sábado, 13 de abril de 2019

SEAMOS NUESTRO PROPIO CENTRO DE ATENCIÓN: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA


El único riesgo que corremos al hacernos cargos de nosotros mismos es el de prosperar. Prosperar como personas en cuanto al conocimiento, en cuanto a lo financiero, lo espiritual y la salud. Ese es el riesgo, y más que un riesgo es una inversión con grandes intereses a la corto y largo plazo. Somos nuestra propia inversión, esto debemos tenerlo bien claro.

Para hacer lo anterior, nosotros debemos ser nuestro mayor centro de atención. Porque si estamos distraídos de nosotros mismos nos perdemos de saber que somos y quienes somos. Yo, en primera persona, debo ser el centro mi centro de atención. Muchos pueden decir eso es egoísmo enfermizo. Pues, no. Por el contrario, descuidarnos a nosotros si puede ser una actitud enfermiza o evitativa para con nosotros mismos. Debemos estar atentos a esto, pues nos puede causar mucho daño olvidarnos y no atendernos a nosotros mismos.

De lo que hablo es de lo que los antiguos griegos llamaban «el cuidado de nosotros mismos». Y no es ninguna actitud enfermiza, sino una actitud responsable para conmigo o para con nosotros. Debemos ser, pues, como los gatos el centro de nuestra propia atención. Querernos mucho. Incluso debemos desafiarnos a querernos, a estar atentos de los cuidados que necesitamos. Esto es el cuido saludable del yo que somos cada uno.

No podemos librarnos de nuestra presencia, porque nos tenemos y eso es por muchos años. De ahí que empezar a querernos sea algo que va a durar un buen rato. Incluso los más reticentes con respecto a su yo debiesen pensarlo, porque no van a poder huir de sí mismo. Estamos con nosotros mismos todo el tiempo, entonces por qué no dedicar un buen rato a acicalarnos, a mimarnos.   

En tanto somos, seamos el soberano de nuestra casa. Pero para esto debemos ser, repito, el centro de atención. No el centro de atención de otros, eso es narcisismo. No, debemos ser el centro de nuestro propio yo. Tomarnos en cuenta, atender nuestras necesidades afectivas, materiales, intelectuales… Muchas veces, sin darnos vivimos descuidados y desatentos de nosotros. Atendemos a los demás y nos tratamos de manera abandonada. 

¿Qué hacer para conseguirlo? Otra pregunta, nos hemos preguntado acaso ¿Qué somos? ¿Nos conocemos realmente? O solo cargamos cada día con nosotros, sin jamás detenernos a mirarnos ni aunque de reojo. Para eso no debemos estar frente a un espejo, sino frente o en nuestra reflexión sobre nuestro pensar-hacer-sentir. Sabemos, acaso, ¿qué es esta biografía que hemos conformado a lo largo de nuestra vida? ¿Hemos pensado que somos una construcción de nosotros mismos?

Tenemos que acercarnos a nosotros mismos de manera afectuosa y amable ofreciéndonos la oportunidad de acariciarnos; dedicándonos mucho cariño y atención. En esta vida que es la nuestra tenemos que mirarnos de una vez por todas de frente y concedernos toda nuestra atención, como a alguien que vemos por primera vez.

Acercarnos afablemente a ese espacio de existencia que por años hemos conformado y acariciarnos verdaderamente para atraer más nuestra propia atención sobre nosotros. Esto es un tendernos la mano para alcanzar algo intangible: un poco de tranquilidad y de serenidad. Un sabernos.

Eso es un mirarnos. Un dejar hacernos, un permitir sosegarnos; y de allí un sonreírnos cuando por primera vez nos acariciamos. Nos queremos y somos el centro de nuestra propia atención. ¿Qué hemos hecho para ser el centro de atención?

Nos hemos ofrecido algo. Nos hemos ofrecido nuestro yo, con el simple hecho de presentarnos ante nosotros como un regalo tranquilizador, accesible y que podemos tocar. Nos hemos ofrecido a nosotros mismos como nuestro propio regalo. Y nos hemos olvidado por un momento de lo que nos rodea. Hemos dejado de escuchar a los demás y nos escuchamos a nosotros por primera vez.

¿Por qué? Por la atención que nos hemos dedicado, por el caudal de vida y reflexión que acabamos de poner al alcance de nosotros; porque nos hemos tomado de la mano y en ese momento nos hemos sentido más valiosos que cualquier otra cosa. El mundo, en ese momento, nos resulta algo disparatado.

Para atraer la atención de nosotros mismos debemos ser un manantial, un centro de gravedad. De esta manera, podremos ofrecer algo a los demás. Y empieza por conocernos y cuidar de nosotros mismos.

Referencias:
Twitter: @obeddelfin






No hay comentarios:

Publicar un comentario