Siempre estoy en
mí, aunque esté mirando a lo lejos mientras tus manos cosen desenfrenadamente y
corten la tela con cierta compasión. No importa si tu mirada no está. Solo veo
tus manos que acarician el velo del presente sin saber que hay un futuro.
Te miro y ya no
quiero mirar hacia otro lado.
Me pierdo entre
el nudo de un hilo que no sabe que es hilo. Que piensa que es una canción. Oigo
tu voz a lo lejos. Y solo puedo oírte y solo quiero oírte. No digas nada que ya
no estoy.
En estos cuerpos
no hay fantasmas ni recuerdo, solo sudor. Y aunque te lleve enredada por las
hilachas sin pegamento, sigo intentando no amarte. Llevame a la noche en que
nos conocimos, a esa extraña tristeza que sentimos.
Andá no te quedés
así nomás. Como no sabiendo que me querés. Lo que nos queda en los bolsillos es
esa pelusa de la fresca noche. Donde no hay vientos, donde no hay nubes, donde no
hay nada.
Y ahora que miro
el texto, veo que es una declaración de amor. Una declaración que nunca te he
hecho, porque no tengo nada que ofrecerte. Pues me he quedado sin alma y sin
ésta qué se puede ofrecer. Décime vos.
Te he mirado al
derecho y al revés. Me he zambullido en tu alma y yo sin ella. Es un raro
sentirse, es como perder el universo. Es saberse que no hay nada. La profunda
orfandad. Un algo sin explicación, porque solo es un sentir. No me vengás a decir
nada de esas cosas emotivistas. Mejor hacé silencio porque así quiero mirarte y
recordarte.
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