lunes, 31 de agosto de 2020

ESTADO DE MALESTAR


La sensación, esa forma de expresar el modo en que nos sentimos, es de malestar. En ésta está comprometida la percepción de nuestro estado psicofísico actual, sin hacer referencia a cuestiones específicas, como problemas personales o preocupaciones particulares, simplemente respondemos a las resultantes de una revisión inmediata, automática y casi inconsciente de nuestro estado general.

Tal sensación se produce porque estamos saturados del hartazgo político exagerado y sin límite. La calidad y cantidad de la política ingerida han hecho que nuestros procesos de percepción sea una ingesta aborrecible. Ante esto buscamos diversos haceres para corregir y sobrellevar lo mejor posible esta indigestión social. No obstante, el malestar está ahí.

La sobrecarga de mala política hace que nos sintamos emocional y físicamente mal. El cuerpo y la mente nos pasan factura. La sensación de malestar es permanente, es una valencia negativa. Se trata de una mala sensación que mantenemos día a día y  nunca nos abandona.

Los días han dejado de ser tranquilos y relajados pues no percibimos el fin de esta situación. La cual es percibida por nuestro cuerpo y termina por afectar en muchas personas el sistema nervioso. Todas las circunstancias son vivenciadas y sentidas como una sensación negativa, nos sentimos en un constante desasosiego. En esta situación, nuestro cuerpo capitaliza el malestar y alcanza el mayor desequilibrio posible, lo que se traduce en desazón y en una pérdida de energía. Pues, vivimos en un estado de displacer.

Cuando hablamos de sensación no hacemos referencia ni a pensamientos ni a razonamientos, simplemente nos referimos a ese sentir, a esa molestia que nos acompaña. En este sentirnos deficientemente, el cuerpo simplemente lo percibe y así padecemos las consecuencias somáticas.

Tal sensación se ha convertido en una emoción de fondo, que equivale a vivir con ese lienzo de base en el cual imprimimos una gama de tonos de grises y profundos negros. Tales tonos son las emociones y sentimientos que configuran nuestras vivencias, las cuales estamos construyendo sobre esa base de malestar; estamos imprimiendo sobre nuestro lienzo de vida una patina de oscuridad emocional.

Ese mar de fondo que son nuestras sensaciones es una parte importante en cómo está afectando nuestra personalidad individual y social. La imaginación se ha reducido a una permanente valencia negativa, de la cual aparentemente no hay salida. Nos imaginamos escenarios cada vez más penosos frente a un futuro incierto. No hay días buenos, todo se percibe como un cataclismo viviendo bajo un cielo brumoso y de tormenta. La preocupación y la incertidumbre son las cadencias del diario vivir. La forma serena y calma desapareció.

El crepitar de la mala política rompe la tranquilidad e invade nuestro hacer. No hay cabida para la relajación, vivir es una condición de constante perturbación. El cuerpo y la mente están escindidos. Es la sensación de que el cuerpo y la mente están en desequilibrio derrochando energía al permanecer en un constante estado de alteración.

Debemos recordar que sobre el telón de fondo de nuestras sensaciones se construyen nuestras emociones y sentimientos. Por eso es importante que en esta situación tratemos de experimentar emociones y sentimientos con valencia positiva, para poder equilibrar los factores negativos del malestar social que la política nos impone permanentemente.

Es necesario tener presente que nuestras emociones son consecuencia de nuestras necesidades y conveniencias, están ahí porque las necesitamos para el diario vivir. De tal suerte, las emociones resultan ser adaptaciones en un aprendizaje cultural y social, por lo que las podemos cultivar para contraponerlas al estado de malestar.

Las emociones nos resultan útiles y necesarias para vivir, porque son vivencias que nos permiten sortear el estado de desasosiego al cual nos ha inducido la ingesta política. La práctica de emociones y sentimientos adecuados nos permite equilibrar la balanza en este estado de malestar al que nos han promovido. Las mismas no sirven de contrapeso a la sensación de incomodidad y malestar en que nos han puesto con esta indigestión política.

Es necesario pulir nuestros sentimientos y emociones para poder sortear lo más sanamente posible esta situación. Pues sabemos que el predominio de sensaciones negativas en el tiempo ejerce una influencia enfermiza en nuestro cuerpo y nuestra mente. El sufrimiento emocional es un sufrimiento corporal que repercute en la esfera neurológica e inmunológica.

Del mismo modo que las sensaciones negativas sostenidas en el tiempo nos producen enfermedades, también es posible relacionar las sensaciones positivas con las vivencias de placer y la repercusión beneficiosa de éstas en el ámbito de nuestra salud. Nuestro propósito debe ser, a como dé lugar, mantener una relación de buen humor y afecto cariñoso para preservar nuestro estado de salud. Debemos cultivar la vivencia placentera, la alegría expresada a través de la risa para experimentar el bienestar, disminuir el estrés y mejorar las defensas inmunológicas de nuestro organismo. Esa fue la intención de la película “La vita è bella” de Roberto Benigni.

Obed Delfín Consultoría y Asesoría Filosófica

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