martes, 5 de diciembre de 2017

LAS VERSIONES DE UNO MISMO: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

La primera versión de uno mismo, por lo general, es algo más corta, pues ésta se compone de una infancia borrosa que no le pertenece a uno. Por el contrario la presente obra, me refiero a la vida consciente, es algo más que una simple reimpresión e incluso que una edición corregida y aumentada de aquella infancia inédita, aunque permanecen de ésta elementos básicos que nos definen.

Somos en nuestra vida una especie de reescritos; de capítulos casi enteros y en ocasiones considerablemente ampliados. Hay partes en que los retoques, los cortes y las transposiciones no han respetado casi ninguna línea de la versión anterior. En otras, por el contrario, hay largos pasajes de la versión anterior que permanecen iguales.

Nuestra historia, tal como hoy se muestra, es una reconstrucción de los años pasados y la posibilidad de los años futuros. Sin embargo, somos una reconstrucción donde lo nuevo y lo anterior se imbrican hasta tal punto que casi es imposible discernir donde empieza el uno y acaba el otro.

Ni los personajes, ni los nombres, ni los caracteres, ni nuestras relaciones recíprocas y el escenario en que nos situamos son los mismos. Los temas principales y secundarios de nuestra vida, su estructura, el punto de partida de los diversos episodios y nuestros epílogos, en algunos casos, no han variado en lo más mínimo; en otros presentan un rostro nuevo.

Nuestra vida tiene por centro el relato entre lo histórico y lo simbólico que es nuestro atentado por vivir. En este relato se entremezclan cierto número de figuras tragicómicas, más o menos relacionadas con el drama de existir o, algunas veces, totalmente ajenas a él. Aunque afectadas casi todas, conscientes o no, por los conflictos de la época que nos toca vivir, tales figuras se agrupan en torno a nuestros episodios centrales.

Nuestra intención en la vida consiste en elegir a unos personajes que, a primera vista, parecen escaparse de una comedia o de una tragedia, con el único propósito de insistir sobre lo que cada uno de nosotros posee de más específico, de más irreductiblemente, para luego, adivinar cuál es nuestro quid divinum más esencial. Que se encuentra, también, en nuestra primera versión no oficial.

Nuestro deslizamiento hacia el mito o la alegoría es más o menos semejante y tiende igualmente a confundir en un todo lo que somos, lo que nos pertenece, lo que pensamos y hacemos; en éstos se ata y desata nuestra aventura humana.

Nuestra elección de un medio voluntariamente estereotipado, por ejemplo, el del personaje de moda que pasa de mano en mano para unir entre sí nuestros episodios, ya emparentados por la reaparición de los mismos personajes y de los mismos temas; o por la introducción de temas complementarios, ya se encuentra en nuestra primera versión. Acá predomina el símbolo de contacto entre unos seres sumidos, cada cual a su manera, en sus propias pasiones y en su intrínseca soledad.

Al reescribir nuestra vida acabamos diciendo, en términos a veces muy diferentes, casi exactamente lo mismo. ¿Por qué obligarnos a una reconstrucción tan considerable? La respuesta es bien sencilla. Al releernos, algunos pasajes de nuestra vida nos parecen deliberadamente elípticos, vagos, sosos, aburridos, con demasiados adornos en algunas ocasiones y demasiado blandengues en otras, o bien simplemente fuera de lugar. Las modificaciones que hacemos de nuestra una obra tienen la finalidad de lograr una presentación más completa y más particularizada de ciertos episodios; de un desarrollo más profundo, de la simplificación o del ahondamiento y enriquecimiento en otros.

Intentamos acrecentar, en más de un pasaje, la parte de realismo o de poesía, lo que finalmente es o debería. El paso de un plano a otro, las transiciones bruscas del drama a la comedia o a la sátira frecuentes en nuestra vida. Empleamos la narración directa o indirecta, el diálogo dramático y el monólogo interior, destinado a mostrarnos un cerebro especular que refleja pasivamente el flujo de nuestras imágenes e impresiones, por el que desfilan los elementos básicos de nuestra persona y la simple alternancia del sí y del no.

Podemos multiplicar nuestros ejemplos para interesar a los que leen nuestra historia. Nos permitimos atacar de falsedad de escribir una obra nueva como una empresa inútil, donde el impulso y el apasionamiento se hallan ausentes. Por el contrario, es un privilegio y una experiencia el ver esa sustancia que nos conforma, desde hace tanto tiempo inmóvil, hacerse dúctil, revivir aquella aventura por nosotros imaginada en circunstancias que ni siquiera nos acordamos ya.

Al encontrarnos en presencia de nuestros hechos novelescos como ante unas situaciones vividas, podemos explorarnos hondamente, interpretarnos mejor o explicar con más detalle nuestro pensar-hacer; pero que no es posible cambiar. La posibilidad de aportar a nuestra expresión de ideas o emociones el beneficio de una mayor experiencia humana y más profunda, me parece es una oportunidad demasiado valiosa que debemos aceptar con placer y prosperidad.

Referencias:
Facebook: consultoría y asesoría filosófica Obed Delfín
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