lunes, 26 de octubre de 2020

INFLUIRNOS MUTUAMENTE

 

Muchas veces decimos que no nos importa lo que los demás piensen y digan de nosotros. Incluso lo decimos con frecuencia y en voz alta para jactarnos de nuestra independencia, y hasta nos atrevemos de hacer cualquier cosa con tal de demostrar, a todo el mundo, que esto es así.

Sin embargo, el supuesto de que no nos importa lo que los demás opinan de nosotros es una actitud, que confirma que sí nos importa lo que dichas personas opinan de nosotros. Que no es tan verdad eso que nos trae sin cuidado. Pues, esos que pregonan que desprecian las normas sociales, terminan formando parte de algún grupo que los reconozca. Somos sujetos sociales, en fin.  

Lo primero que hacemos cuando no queremos conformarnos con las convenciones sociales que nos rodean es buscarnos otra identidad grupal, a la cual nos ajustamos placenteramente. Esto porque se da porque seguimos ciertos códigos comunes, por ejemplo, en el vestir. Y aunque no tengamos respeto por las convenciones y normas sociales, sí queremos la aceptación de quienes consideramos iguales.

No podemos resistirnos al impulso de formar parte de algún grupo. Esto parece estar arraigado en nuestro cerebro. Que nos aíslen socialmente, por rechazo o por lo que sea, lo consideramos un abuso psicológico y social. Esto muestra que el contacto humano tiene mucho de necesidad y de deseo.

La verdad es que gran parte de nuestra personalidad está dedicada a formar interacciones con otras personas, pues dependemos de los demás hasta extremos que no reconocemos.

Lo innato y lo adquirido tienen impacto en las cosas que hacemos y en lo que somos. A través de la información recibida y de la experiencia adquirida nos conformamos como seres sociales. Lo que las personas nos dicen, cómo se comportan o qué hacen y piensan, sugieren, crean, creen tienen repercusión directa en nuestro proceso de formación e intercambio humano.

Mucho de nuestro yo, de nuestro ser, por ejemplo: nuestra estima, nuestro ego, nuestras motivaciones, nuestras aspiraciones; se derivan de lo que piensan otros individuos y de cómo se portan con nosotros. Como dice Ortega y Gasset, nuestro yo es lo último que aprehendemos.

Si tenemos en cuenta lo que influyen otras personas en el desarrollo de nuestro ser personal y social, podemos señalar somos controlados por las normas y convenciones sociales y humanas. Esto quiere decir que los humanos inter-controlamos nuestro propio desarrollo. Desde siempre esto ha sucedido, es tan común que nos desarrollamos entre nosotros mismos. Esto, por otra parte, implica que los humanos por separado somos poca cosa. Por eso tenemos tan extendida nuestra interacción colectiva.

Entonces, cómo pretender que no nos importa lo que digan y piensen de nosotros. Puede ser que no nos importe lo que diga y piense el vecino con el cual no tenemos trato, o lo que diga y piense el vender de la esquina. Eso puede no importarnos y es cierto. Pero sí nos importa lo que digan las personas del grupo al cual pertenecemos o queremos pertenecer.

Ahora bien, el enredo mental que nos hagamos por lo que los demás piensen y digan de nosotros es nuestro problema. Es nuestro asunto personal. Ese enredo mental que viene porque sí nos importa lo que ciertas personas en particular piensen y digan de nosotros corresponde a nuestra forma de ser y de ver el mundo. Recodando a Epicteto podemos decir que por nuestra forma de pensar y ser: “te lamentarás, te confundirás, y terminarás culpando a los dioses y a los hombres de tu desgracia”.   

La realidad es que estamos interrelacionados unos con otros. Nos influimos mutuamente, e incluso a veces nos influyen personas que ni siquiera saben quiénes somos, o nosotros influimos en otras personas sin saberlo. Esa es la dinámica existente.

Unas personas nos importan y por eso nos importa lo que éstas piensen de nosotros. Otras no. En esto no hay ningún misterio, ni es ningún descubrimiento sensacional. Ahora si toda opinión directa o indirecta de cualquier persona empieza a alterarnos debemos estar atentos a esta situación, por qué algo nos pasa, algo está afectando nuestra opinión de nosotros mismos y nuestra estima.

Nuestra opinión no puede doblegarse sumisamente a la opinión o al decir de otro cualquiera. Hay cosas que nos importan y cosas que no, esta es la realidad. Lo mismo nos pasa con las personas. Unas nos importan y otras no. De las que nos importan nos interesan sus opiniones y lo que digan, de los demás no.

Nuestro yo en gran medida es un yo social, con ciertas particularidades que definen lo que somos. Ver una parte del conjunto de nuestras complejas relaciones es ser un poco simplista. Porque asimismo hay otras personas que sin saberlo nosotros están imaginando qué pensamos y qué decimos nosotros de ellas.

Por eso las relaciones humanas son complejas. Debemos recordar que nos influimos mutuamente, que estamos interrelacionados más de lo que pensamos e imaginamos. Por eso nos desarrollamos en nuestras interacciones diarias. Somos sujetos mezclados unos con otros, pero asimismo somos individualidades. Y esta individualidad es importante cultivarla, preservarla y cuidarla.    

Obed Delfín Consultoría y Asesoría Filosófica

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