Así, pues, el dios (Cronos) se aparece encadenado
para mantenerse siempre idéntico a sí mismo, concediendo a su hijo (Zeus) el
gobierno de este mundo. Porque no va con su carácter el abandonar el dominio
del mundo inteligible para ir en busca de otro más nuevo e inferior, siendo así
que él mismo posee la plenitud de la belleza. Dando de lado a esta
preocupación, fija a su padre (Urano) en sí mismo y se eleva a la vez hasta él;
pero fija también, en otro sentido, lo que tiene un comienzo después de él y a
partir de su hijo; de modo que se mantiene entre ambos, diferenciado de su
padre por su propia mutilación hacia arriba e impedido de dirigirse hacia abajo
por la ligadura que le retiene con su hijo. Esto es, se halla entre su padre,
que le supera, y su hijo, que es inferior a él. Pero como su padre es todavía
mejor que la belleza, él mismo puede ser considerado como la belleza primera
subsistente. También el alma es, indudablemente, bella, pero él posee una
belleza mayor. El alma será como su huella, por la cual resulta bella por
naturaleza; pero aún más bella si dirige su mirada al mundo inteligible. Pues,
para hablar de una manera más clara, el alma del universo, que es la misma Afrodita,
es bella, ¿qué belleza le corresponderá a él? Porque si ella tiene la belleza
de sí misma ¿cuánta no será la de él? Y si la tiene de otro, ¿de quién podrá
tener el alma esta belleza, que es para ella algo extraño, incorporado, sin
embargo, a su naturaleza? Pues para nosotros el ser bellos es encontrarnos en
nosotros mismos, en tanto el ser feos es cambiar a otra naturaleza. Somos
bellos cuando nos conocemos a nosotros mismos; somos, en cambio, vergonzantes
cuando nos desconocemos. Lo bello, pues, allí su asiento y de allí proviene.
Basta, por tanto, con lo dicho para llegar a una clara comprensión del lugar
inteligible. ¿O convendrá volver de nuevo sobre el tema, siguiendo ya otro
camino?[1]
El
mito en cuestión es narrado por Hesíodo en la Teogonía[2],
de allí lo toma, aparentemente, Plotino.
Según
el mito, Cronos instado por Gea, su madre, castra a Urano, que es su padre, y
lanza al mar los genitales del dios, de cuya carne inmortal brota una blanca
espuma, esperma, de la cual nace Afrodita.
Plotino hace uso del mito para simbolizar,
por una parte, las hipóstasis divinas. Urano, dios padre, representa lo Uno.
Cronos, la Inteligencia (Nous). A
Zeus se le concede el gobierno del mundo, que como expusimos corresponde a la
Providencia, quien mantiene la armonía y el orden del cosmos.
El
uso del mito, por parte de Plotino,
contiene varios problemas, a saber:
§ Urano (lo Uno) es un dios castrado, por tanto
incompleto. Lo cual está en contradicción con la completitud y sobreabundancia
de lo Uno. En este sentido, el uso del mito es inaceptable.
§ No obstante, a Plotino lo que le interesa con
respecto a Urano es su condición de dios de los cielos, esto es, de lo
celestial, de lo que está arriba. Por ello, el acto ominoso de la castración
está excluido del optimismo plotiniano.
§ Al ser Afrodita hija de Zeus. Plotino sigue a
Homero y no a Hesíodo. Mezcla la Iliada
y la Teogonía. Para construir la
metáfora del Alma.
§ Cronológicamente el filósofo reforma en su
conjunto el mito, para darle mayor coherencia.
§ Urano, padre de los dioses. Zeus nieto de Urano. No
hay secuencia lógica con respecto a la emanación. Pero es la manera de poder
determinar que Afrodita es el Alma del cosmos. Razón por la cual Cronos es
desplazado de la secuencia del mito.
Afrodita,
por su parte, es el Alma del universo, tercera hipóstasis. “La celeste, que
cuentan que nació de Crono —que es el Intelecto, hijo de aquél—, es un Alma
divinísima que nacida directamente —pura de pura— de la Inteligencia”[3].
Antes ha señalado: “hay dos Afroditas y
decimos que la celeste es descendiente de Urano (Cielo) y que la otra nació de
Zeus y de Dione”[4], según
narra Homero en el canto V de la Iliada.
Afrodita
es tributada como dos diosas diferentes. Por una parte, Afrodita Urania nacida
de la esperma de los genitales de Urano; ésta figura como la diosa celestial
que representa el amor del alma e intelectual. Por otra, Afrodita Pandemos, la
diosa de todo el pueblo, nacida de Zeus y Dione; ésta está asociada con el amor
físico, erótico.
Porque todos sabemos que Afrodita no está sin Eros;
si, pues, Afrodita fuese una, uno sería también Eros; mas, puesto que Afrodita
es dos, tendrá que haber dos eros. Pero, ¿cómo no van dos este par de diosas?:
la una, la antigua y veneranda, no nacida de madre, hija de Cielo, que por esto
la llamamos celestial; la otra, más reciente: la hija de Zeus y de Dione, a la
que denominamos popular. Es, por consiguiente necesario y correcto llamar
popular al Eros que con la segunda colabora[5]
Por
otra parte, a “Zeus no hay que identificarlo con el Alma, una vez que hemos
identificado con ella a Afrodita”[6].
No obstante, Zeus ha de ser identificado con el principio superior, porque éste
es “causa y es, además, el principio regio y el principio rector síguese que
Zeus ha de ser idéntico a la Inteligencia, mientras que Afrodita, que es su
hija, nacida de él y con él, habrá de ser identificada con el Alma”[7].
Plotino desplaza a Cronos como la Inteligencia (Nous) colocando a Zeus como esta hipóstasis. Además, establece que
Afrodita es hija de este dios conservando ésta su lugar como tercera
hipóstasis. En este aspecto, Plotino sigue a Homero y no a Hesíodo.
Con
respecto a Afrodita, que antes ha expresado que hay dos. Señala:
Puesto que el alma es diferente a Dios, pero
proviene de Él; necesariamente lo ama; cuando se encuentra en la región
inteligible lo ama con un amor celestial, más cuando se encuentra aquí lo ama
con amor vulgar. Allá tenemos a la Afrodita de los cielos, en tanto aquí se
halla la Afrodita vulgar que se presta al oficio de cortesana[8]
Tal
modificación del mito responde a que “toda alma es una Afrodita y eso es lo que
viene a decir el nacimiento de Afrodita y el nacimiento de Eros”[9].
Porque el alma es bella y está enamorado de todo lo superior. Así el “Amor,
comenzó a existir necesariamente y por siempre, nacido de la aspiración del
Alma a la superior y al Bien, y así es como existió por siempre desde que el
Alma existe”[10]. Este
es el amor superior. Ya que ésta es cosa mixta. Por cuanto el “Amor es alguien
afín a la materia, y este Amor es un demon nacido del Alma en cuanto
desprovista del Bien, pero deseosa de él”[11].
En
el co-nacimiento de Afrodita-Eros. La Afrodita Urania, figura femenina, emana
de la pura Inteligencia, eternamente unida a él. Eros, amor primordial, nace
con el alma bella, deseo recíproco en el que cada uno ve su propio reflejo en
el otro, para la generación de cosas.
Alma
y amor están entroncados en la metafísica de lo bueno-bello de Plotino, que
como tal se erige como una metafísica de la libertad. Porque sólo lo
bello-bueno puede ser libre.
El alma ama naturalmente a Dios y a Él quiere
unirse, igual que haría una virgen que amase honestamente a su padre honesto;
pero cuando llega a dar a luz seducida por una promesa de matrimonio se entrega
al amor de un ser mortal y queda arrancada violentamente del amor de su padre.
De nuevo, si siente el horror por esta violencia, se purifica de las cosas de
este mundo para volver llena de alegría al regazo de su padre[12]
El
Eros es el impulso vital para la conversión hacia lo bello y la libertad.
Porque sin éste el alma no se movería en pos de nada. De allí la necesidad de
Plotino de determinar al Alma (Psyché) como la divina Afrodita Urania, para
posteriormente hacerla emanar en la Afrodita Pandemos, que da aliento al cosmos
inferior; y junto a Eros dan vida a lo viviente haciéndolo doble, pleno y
menesteroso. Porque también lo viviente será como hijo de Póros y Penía.
Por
esto la belleza es lo que se ama, porque está llena del resplandor de Eros. Y
Eros es la gracia y el resplandor que la ilumina, en ella se ve la belleza de
la forma que hace amarla.
En
medio de esta plenitud y pobreza se despliega la vida de lo viviente, que
anhela la libertad y, en consecuencia, lo bello. Ya que contemplar lo Bello es
contemplar el todo, sin que nada permanezca oculto al alma. Porque lo Bello es:
Diáfano y nada hay oscuro o resistente. Todo lo
contrario, es claro para todos, todo, incluso en su intimidad; es la luz para
la luz. Cada uno tiene todo en sí mismo y lo ve todo en los demás, de manera
que todo está en todas partes, todo es todo, cada uno es también todo y el
resplandor de la luz no conoce límites[13]
Afrodita
por la belleza y el amor alienta al alma libre, y conserva en ella el estado de
sobrecogimiento. El Alma asentada en la razón y el deseo verdadero se hace
diáfana. Su existencia es la claridad. Produce ésta otra alma suficiente que
busca lo perfecto, porque ha sido engendrada esta alma encarda por la razón
amorosa llegada a su plenitud. El Alma es una razón amorosa pura. Eros depende
del Alma como de su principio permaneciendo en sí mismo. Eros, por su parte, es
potencia del Alma.
Lo
bello supremo da luz y vida a Afrodita, porque está presente en todo. De allí
sale la imagen que se muestra a la contemplación. A la belleza amorosa,
creativa-comunicativa de lo Uno. El Alma se muestra por la exigencia del amor.
Entonces el alma, en cuanto recibe en su interior
el arroyuelo que procede de Aquél, experimenta una conmoción, es arrastrada en
el vértigo de la pasión y estimulada por la añoranza; entonces se convierte
enteramente en exigencia amorosa[14]
La
Afrodita Urania cuya visión es el amor contempla por ésta a la Inteligencia. Un
anhelo puro sin intermediario entre las dos hipóstasis. Alcanza satisfacción
con la visión plena del Logos del
cosmos. Se establece el vínculo necesario y permanente entre el Alma y la
Inteligencia. Una inquietud sin determinación. El Alma, imagen inmutable, con
el deseo constante y real que contempla la Inteligencia y lo Uno. Este anhelo
imperturbable es un deseo divino. Eros, en este sentido, es el grado superior
de amor y deseo.
Eurípides
que exaltan la fuerza de Eros, como supremo dios de los hombres que conocen la
belleza. Así lo expresa:
Todo aquel
que no juzgue fuerte a Eros
y
omnipotente entre los dioses
necio es, o, inexperto en la belleza,
ignora al dios supremo de los hombres[15]
Afrodita
es la aparición de la luz que no es vista fuera. En ésta, lo Bello se revela
como un dentro-fuera, iluminación súbita no cegadora. Un sentir de quietud
deliciosa. Afrodita se despliega en su mismidad para mostrarse en toda su
plenitud. Se hace posibilidad para el cosmos inferior.
Esta
metafísica de lo Bello que nos coloca ante una erótica libre de contingencia,
de la belleza invulnerable. Que culmina en un ideal divino, situado en el
cosmos supra-celeste, alejado de la fragilidad del alma encarnada. La verdad
última de Afrodita y Eros se encierra en la visión enamorada de lo Bello en sí.
La
belleza es objeto de amor, prosecución de lo Bello-Bien. En Afrodita se unen,
por el Eros, el Bien y lo Bello; así lo ha visto el alma. La belleza produce la
pasión amorosa, esencial para mover al alma hacia el Bien-Bello. Bello y Bueno
es lo que el alma ama y contempla con una mirada interior y profunda.
Por
ello Afrodita es el acontecer que abre el lugar y las condiciones para el alma
amante, que aprehende serenamente las cosas inteligibles. Condición fundamental
para la dimensionalidad del alma toda. Con Afrodita, la presencia abre su
posibilidad. La continuidad es contenida ahora por el alma bella. En la
posibilidad para el retorno a lo interior y a lo Uno.
Así
el hombre entra a realizar todas las cosas cognoscibles. Llega a semejarse lo
divino, en la conciencia de su propio ser. El camino hacia el encuentro, para
el retorno ha quedado abierto. La unidad con el origen se hará a través de la
belleza. Porque Eros conduce el alma hacia arriba, hasta lo supremo. La belleza es la experiencia que
permite ver develar la realidad amada.
La
belleza es ese deseo de lo Bello, que se adivina tras cada alma enamorada.
Porque en esta alma hay un movimiento, un estallido que la hace desear y la
convierte en deseable, sin el cual aquella belleza permanecería indiferente.
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