buenos Aires, Editorial Manantial, 1998, p. 98.
[6] Pseudo Longino. Sobre lo sublime 44, 4. Madrid, Editorial Gredos, 1979,   p. 214. Pseudo Longino cita a Homero.
[7] Cfr. Pseudo Longino. Sobre lo sublime 44, 6. Madrid, Editorial Gredos, 1979,   p.215.
[8] Pseudo Longino. Sobre lo sublime 44, 3. Madrid, Editorial Gredos, 1979,   p. 214.
[9] Cfr. Pseudo Longino. Sobre lo sublime 44, 6. Madrid, Editorial Gredos, 1979,   p. 215.
[10] Pseudo Longino. Sobre lo sublime 44, 11. Madrid, Editorial Gredos, 1979,   p. 216.
[11] Cfr. Antonio Banfi. Filosofía del arte, La Habana, Ediciones ICAIC, 1967, pp. 143-144.

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