sábado, 5 de agosto de 2017

LA SOCIEDAD DE LA SATURACIÓN Y DEL HASTÍO: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

La sociedad de la sobreabundancia lleva a la saturación, por ejemplo, actualmente hay una canción «despacito» de la cual la gente ya está saturada; lo mismo ocurrió con la canción «vivir la vida». No es que a la gente les dejé de gustar la canción sino que se saturan de oírla a cada hora y en muchos idiomas. Por lo cual se produce el hastío. Que como dice Springsteen, “en el nuevo mundo digital, donde la capacidad de concentración se reduce a tres segundos, donde la fría y dura mano de lo efímero y el anonimato en serie tienen una gran influencia”. Es importante estar atentos a esta condición que nos embarga y no nos damos cuenta.

Esta saturación musical era algo impensable digamos en los años sesenta y setenta. Pues los fanáticos para oír su canción preferida tenían que esperar que la colocaran en la emisora de radio; o algún amigo comprara el disco o un casette de cinta para oírla, con el peligro que el disco se rayara o la cinta se enredara y se dañara. Los medios para oír un tema musical eran pocos, por lo que no había posibilidad que se produjera la saturación ni el hastío. No estoy pensando que debemos volver a esa situación.

Actualmente es diferente, hay muchos medios para oír, «descargar» y reproducir el tema musical que nos gusta, y de este modo llegamos con mucha rapidez a la saturación. La cual se da por exceso, por sobreabundancia. Al darse tal saturación buscamos inmediatamente otra canción que este de moda, para satisfacer nuestra ansía musical. Lo mismo ocurre con nuestra vida en general.

La sociedad de la abundancia es la sociedad de la saturación y el hastío. Nos hastía la vida misma, la aventura, el amor, la falta de hambre, la política, la gente… Vivimos en un estado permanente de hastío. De allí la permanente búsqueda del cambio, de lo novedoso, del deporte extremo… Pasamos de una actividad a otra porque nos fastidiamos de la que estamos haciendo. Vivimos empalagados. Al podría decir: a mi no saturan mis hijos o mi trabajo, y es cierto; pero ¿Y el resto de las cosas?

Todos los días son días de fastidio. Nada nos mueve, añoramos las aventuras; si la conseguimos pronto la abandonamos porque ya no nos satisface. Saltamos de una actividad a otra. Hacemos una cosa, hacemos otra. Cada día se apaga en sí mismo, para que no se repita. Vivimos la máxima del carpiem die, pero de la manera más vacua posible. Porque ni siquiera es una concepción de vida, solo lo hacemos por la saturación.

De allí que pasamos de la euforia a la desesperanza permanentemente. Estamos enredados en un círculo sin fin, sin posibilidad de ver más allá. Por la sencilla razón que nos fastidiamos por la saturación, vivimos inmersos en ésta. Mientras no nos demos cuenta reflexivamente que vivimos en el hastío no podremos salir de él. Solo repetiremos nuestra condición.

Esta permanencia en la saturación asfixia nuestra existencia, la nubla. Es como si nos saturara el oxigeno que respiramos y no pudiésemos vivir en él. Como el hastío es parte de nuestra vida, éste se nos hace natural. Por ello vivimos en él sin darnos cuenta. Es parte inherente a nuestro pensar-hacer. Sin embargo, no algo natural. De allí que podemos pensarlo y cambiarlo.

Al no darnos cuenta de esta condición de saturación permanecemos en ella, y somos reincidentes en la misma. La posibilidad de abordarla está en saber qué es y qué la produce. Saber sus causas, saber el porqué. Entender que nadamos en el mar de saturación el cual nos produce, a la vez, esa intensa molestia. Ese querer pasar de un estado a otro por el solo pasar.  

Tenemos que aprender a manejar la saturación, hacer uso de esta situación. Porque en ella estamos. Nos puede gustar algo mucho, pero si abusamos de ella nos empalagamos con la misma; y comienza nuestra angustia porque ahora comenzamos a rechazarla. De allí que tengamos que aprender a administrar nuestra vida. A saber paladear el día a día, cada situación. A demorarnos, como dice Byung Chul-Han. Tenemos que aprender como esos catadores de vinos, que degustan una porción para saber lo bueno de la totalidad.

Incluso estamos saturados de tiempo. Hemos perdido la noción del Kairos, ese momento justo. Todos andamos estresados por falta de tiempo, pero no es el tiempo lo que nos falta. Es el derroche del mismo. Tiempo extraviado en situaciones en la que no hacemos nada, perdemos el tiempo decimos. Y es cierto. Lo cual contribuye a aumentar esta sensación de saturación.

La saturación y el hastío es algo que podemos manejar. Para ello debemos educar nuestra vida, hacer como el catador de vino que paladea cada porción extrayendo de ella lo mejor, disfrutar de cada porción. El disfrute de las cosas es algo que se aprende, y requiere dedicación. Requiere voluntad de aprendizaje, para así poder llegar a disfrutar esas particularidades.

No aprendemos para huir del hastío y la saturación. No. Aprendemos, para disfrutar de lo que hacemos, de quienes nos rodean, de las situaciones que vivimos, del lugar que habitamos. Aprendemos a vivir placenteramente, a demorarnos en cada cosa que hacemos, en cada idea, en cada conversación, en el oficio que realizamos a diario. No es una apuesta romántica e ingenua. Es una construcción que implica nuestra vida a largo plazo.

Referencias:
Facebook: consultoría y asesoría filosófica Obed Delfín
Youtube: Obed Delfín

Twitter: @obeddelfin

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