sábado, 1 de septiembre de 2018

LA GRAN OLLA DEL TESORO AL FINAL DEL ARCOÍRIS: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

Cuando el niño, en su niñez, le decía a la abuela que si estaban tan pobres porque no iban hasta final del arcoíris y sacaban algunas monedas del cofre para comprar lo que necesitaban. Proponía, en su inocencia de estar en el mundo, la solución honesta a la preocupación material de un adulto en su menesterosidad.

Era esa la solución adecuada ante la preocupación de la abuela y habiéndole contado ésta la leyenda al niño la solución era lógica: lo que había que hacer era caminar por ese camino de colores y al llegar final encontrarían la gran olla; entonces se meterían unas cuantas monedas en los bolsillos e irían luego a la bodega de la esquina a comprar lo que necesitaran para el día a día.

Lo que el niño no sabía, en ese entonces, es que aquel relato era una leyenda muy colorida y bella. Mientras que la vida, por su parte, es un conjunto de grises donde no nos espera ninguna olla de la abundancia, de la cual sacar el tesoro que deseamos. 

La leyenda como toda leyenda nos hace soñar y es aleccionadora. Y, tal vez, debe contener alguna parábola. Luego el niño aprendería, que en la vida, no hay que seguir el camino del arcoíris, sino que éste hay que construirlo cada día. Pues no conseguimos el arcoíris como ese que vemos en el cielo, sino que es necesario edificarlo con nuestras acciones.

Debemos pensar-hacer nuestro arcoíris para ir llenando nuestra gran olla de tesoros, los cuales no siempre son de oro. Tal fenómeno post-lluvia siempre nos maravilla y embelesa, porque guarda en sí nuestras esperanzas como seres que habitamos esta tierra.

En los momentos de dificultades económicas, social e individual, siempre nos angustia nuestra miseria. Tal preocupación nos arrincona. Nos hace miopes y nos hace perder la brújula, que si ésta ya no apuntaba correctamente ahora es más errática aún. Entramos de lleno en una existencia desgraciada y en ésta permanecemos.

Nos imaginamos que todo nuestros problemas los vamos a resolver si tenemos dinero, algo así que si nos encontramos ante la gran olla del tesoro. Sin embargo, no queremos hacer el camino del arcoíris; sino que la gran olla, de una buena vez, se aparezca delante de nosotros para llenarnos los bolsillos a granel.

¿Cuál será el problema? El no tener dinero o el problema seremos nosotros; tanto como sujeto social así como sujeto individual. Todos queremos dinero, pero no sabemos cómo tenerlo. Andamos dando «palos de ciego» dice el dicho popular. Perdidos en el laberinto. En una existencia donde la nada es más que el ser.

 En nuestra pobreza andamos desolados. No es que la pobreza nos impida pensar en cómo hacer dinero, es que nunca hemos sabido hacerlo. ¿Por qué no sabemos hacerlo? Además, ¿qué llamamos hacer dinero? Las respuestas si las hay son oscuras y más confusas todavía.

La pseudo-ilusión de la prosperidad que no se tiene nos lleva al desatino mental, que es la proyección de nuestra decadencia como sujeto. Pues aspiramos a una riqueza que no buscamos construir, sino que queremos que se nos aparezca como por arte de sortilegio.

Nuestra confusión mental se traduce en una existencia inauténtica, la cual arrastramos cada día quejándonos miserablemente. Pero sin hacer nada por construir nuestra existencia. Vivimos, si es que vivimos, la espera de una riqueza que creemos nos merecemos.

Entre la inocencia del niño, que recomendaba a la abuela caminar hasta el final del arcoíris, y nuestras ansias de miseria humana hay un trecho muy largo, es más bien un abismo insalvable.

No pretendo negar la necesidad del dinero, porque éste es muy necesario. Pero vivir una vida enfermiza anhelándolo el mismo para luego derrocharlo; que es, por lo general, lo que hacen las plañideras de la menesterosidad. Ya que, no tienen ni un fin ni una meta productiva para ese dinero que anhelan que se merecen.

Confundir la necesidad monetaria con una vida inauténtica, es un problema existencial o tal vez in-existencial. Una vida de la nada. Una vida que no avanza, que no es productiva, ni sabe ni le interesa apreciar lo productiva que ésta puede llegar a construirse.

Referencias:
Twitter: @obeddelfin

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